Nos han hecho llegar una nueva moneda procedente de Cadima. A pesar de encontrarse en mal estado y con muchas concreciones en su superficie, no podemos dejar de destacarla, pues a diferencia del resto de monedas de allí procedente del que tenemos noticia, se trataría del primer denario de nuestra serie.
Dado su estado, desde el punto de vista del coleccionismo la pieza carece prácticamente de valor. Con un diámetro de 18 mm y 3,1 grs de peso, es posible leer casi todas las leyendas (con el adecuado contraste de luz), lo que la delata como un denario (forrado) del emperador Caracalla.
La descripción de la misma sería la siguiente:
A/»ANTONINVS PIVS AVG. GERM.» Busto laureado a derecha.
R/»P.M. TR.XVIIII COSIIII P.P.» Júpiter, estante, portando cetro y rayo»
Por los títulos que indica de «Trib. Pont.» y «Consulado», se puede datar de forma exacta en el año 216 d. C. Se convierte, por lo tanto, en la más antigua de la serie. Al menos de momento.
Hijo del emperador Septimio Severo, su nombre oficial era Marco Aurelio Severo Antonino Augusto, aunque se conoce más con el pseudónimo de «Caracalla» por una prenda de ropa (una capa larga) que utilizaba.
Para hacer frente al enorme gasto público que suponía el Imperio Romano, en especial los gastos militares, se recurrió a la devaluación de la moneda, como forma de conseguir un aumento rápido de ingresos. La moneda por excelencia hasta ahora había sido el denario de plata, pero desde la época republicana, éste había ido perdiendo pureza a causa de la devaluación, que en esa época se llevaba a cabo reduciendo la cantidad de plata y sustituyéndola por otros metales de menos valor. De esta manera, en tiempos de Caracalla el denario contenía un 40% de plata.
Pero Caracalla dio un paso más en este proceso de devaluación creando una nueva moneda, de la que no conocemos el nombre pero que se denomina habitualmente «antoniniano» en honor a Caracalla. Se piensa que esta moneda equivalía a dos denarios, tanto por la composición como por el peso, pero también por el hecho de que casi todos los bustos que presentan aparecen con la corona radiada en vez de la típica corona de laurel del denario, un rasgo que se relaciona con un valor monetario doble.

Antoniniano de Galieno (Cadima)
En el tiempo que trascurre entre Caracalla y Diocleciano, lo que se conoce como crisis del siglo III de la que ya he hablado en otras ocasiones, este «antoniniano» sufrió una progresiva devaluación, perdiendo peso y tamaño, así como contenido de plata. Ya en época de Galieno (de la que conocemos un ejemplar procedente de Cadima), apenas contenía ya un 2,5% de plata, pesaba entre 2 y 3 gramos y no pasaba de los 2 cm de diámetro. En sus inicios había pesado hasta 5 gramos, medía hasta 2,4 cm y contenía hasta un 40% de plata.
Antoniniano de Probo (Cadima)
Con el emperador Aureliano se intenta de nuevo aumentar el valor de la moneda circulante, con la introducción de piezas de más valor y aumentando la cantidad de plata y el tamaño, pero no es hasta la reforma monetaria de Diocleciano (284-305 d.C) que no se introducen nuevas acuñaciones en plata y bronces (el follis) que acaban sustituyendo al «antoniniano».