El padre Tarin y otras criticas

Las críticas en Bédar han sido más habituales lo que podría parecer. Supongo que habrá gente que ha esperado a que comentase, con jocosa satisfacción, la reciente imputación del ex alcalde por autorizar la construcción de una casa en terreno no urbanizable. Es normal, después de mis muchas y repetidas críticas al respecto de la «orgía constructora» o «fiebre del ladrillo», que ha estado azotando Bédar desde 2004 hasta que la crisis la paró en seco.

¿Que por qué no he dicho nada todavía? pues porque el asunto no tiene ninguna gracia, y además me parece una tremenda injusticia. Entre 2004 y 2008 aparecieron multitud de chalets y casas por toda la sierra, encima de los cerros, en vaguadas, en los barrancos… cualquier sitio era bueno para construir, poco importaba. A esta construcción cancerígena la llamaron «progreso» algunas mentes preclaras. Ahora, y en contra de toda lógica y ante un evidente déficit de agudeza visual, solo hay denunciada «una» casa construida en terreno no urbanizable. Menuda injusticia, ¿y qué pasa con las decenas de casas que se encuentra en la misma situación?

Era «progreso», sí, pero solo para los bolsillos de unos pocos «pollos» afortunados, porque a los demás nos ha dejado un pueblo empobrecido, envejecido, y con una carencia de servicios que da miedo. Y sorprendentemente nuestro ayuntamiento espera que la construcción nos aporte más «progreso», no me explico si no cómo se les ocurre iniciar los trámites para una nueva urbanización de centenares de casas en la Meseta. Es de locos, o insensatos, no lo sé. Bien debe estar rezando ahora nuestro alcalde para que el número de habitantes «oficiales» de Bédar no baje de 1.000, porque con las nuevas leyes no sólo la concejala medio-liberada se quedaría sin cobrar una paga (que no merece, todo hay que decirlo), sino que su propia remuneración corre grave peligro de disminuir drásticamente o incluso de desaparecer. Claro que de habitantes habituales no creo que haya en Bédar ni 600… Pero bueno, señor alcalde, uno recoje lo que siembra.

En fin, lejos están esos movidos años de «crítica del portalmanzora» en plena fiebre constructora, con esas entrañables críticas y réplicas de los foreros pro-ayuntamiento, ¿quien no recuerda a «Benbeder» o «Albarico», y las divertidas discusiones que tenían?. Como siempre, buscando información sobre Bédar, me ha divertido ver que la crítica bajo seudónimo no es algo que se limitó a «Benbeder» y sus compañeros de foro. En el primer cuarto del siglo XX, y utilizando la prensa como campo de batalla, un tal «Damócles» ponía magistralmente en solfa al alcalde cacique de entonces y su séquito de privilegiados. Mientras, el «Duende minero» contaba con detalle las miserias que sufrían los mineros en sus trabajos, y Juan Bautista (¿un seudónimo?) y Juan Becerra atacaban sin piedad a caciques aprovechados, insensibles sociedades mineras, y a la trasnochada Iglesia.

«Dámocles» y sus «cartas a Teótimo» merecen un post a parte, por lo que no hablaré más de él aquí. De Juan Becerra, que no se mordía la lengua, me ha llamado la atención la crítica, muy actual (y no lo digo por lo de que se trata de un jesuíta) a un cura vende-estampitas que fue a hacer negocio a Bédar allá por octubre de 1909, aprovechándose del sentimiento religioso de la gente, bajo el irónico título de «¡Buen predicador!» pone a caldo al mencionado charlatán:

Por espacio de ocho días hemos tenido en ésta á un padre jesuíta llamado Tarín, que a todas horas, a cada momento se ha introducido en el santo hogar de la conciencia, y con las rancias teorías que les son peculiares a estos individuos, con los insípidos y erróneos argumentos que ponen en sus labios para convencer y enseñar a infieles y fieles, para probar la existencia de un ser sobrenatural, la conveniencia de sguir las máximas de la Iglesia católica, ha divertido a unos cuantos y subyugado y fanatizado aún más, a casi la mayoría del vecindario.

El tal padre Tarín es un embaucador de primo cartello; máxime tratando con un auditorio divorciado de toda idea moderna, de toda manifestación de progreso, apartado por completo de toda enseñanza científica.

Por las noches, con ausencia de la autoridad local, subíase a una especie de cátera instalada de propósito en la plaza de la Constitución y allí, con exaltación furibunda, imponente, arremetía y despotricaba a su antojo, llamando insensatos, impíos y herejes a cuantos no profesan sus creencias, a cuantos no siguen la senda que traza la Iglesia. Lazó anatema contra el Teatro y la Prensa, nombrando a «El Imparcial», «El Liberal», «El País», «Las Dominicales» y «El Radical»; aconsejó a pueblo que hiciese por vivir y pensar como se hacía en tiempos de Isabel la Católica y Felipe II;… atribuyendo la causa a la falta de doctrina cristiana; insúltó y llamó groseros a Buchner, Henckel y Darwin, y aseguró que la verdadera ciencia reside en las órdenes jesuísticas.

Para esta exposición de datos y sin duda con la idea de infundir más terror y respeto, se traía a la plaza pública una imagen y un crucifijo. La forma no ha podido ser más teatral, ni tampoco ha dejado de responder a los efectos y fines perseguido; hombres, mujeres y niños entonan cánticos al Corazón de Jesús, y ostentan (algunos con ridículo misticismo, otros con manifiesta hipocresía), un escapulario con el «tú reinarás…»

Para que no se fuese descontento tan santo padre, como aquí le llaman, las personas de más representación social de este pueblo han colectado cierta cantidad de pecadoras pesetas y se la han entregado al pater que, en unión de las que ha sacado en la venta de libros, estampas y medallas, se las lleva a mansalva. Nada, que prometen el cielo para explotar la tierra.

¿Eran esas las enseñanzas y prácticas de Cristo, moderno mercaderes? ¿Se practica así la religión cristiana, la moral que enseñó aquel a quien vostros crucificásteis? No; se hace lo que os dijeron aquella excelente señora y el consecuente republicano don Robustiano Martínez Ortega cuando fueron a pedirle dinero para el misionero Tarín: «doy este dinero, no para ese hombre, sino para que se le entreguen a cualquier pobre que haya en el pueblo que no tenga qué comer.»

Así se obra, falsarios; lo demás, lo que vosotros hacéis es medrar y enriquecerse explotando al crédulo incauto que, reñido con la conciencia y sumido en las tinieblas de la ignorancia, cree firmemente en un Dios hombre, en una mujer Virgen y madre y en un infierno ficticio, producto de vuestra inquisidora fantasía.

Ahí queda eso. Por su parte, «Juan Bautista», ya avanzado el mes de octubre de 1919, critica la actitud de caciques y compañías mineras. Era una época muy complicada, en la que mucha gente tuvo que empezar a emigrar para no morirse de hambre:

Por esos pueblos.

En las derivaciones de una sierra y entre montes que declinan dulcemente su aspereza salvaje hacia el mar, se alza el pueblo de Bédar.

Tranquilo y silencioso es el pueblo, se respira en él, paz beatífica, calma d eremanso. El mar que se vislumbra en la lejanía parece que invita constantemente a los naturales del país a surcarlo para buscar en continentes desconocidos riquezas fabulosas.

Este factor es importantísimo para que estos hombres sientan deseos de visitar tierras desconocías; pero hay otro más importante.

Este pueblo que encierra en su seno riquezas inmensas, que sus minas producen pingües dividendos a las compañías que las explotan, arrastra unavida misérrima, los jornales son reducidísimos y los obreros tienen que marchar en busca de trabajo a tierras lejanas.

Pocos son los hombres de Bédar que no hallan atravesado el mar; se marchan lejos, muy lejos de su tierra, pero dejan en ella pedazos de su alma y solo anhelan volver a la tierruca de sus amores con la bolsa repleta, para llevar a sus hogares el bienestar que la patria ingrata les iega. Y excepto los que perecen en esta lucha, todos ellos vuelven, la mayor parte con un saco de desengaños y con un conocimiento exacto de la vida..

Dos cosas hay en ese pueblo que odian todos: las Compañías mineras y los caciques, unos y otros obran siempre de acuerdo.
En tiempos electorales las Compañías obligan a los obreros a que den el voto a los caciques amigos, el que no obedezca se ve condenado al hambre «Es un rebelde y hay que meterle en cintura», y este hombre que tiene un gesto gallardo, solo le queda emigración o someterse al yugo de sus explotadores.

Hace pocos años los caciques fundaron una sociedad obrera y ella, sirvió para manejos electorales, los obreros que no sabían el porqué de estas cosas, guiados por quienes se decían sus amigos y les engañan con palabras hueras y ofrecimientos falsos, se prestaron de instrumento a las pasiones bastardas de estos señores. Poco se tardó en conocer el engaño, pero el juego estaba hecho yn aturalmente la Sociedad no tenía razón de ser ya y desapareció.

Pero he aquí que piensan repetir el juego nuevamente y pocos meses hace que constituyeron otra Sociedad con idénticos fines a la ya caída, los obreros acuden al llamamiento pero los tiempos han cambiado y estos hombres tienen un concepto más claro de sus derechos y de sus deberes y no se prestan al engaño. En una de las primeras reuniones escupieron al rostro de los farsantes la maldad de su proceder y lo bastardo de sus ambiciones y les arrojaron del centro obrero, como Jesús a los mercaderes de la Sinagoga.

Actualmente esta Sociedad de Mineros, que hace poco se ofrecía como una esperanza es una realidad viva, ya han conseguido varios triunfos de las Compañías. Los caciques temen a los obreros por que saben que son fuertes y que están dispuestos a no dejarlos que medren a costa del pueblo.

Ese es el camino a seguir obreros de Bédar, tened en cuenta que espiritualmente e´stán a vuestro lado los breros del mundo, y que e necesario que marchéis al unísono con ellos, para llegar en plano no lejano a transformar este régimen social de explotadores y explotados.

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