A pesar de todo el tiempo que ha pasado, todavía hay aspectos de lo ocurrido durante la Guerra Civil en Bédar de los que no se pueden hablar. Por respeto a los familiares de los bedarenses que perdieron la vida durante ese conflicto, omitiré nombres y datos escabrosos. Quizás cuando haya pasado tiempo suficiente y el recuerdo de esta guerra haya dejado de generar sentimientos y despertar odios, sea el momento de contarlo.
Como otros aspectos de la historia de Bédar, lo ocurrido durante los años del conflicto (1836-1939) ha caído en el olvido, más acusado por tratarse de una guerra con connotaciones tan negativas como tuvo la Guerra Civil Española. Me limitaré a exponer los hechos tal y como se recoge en la Causa General de Almería (Archivo Histórico Nacional), huyendo de toda interpretación para evitar malentendidos y cualquier sombra de duda de que se trate de una versión «influenciada» por la posición de ninguno de los dos bandos. Aunque es evidente que esta Causa General es la versión de los vencedores, de la documentación y testimonios que se recogen se pueden extraer una serie de hechos históricos.
EL ALZAMIENTO Y EL COMITÉ REVOLUCIONARIO DE BEDAR
En Bédar no se recogen alteraciones del orden público antes del estallido de la guerra, ni siquiera tras la victoria del frente popular en las elecciones de 1936, tan solo se celebraron diversos mítines para celebrar el triunfo de los partidos de izquierda, pero sin violencia alguna.
Tras el estallido de la Guerra Civil no hubo ningún intento de participación a favor del alzamiento nacional, debido a la poca cantidad de votantes de derecha que había en esos entonces. Las posibles actuaciones que hubieran podido llevar a cabo los favorables al alzamiento se vieron coartadas por una rápida reacción de los elementos izquierdistas y anarquistas, que eran mayoría, que comenzaron a detener a los elementos de derechas más destacados, ha registrar domicilios e incautar armas y otros bienes de las personas a su juicio más sospechosas y llegando incluso a someter a vigilancia de los que consideraban más peligrosos.
Ante el colapso del gobierno central y para luchar contra el alzamiento los miembros de la UGT y de la CNT, los mayoritarios en Bédar en esos momentos, constituyeron aproximadamente al mes del alzamiento un comité revolucionario para tomar el control del pueblo. Como presidente del mismo se eligió a Pedro Ramos Martos, miembro de la UGT, que en 1933 o 1934 había regresado de Francia donde había estado trabajando 14 años.
El comité revolucionario procedió a incautar la iglesia y varias casas particulares, donde se reunían y custodiaban a los detenidos, mientras se organizaban milicias para el frente y grupos que patrullaban el pueblo. Los milicianos que se alistaron lo hacían a razón de 10 pesetas diarias, organizándose de esta manera varios grupos armados que se dirigieron al frente.
Los elementos considerados de derechas más peligrosos, según el comité, fueron detenidos y llevados a Almería (a la prisión conocida como El Ingenio), mientras que otros sufrían arresto domiciliario, custodiados por milicianos armados, y eran obligados a realizar diversos trabajos.
Las autoridades franquistas no recogieron ninguna saca de presos ni se constató la actuación de ningún juzgado militar, aunque sí hubo algunos asesinatos, incluido el del párroco, todos durante los primeros meses caóticos tras el alzamiento. Estos asesinatos se han de atribuir más a odios y rencillas previas al alzamiento que no por verdaderos motivos políticos, tal y como reconoció el mismo presidente del comité revolucionario tras su detención. También se ordenó saquear y destruir la iglesia, cuyas imágenes y las de las ermitas fueron quemadas a unos trescientos metros del pueblo. Los archivos parroquiales pudieron salvarse gracias a que los funcionarios del juzgado se los llevaron a su oficina para evitar su destrucción, tras la guerra fueron repuestos. También fue derribada la ermita de San Gregorio, que se encontraba en la actual plaza del mismo nombre.
Se produjeron también incautaciones de propiedades de los elementos considerados de derechas, aunque se respetaron los comercios del pueblo, que no sufrieron grandes daños, ya que solo se requisaron algunos productos. Finalmente se cerraron debido a la creación de una cooperativa, la «Cooperativa Popular de Bédar» para el abastecimiento del pueblo y que funcionaba al menos desde octubre de 1937. También se incautaron tierras por parte del comité, siendo cultivadas de cara a mantener un abastecimiento, con un rendimiento desconocido, aunque los datos recogidos tras la guerra indican que se arrancó arbolado y se variaron los cultivos para hacer frente a las necesidades, resultando perjudicial para su producción.
EL CONSEJO MUNICIPAL DE BÉDAR Y EL FIN DE LA GUERRA
El control por parte del comité revolucionario se mantuvo hasta que el Estado Republicano no reaccionó y empezó a tomar el control. La creación de los Consejos Municipales a partir de enero de 1937 acabó de consolidar la reorganización del Estado Republicano. El Consejo Municipal se Bédar se constituye el 25 de abril de 1937 y contaba como presidente estaba Juan Fernández Campoy, que ejercía las funciones de alcalde. Antes de Juan Fernández Campoy había sido alcalde Juan Bolea Rodríguez,y ya como presidente del Consejo Municipal aún ocupó el cargo de presidente Juan Martínez Guerrero. El Consejo Municipal tuvo que enfrentarse a las dificultades para abastecer de alimentos el pueblo, que se intentó subsanar mediante la creación de la mencionada cooperativa popular, a la dificultad para recaudar los impuestos municipales por la desaparición del aparato administrativo del estado y a la falta de moneda fraccionaria, motivada por la tendencia a acaparar estas monedas, lo que dificultaba seriamente las transacciones comerciales. La solución para este último problema fue la emisión de una serie de billetes locales mediante una emisión en agosto de 1937. Los billetes, impresos en las Imprentas Haro de Vera eran de 25 y 50 céntimos y 1 peseta, conocidos como el dinero del alcalde.
En la fotografía superior, el «dinero del alcalde» (colección particular.)
Como funcionarios de gobierno, funcionaron con normalidad un juez municipal, secretarios y fiscales, aunque solo se dedicaron a juicios leves de faltas y conciliaciones, siendo destacada su participación para evitar la destrucción del Archivo Parroquial. Durante este periodo de guerra los jueces fueron Nicolás Gallardo Ramos y Juan Bolea Rodríguez, como secretarios y fiscales constan Antonio Fernández Campoy, Matías Fernández Ramos y Francisco Castro Fernández.
La llegada de las tropas de Franco y el desarme de los dirigentes republicanos se produjo sin resistencia alguna, algunos de los miembros del comité revolucionario huyeron a Argentina y Francia.