Con mucho pesar he tenido que informar a los investigadores de Nancy del hundimiento reciente de la galería San Diego de la mina Pobreza.
Supongo que esto que esto que digo no le importa a nadie. No ha habido desgracias que lamentar y pocos sabrán donde se encuentra la mencionada galería, ni les importa. Pero el hecho es que, por motivos que no alcanzo a entender bien, poseía cierto interés científico para unos investigadores franceses de Nancy (y para mí también), y me entristece saber que esos conocimientos que encerraba están enterrados para siempre.
Además, esto me hace recordar lo peligroso que es investigar estas cosas. No puedo dejar de pensar las veces que yo he estado allí dentro. Quizás los otros accesos que permanecen abiertos sean lo suficientemente interesantes, aunque como podrán ver en la siguiente fotografía, el socavón Santa Bárbara de la misma mina adolece de cierto «equilibrio inestable» que no hace prever nada bueno.
¿Quien puede pensar que dos simples troncos aguantarán el peso de toda la montaña? Evidentemente que nadie con dos dedos de frente, pero da cierta sensación de «seguridad» y nos mantiene en ese equilibrio inestable en el que cualquier momento todo se puede venir abajo. Puede uno imaginarse las quejas de los mineros por la inseguridad de la mina (más de 10 horas allí trabajando, casi nada)y a los propietarios diciendo «no os preocupéis, que ahora mismo lo apuntalamos para que no se caiga» y a seguir trabajando y rezando para acabar el día sin contratiempos.
De eso sabemos mucho los españoles, y los bedarenses en particular. Tranquilos, que ahí están nuestros políticos aportando las «soluciones» que nos sacarán de la crisis, y eso quien se atreve a decirlo, porque hay otros que ni eso hacen. Y todos a callar y a seguir aguantando. ¿De quién es la culpa? Leía no hace mucho en un periódico antiguo de 1896 un artículo referente a un extranjero residente en Almería que mostraba una actividad insusual: «…siempre se distinguió por una actividad desmedida, cosa estraña en esta tierra donde por razón del clima, de la riqueza de su suelo, de temperamentos y de otras mil causas conocidas y desconocidas, domina en sus habitantes la inactividad, la apatía y hasta la mayor indiferencia en cosas importantes y trascendentales». Bien… esto podría haberse publicado en un periódico de ayer mismo, porque no ha perdido nada de vigencia. Así nos va.