El criticador criticado

Desde hace un tiempo voy siguiendo la trayectoria de Virginia Fernández, una poetisa de Bédar con un gran futuro. Ya me sorprendió en su momento la existencia de «críticos» en este mundo, llegando a comentar la crítica de José Escánez Carrillo de la primera obra de nuestra poetisa particular («Depredador»), algo totalmente incomprensible para el profano… infumable, para ser sinceros.

Virginia

Es normal en todas las profesiones el rodearse de una palabrería específica que, en mayor o menor medida, se utiliza también como una forma de diferenciarse del resto de mortales. Esto, que hasta cierto punto puede ser normal y tolerable, puede llegar a convertirse en pedantería pura y dura. Creo que la poesía debería de intentar acercarse al ciudadano normal y corriente, o seguirá siendo el pequeño feudo de unos pocos iniciados, como hasta ahora, que se regocijan egoístamente en su propia sapiencia y erudición, erigidos en defensores de la ortodoxia poética. Entiendo que esto no guste a algunos, pero si no saben acercar la poesía a la gente, es que no están haciendo las cosas bien.

Así que una crítica, ya sea positiva o negativa, escrita por un filólogo (por poner un ejemplo) y que solo pueda ser entendida por otro filólogo… es una completa pérdida de tiempo. Así me quedé exactamente igual cuando acabé de leer la crítica a la mencionada obra «Depredador» y pasmado me he quedado cuando he leído el artículo de mi amigo Javier Irigaray al respecto del poeta José Ángel Valente (http://www.versovia.com/2015/07/poeta-y-medio.html?m=1). Soy seguidor de Versovia, por los motivos ya comentados, y con todo el cariño te digo, Javier, que no veo nada correcta esta crítica, completamente fuera de lugar, sobre todo cuando el aludido ni siquiera se puede defender. Acusarle de soberbio e incidir con tanta saña en su fracasada incursión en el teatro… que quieres que te diga.

Me parece mucha más soberbia la actitud de los que se atreven a hacer críticas envueltas en términos incomprensibles para el común de los mortales (y ni te imaginas los prejuicios que genera eso en lectores no iniciados como yo), que las obras de poetas que escriben lo que les viene en gana.

Un comentario en “El criticador criticado

  1. Estimado Juan Antonio. No suelo comentar opiniones de otros acerca de lo que escribo pero, en este caso, permíteme la libertad de hacerlo que me arrogo.
    Antes que nada, quiero invitarte a leer de nuevo el artículo sobre Valente al que aludes y compartes en tu blog, un auténtico y necesario faro que nos sirve de guía cuando navegamos por nuestro Levante.
    Yo he vuelto a hacerlo, porque no reconocía en él lo que tú dices. Hace tiempo que lo escribí, pronto hará los tres años. Fue un encargo de La Voz de Almería con motivo de un homenaje que organicé en Antas, desde Argaria, al poeta de Orense y de La Chanca. La fecha del acto es inolvidable cuando se vive aquí: el 11 de septiembre de 2012, la noche antes de la riada de san Wescenlao. Esa noche hablaron de José Ángel Ramón de Torres y Juan José Ceba, dos de sus grandes amigos, acompañados por la voz y la guitarra de otra amiga del poeta, Sensi Falán, que nos deleitó con los versos de Valente hechos canción.
    Para que te hagas una idea de lo ameno, hondo y emotivo del acto, decirte que duró cerca de tres horas y en los bajos de la oficina de Correos no se movió nadie. El público permaneció absorto, fascinado y cómplice de todas y cada una de las palabras que construyeron un ambiente altamente emotivo. Después se desató el diluvio. Sensi y Marifé subieron corriendo la calle del aire, mientras Ramón, Juan José y yo recibimos la lluvia con la paz destilada por los versos de Valente y que aún albergábamos en nuestros corazones. Cosas, también, de quienes invertimos poco en peluqueros.
    Pero, vuelvo a mi artículo. Tras volver a leerlo, sigo pensando que escribí lo contrario que tú has leído y eso dice mucho, y malo, de él. Que alguien leído y versado, cuya opinión y aptitud respeto, haya entendido en esa columna lo más opuesto a mi intención significa que lo he hecho, a todas luces, peor que mal.
    Partí de un prejuicio que existe sobre la personalidad de Valente, al que se tilda de soberbio, y sobre su obra, que muchos califican de oscura y elitista, para desmontarlos con algunas anécdotas, constreñido siempre por el espacio de papel que me ofreció La Voz.
    Así, hablo de su relación con María Zambrano, a quien admiraba profundamente, con algún ejemplo que muestra al José Ángel más sencillo y humilde, o un relato que el propio Valente solía contar en las últimas entrevistas que concedió, como es el referente a la obra de teatro que escribió. Si vuelves a leer el artículo con calma y el ánimo sosegado, podrás observar que en ningún momento hago crítica alguna sobre esas piezas, que no he leído, como tampoco lo ha hecho nadie a excepción del propio poeta y, según él don Antonio Buero Vallejo.
    Precisamente, ese episodio de su vida es la prueba del nueve de un espíritu sublime, como el suyo, natural, humilde y, para nada, altanero, orgulloso o soberbio como otros, no yo, lo califican. Un ejemplo a seguir en un momento como el que vivimos, en que el ‘título’ de poeta está perdiendo valor y brillo de tanto y tanto ‘tuerceletras’ como se lo autoadjudica sin el menor rubor y el mayor de los orgullos.
    En fin, Juan Antonio, que si lo que he escrito parece lo que tú dices haber leído, no era esa, ni mucho menos, mi intención. Espero que seas indulgente con mi incompetencia a la hora de expresarme y que continúes con tu labor en el Faro de Bédar y el resto de cuestiones que emprendes. Una labor necesaria.

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