Mucho he hablado ya de El Pinar y mucho podría hablar todavía. Creo que es más que justo que se considere como no-maravilla porque se trata de la zona más antigua en cuanto a minería se refiere y por su importante papel en la historia del pueblo.
De hecho, es más que probable de que antes de que Bédar fuera Bédar, ya había minería en el Pinar. Recuerdo cuando empecé a interesarme seriamente en esas minas, fue por el año 2000. Nada que ver con el Pinar de ahora. Lo que yo me encontré fue un montón de barrancos de nombres olvidados y trabajos mineros y ruinas de nombres que nadie recordaba. Estaba la mina «Reforma», la «chimenea», «Las minas de la Gamberra», los «lavaderos» y diversas historias sobre viejas minas de plomo y plata. Poco más.
En su momento, la conocida como «Chimenea» pasó a ser la Fundición Carmen de Bédar. Fue construida en 1845 y el estado de conservación es realmente muy bueno. Además de las características típicas de este tipo de instalaciones históricas, posee una serie de características que la hacen peculiar y única. Integra una mina y lavaderos de mineral, además de poseer el récord de tener la galería de condensación más diminuta de todas las fundiciones almerienses (podían medir kilómetros). Después de mucho luchar para dar a conocer la importancia de los restos de esta fundición de plomo centenaria, el ayuntamiento ha reconocido ya por escrito el valor de estas ruinas, reconocido por fin como elemento importante del patrimonio industrial de Almería. Al menos tenemos la seguridad de que las ruinas no serán derribadas y sustituidas por unos modernos apartamentos. Pero a pesar de haber pedido en reiteradas ocasiones que se limpien las ruinas y se apuntale la chimenea para evitar que se caiga (presenta grietas muy preocupantes), el ayuntamiento se lava las manos y delega toda la responsabilidad en la promotora urbanística propietaria del terreno. Cuando se caiga todo serán lamentos y excusas.
Poco a poco fue surgiendo la historia del lugar y la rica toponimia antigua y nombres de mina. Ahora todo el mundo habla del barranco del Gato, la fundición Carmen, la mina Aprovechado, la corta de los Madriles, etc. Pocos saben el trabajo que hay detrás de toda esa información.
Por supuesto, hay mucho más. Daré un pequeño repaso por varios de los antiguos nombres de El Pinar que he estado manejando, algunos sonarán, pero muchos no: La Majada de Bartolo, los cerrillos de San Antonio el Alto, El cerro del Manco… el barranco de los Corrales, el de las Palomas, el de San Antonio Abad, el de los Coconcicos, el de la Mina Grande y el de San Marcos. Las Cuevas del Pinar, la Cueva fría, el llano del Almacén, la cuesta del Café, la loma del Medio, la Cuerda del Pinar, la Umbría del Medio, la cerrada del barranco del Gato, la risca de Juan Artero, el asiento de Juan Pié, la solana de Jauto…
¿Y qué decir de los nombres de las minas? Aprovechado y Reforma son las más conocidas, pero hay muchas más y con nombres de lo más curioso. Veamos algunas: «Allá Veremos», «Por bien de todos», «Esto sí», «Medidas extraordinarias», «Aquí te quiero escopeta», «Bien estar», «Alarma», «Asilo minero», «El Pensamiento», «Garrobera», «Mirar y Desengaño», «Sanguijuela», «Mentira», «Justicia del cielo», «Del cielo vendrá todo», «Manos a la obra»…
Pero la construcción de antes de la crisis no entendía de patrimonios. Las enormes explanaciones que se realizaron para construir, ni más ni menos, que unos centenares de viviendas, ha destrozado por completo todos los restos mineros existentes en el barranco de la Mina Grande y los cerrillos de San Antonio el Alto.
Sin embargo, el peor atentado contra el patrimonio de Bédar y su historia fue la muy desafortunada decisión de derribar los restos del Lavadero Grande del Pinar. La destrucción de este patrimonio está muy bien documentada:
El Lavadero Grande es (o era), como su propio nombre indica, el lavadero de plomo más grande de los 3 (ó 4, estamos en ello) que se instalaron a finales del siglo XIX en el Pinar. Las obras preparatorias empezaron pronto, en 1874, pero no se puso en funcionamiento hasta 1881. Aunque duró pocos años, se trataba del lavadero más grande de toda Europa (y del mundo), más grande que los lavaderos del Harz (Alemania), que eran los más grandes hasta entonces. Lo de «Grande» era un nombre más que justo para esta instalación. En 1884, año en el que se cerró por la bajada del precio del plomo, trabajaban en el Pinar más de 900 personas. Es decir, casi la totalidad de la población en edad de trabajar del pueblo (y entonces incluía niños).
La maquinaria que utilizaba era la más moderna que se podía conseguir entonces, fabricada por la casa Humboldt de Colonia: quebrantadoras, trómeles, molinos de rodillos, etc… y prácticamente todos los tipos de mecanismos de lavado de plomo que existían. Era, podría decirse, un museo de maquinaria de lavado de mineral, hasta tal punto de que los ingenieros en prácticas iban al Pinar a estudiar todos los tipos de lavado existentes hasta la fecha.
En 2004 me dirigí al Pinar para hacer más fotografías de los restos de este lavadero, pero ¡oh sorpresa! solo había un descampado. El estropicio fue de tal magnitud que hasta llegó a ser denunciado por una asociación ecologista. Recuerdo que se montó un gran revuelo, intervino la prensa y llegó a comentarse que la promotora no derribaría las balsas del lavadero, lo único que quedaba en pie. Y es cierto, no las derribaron, pero las deformaron convirtiéndolas en… piscinas. Triste fin para el viejo lavadero Grande del Pinar.
¿Quien tomó la decisión de derribarlo? ¿donde estaba el ayuntamiento mientras eso ocurría? ¿el ayuntamiento tenía conocimiento de estos planes en contra del patrimonio? Si lo sabía… ¿por qué no hizo nada?
No llego a entender como alguien pudo tomar esa decisión, y acuso por igual al que la tomó, a los que cometieron el destrozo y a los que le dejaron hacerlo. Afectaron de esa manera a un patrimonio que era propiedad de todos (no lo olvidemos) y produjeron un daño irreparable en un más que posible activo turístico para Bédar. Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz.
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