Diego Rubio: historia viva

Hacía tiempo que quería incluir en el blog este precioso artículo que escribió mi amigo Gonzalo Leal sobre Diego Rubio Guerrero y que fue publicado en el nº 2 del Boletín de la Agrupación de Electores Levante Sostenible (verano de 2008.)La vida de Diego, reflejada en el excelente relato que de ella hace Gonzalo, es un ejemplo del que todos deberíamos aprender:

Diego nació hace muchos años, el 20 de diciembre de 1945. Tiene, pues, sesenta y dos años y un cuerpo algo envejecido para esa edad por el trabajo que sostiene un espíritu joven emprendedor, tolerante y honesto.

Vivió una niñez estrecha pero feliz hasta que la muerte de su padre, Juan Rubio Mañas, en un accidente de mina el 8 de Marzo de 1956 en el pozo H de «Júpiter» vino a truncar la paz de una familia. Juan Rubio fue uno de los tres primeros que dejaron su vida en la mina en la etapa última de la minería del hierro (entre 1952 y 1970.) Ello trastornó lógicamente la vida familiar hasta que Diego cumplió los 14 años, edad en la que se tuvo que incorporar al mundo del trabajo como «pinche» o aprendiz en la empresa «Hierros de Garrucha», filial de la asturiana Duro Felguera que explotaba entonces la mina. Fueron años felices, por la novedad y por el dinero que pudo llevar a casa, trabajando en exterior como ayudante de forja, afilando barrenas, punteros, etc. Recuerda las barrenas normales de punta plana, el cambio a las de punta de widia, más dura y resistentes y las huecas para inyección de agua (1960), ya que la silicosis estaba ya dañando los pulmones de los mineros. De aquellos años le queda la afición al yunque que en la actualidad le entretiene sus horas de jubilado.

La familia marchó a Barcelona, donde trabajó meses de peón para emigrar a Alicante donde estuvieron la madre, la hermana y él hasta 3 años, trabajando en construcción, en agricultura, en calderería y de calafate. Vuelven a Bédar en 1967 y trabaja en todo lo que ha podido y valido, sobre todo en obras y para el Ayuntamiento. Se jubila, al amparo de la Ley del 67, de forma voluntaria a los 60 años, habiendo cotizado a la Seguridad Social durante 38 años, lo cual no cubre toda su vida laboral que abarcó 46 años.

Es, y está orgulloso de ello, nieto y biznieto de mineros. Su bisabuelo Pedro Castro Serrano murió también en accidente minero. A pesar de ello, diego no odia la mina, como las autoridades municipales enseñan hoy para borrar la memoria del pasado del pueblo. diego sabe que en 2005 murieron en accidentes en la construcción en España 365 obreros, uno cada día, y no conoce ninguna actividad en la que el hombre no esté expuesto a accidentes mortales, y sabe también que un pueblo que denosta y olvida su historia pierde la base sobre la que construir un futuro.

Charlando con él, dedica un recuerdo emocionado al heroico médico Antonio Bolea García, primo de su bisabuela que cabalgando su burro se cuidaba de Bédar, El Marchal, Los Giles, etc. Diego tenía 9 aún cuando murió (11 de Septiembre del 56 según su prodigiosa memoria) y recuerda que los mineros le subieron andando desde Las Pastoras hasta enterrarle.

Pero Diego tiene otras características enormemente importantes y dignas de destacar aquí.

La primera es la música. La música es su hobby y su dedicación generosa fuera del trabajo. Su instrumento es la trompeta y ha tocado en muchas bandas de música. cuenta que, aunque había en El Pinar una protobanda de música, la primera de Bédar fue creada por D. Francisco Alarcón, casado con Dª Josefa Carrillo Casanova, pianista, allá por 1890. Vive en Bédar todavía una sobrina de este matrimonio. Ya en los años de Alicante, tocó la tuba (que llama el bajo) en Campello. A partir del 60 ha tocado en Vera, en Cuevas, en Pechina, Garrucha y por supuesto al principio de ese periodo en Bédar. Lleva 48 años tocando la trompeta pero además es un amante de la música, de cualquier género pero sobre todo zarzuela y clásica.

Otra de las aficiones inveteradas es la lectura. En realidad la lectura es el vehículo. Su afición es el saber. Saber de todo. Lee todo. Se entera de todo. La avidez de cultura que posee este hombre es maravillosa. Le ayuda su prodigiosa, ya citada memoria, y le complementa su comunicabilidad. Siente el impulso de contar lo que aprende a los que cree que les puede interesar por lo que a veces se lleva un chasco desilusionante al no encontrar audiencia con el mismo interés. El sabe que la cultura hace libres a los hombres, les da criterio de comportamiento, tanto artístico, como social, como político, y practica este concepto moderno, casi sin conocerlo, que es la formación permanente.

Y cuando se lee todo lo que se puede, venga donde venga, y se conocen las razones de posturas diferentes, se hace uno tolerante y buen ciudadano. Se queja de que a veces le tildan (le encasillan) en una u otra idea porque habla de ella. Esto es una enfermedad social de la que España, y por tanto Bédar, padece desde hace siglos y contra la que no se lucha lo suficiente. El que esto escribe fue exiliado laboralmente a América durante cinco años por un gobierno de derechas, por socialista. Cuando volvió fue rebajado a soldado raso (empresarialmente hablando en una Empresa del Estado de la que era subdirector) por un gobierno socialista, pro reaccionario. Por eso comprendo a Diego. Por eso le admiro. Por eso somos amigos.

Hoy vive de su yunque y de su ingenio fabricando objetos en plan artesanal que si fueran conocidos como pretendemos podría comercializarlos o cumplir encargos que tengan que ver con ello. No lo olviden.

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