Dicen que la probabilidad de morir por un rayo, vamos, de «que te parta un rayo», es de 1 entre 4,3 millones en un año concreto, lo que equivaldría a más o menos a 1 entre 56.000 a lo largo de toda una vida.
Y si es difícil que ocurra ¿cual puede ser la probabilidad de encontrar a alguien al que haya partido un rayo en un archivo municipal? pues a saber…
Pero como en Bédar todo es posible y pasa de todo, no nos podría faltar un caso de este tipo:
Vera, 1862. Diligencias sumariales formadas de oficio a consecuencia de la desgraciada muerte de José Fernández Rubio vecino de Vedar producida por la descarga electrica hecha por una nuve la mañana del once de Mayo de dho. año en el sitio de la Loma de la Cerca término de espresada Villa.
La diligencia está copiada tal cual, y que nadie piense que me he equivocado al escribir Bédar con «V», hasta 1860 aproximadamente no era raro que se escribiera «Vedar», apareciendo así incluso en el sello de la Alcaldía Constitucional. Y como es posible que haya quien no me crea, a las pruebas me remito:
El sello es de 1849, aunque se sigue hablando de «Vedar» hasta la década de los 60. Por cierto, que están viendo el sello de la alcaldía de Bédar más antiguo que conozco… Quizás pueda tener algún valor a la hora de buscar la etimología del nombre del pueblo, quizás del «vetare» latino (prohibir, especialmente por ley o mandato) y no del Ben Beder (hijo de Badr –luna llena-) que se suele decir. Aunque «Hijo de la Luna llena», casi como cantara Mecano, queda mucho más poético y misterioso que no el tajante «vetare», éste cuadra mejor como nombre de un pueblo de asustados mozárabes escondidos en una sierra. No se preocupen, no hay que perder la esperanza de conservar tan bonito origen etimológico, en el Libro de Apeo y repartimiento se escribía con «B», y es mucho más antiguo (1575). A las pruebas me remito:
(Las letras de la encuadernación, muy desgastadas, están resaltadas en oscuro para poder apreciarse mejor)
Pero nos estamos desviando del tema. El caso es que José Fernández se encaminó esa mañana hacia unos hornos con una carga de leña junto con otro bedarense, ambos dispuestos a cocer pan. Per en el camino, de una nube partió un rayo que lo mató en el instante. Improbable, pero así fue como ocurrió.
Queda, de una vez, para la historia.