El domingo pasado nos dejó Antonio Imbernón. Para mí ha sido una noticia especialmente triste, pues es grande el aprecio y el cariño que he sentido y siento por esta gran persona.
Me veo obligado a dedicarle estas palabras. Aún recuerdo cuando lo conocí, de mano de mi padre, en su casa de Serena. Recuerdo como si fuera ayer cuando me acompañó para enseñarme las minas, en esos tiempos en los que la historia minera de Bédar (y toda su historia, en general) estaban todavía envueltas en las brumas del olvido. Si no fuera por Antonio, ni existiría la actual «ruta minera» ni yo hubiera podido seguir investigando las minas. Ni más ni menos.
No olvidaré nunca esa primera impresión, la del agricultor y viejo minero de Hierros de Garrucha, de corazón generoso y sincero, lleno de esa sabiduría que solo una vida honesta de trabajo duro puede dar.
Aquí vemos a Antonio, la primera vez que vi las tolvas de Vulcano, hace ya unos 10 años, explicando como se utilizaban. Ahora es uno de los puntos más interesantes de la ruta minera.
Contratado por Hierros de Garrucha cuando reabrió las minas, Antonio trabajó como «caballista», dirigiendo las mulas cargadas con hierro desde la mina Esperanza por la vía Vulcano hasta San Manuel. Me contó lo difícil que era el trabajo, y lo mal que lo pasaban los mineros, ya sea en el peligroso interior de las minas o en el caluroso exterior, cargando el pesado mineral de las tolvas a las vagonetas. Las tareas de carga del mineral en San Manuel eran poco menos que una pena de trabajos forzados, y el trabajo en las tolvas de Vulcano también hacía honor a su nombre. Me comentaba como luego instalaron vías en la vía Vulcano y como compraron unas pequeñas máquina diesel para sustituir a los mulos. Daba vértigo ver circular la diesel tirando de numerosas vagonetas cargadas por la diminuta vía junto al barranco. En no pocas ocasiones las vagonetas, descarrilaban y caían hacia el barranco, pero siempre -me comentaba- la locomotora podía volverlas a subir, algo muy digno de ver. Siempre se sorprendía de que no hubiera habido accidentes más graves.
También me comentaba que era de infarto ver como Juan Girona se movía por el cable para repararlo, o el terrible accidente en 1960 en el que falleció Juan Gómez (a) El Vasquiña. Cuando intentando soltar una vagoneta en el plano grande con la máquina diesel, ésta volcó atrapándolo debajo.
Una vez que cerraron las minas, se fue fuera a trabajar, también de minero. No recuerdo si me dijo a unas minas de carbón en Alemania, lo que sí recuerdo es que me contó que allí las minas tenían más de 1000 metros de profundidad, y daba pavor bajar con las vagonetas hasta allí.
En fin, nos deja una gran persona, que descanse en paz.
Aprovecho para dar mi más sincero pésame a Antonia y a toda su familia.