Del Argar a Virginia Fernández

Pongámonos un poco al día de las noticias que van llegando. Aviso que será un post de los largos…

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En primer lugar, nos informan desde la Asociación de Amigos del Argar, por medio de su presidente Julián Pérez Flores que el arqueólogo Oswaldo Arteaga, ha ingresado como miembro de Número en la Academia Andaluza de la Historia. Oswaldo Arteaga, arqueólogo de gran prestigio, es un amante de nuestra querida tierra de Almería, y ya ha mostrado su interés por intervenir en el yacimiento arqueológico de El Argar. Esperamos que ese momento llege más pronto que tarde.

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Como ya sabéis, uno de los objetivos de la AAA es la de iniciar los trabajos arqueológicos en el importante yacimiento de El Argar, en la vecina Antas. Como quiera que los proyectos que contempla la AAA son enormemente beneficiosos para toda la comarca del Levante Almeriense, no he dudado en participar en la misma como vocal (y a mucho orgullo). La idea es participar de un proyecto de bien común para todos nosotros, sin perder nunca de vista a mi querida Bédar. No olvidemos que vamos todos en el mismo barco, y que lo que es beneficioso para Los Gallardos y Antas, también lo será para Bédar.

Ligado con lo anterior, se publicaba hace poco en El País una noticia que sin duda habrá pasado muy desapercibida, pero que es de gran interés para los aficionados a la historia y la arqueología en particular, y a los interesados e Almería en general. Se trata de la inclusión de copias digitalizadas en el archivo CER.ES del Ministerio de los más de 170 cuadernos de campo depositados en el MAN fueron escritos por Pedro Flores (a parte de la colección de cuadernos que Siret también escribió), que son una base importante para la consulta de arqueólogos y estudiosos, no solo de la cultura de El Argar si no de diferentes épocas de civilizaciones que se desarrolló en el sureste peninsular. El enlace de la noticia es el siguiente, que incluye enlace directo a dicho archivo:

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/26/actualidad/1424976160_960405.html

Ésto nos permite por fin poder curiosear en los ya tan famosos cuadernos de Pedro Flores. ¿Y qué podemos encontrarnos allí? pues cosas tan increíbles como éstas…

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¿Un dolmen de 11 metros de diámetro, ni más ni menos, en la cañada de Los Collados? Por favor, que alguien me diga dónde está esa cañada porque seguro que seguirá allí. Al menos podemos pensar que nadie se lo ha podido llevar.

Seguimos… no olviden que durante estas semanas, los estudiantes de la Universidad de Nancy están por Bédar realizando el curso. Por favor sean amables con ellos y salúdenles.

Acabaré con algo muy distinto. Ya comenté que hace poco Virginia Fernández, escritora bedarense, publicó hace poco su primer libro «Depredador». La prensa escrita se ha hecho eco de esta obra, con muy buenas críticas (como no podía ser de otra manera, conociendo a la autora). Es algo que se está comentando, y mucho, en Bédar. No es de extrañar, pues estamos ante una gran promesa de la poesía.

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Si no he comentado nada más hasta ahora de este libro es, sencilla y llanamente, porque todavía no lo he podido leer. ¿Y por qué? Pues porque el libro está agotado. Vale que fue una tirada corta, pero obviamente subestimaron el interés que iba a despertar. Ahora he de esperar pacientemente a una segunda tirada, e intentaré por todo los medios que la autora me lo firme (es un libro que en futuro seguro que tendrá un enorme valor).

Pues bien, leyendo las diversas referencias que se han publicado al respecto, no ha dejado de llamarme la atención una crítica firmada por José Escánez Carrillo, que define su libro así:

«Depredador es un nombre engañoso. La estética de este libro es de una estirpe neorromántica innegable; altamente inflamable; sustancial y esencialmente femenina. Los símbolos acuden al imaginario del lector sin forzar límites, suavemente; sin torsiones ni distorsiones que estorben la comprensión. Y sin embargo, alcanzan nuevos ecos a través de dicotomías extremadamente sutiles, paradojas perfectamente solubles en la realidad.»

Yo, sinceramente, no tengo ni «repajolera» idea de lo que quiere decir con todas esas palabrejas enrevesadas. También dice cosas como ésta:

«Este primer libro de Virginia Fernández Collado bien podría ser una introspección, un ‘estudio’ personalísimo de las sensaciones de quien sabe que en cualquier tipo de relación siempre hay riesgo de que, tras el ilusionismo de la pasión amorosa, haya unos ‘ojos fríos’ agazapados, dispuestos a extinguir cualquier tipo de certezas. O, quizás, la sospecha de que el otro oculta una verdad inquietante. O de que sean los sentimientos los verdaderos depredadores de la confianza y la autoestima.»

¿Mande? ¿Me está contando que el libro lo ha escrito para hacer un estudio introspectivo de no sé qué sensaciones sobre relaciones? ¿Y qué más?

Seguimos:

«Sin ser absolutamente novedoso en temas ni en la expresión poética, pues su poesía remite bastante directamente a la obra de Elena Martín Vivaldi (poeta granadina que durante la posguerra sí rompió moldes sociales y literarios), Depredador convierte a Virginia Fernández Collado en una de las voces más interesantes de la nueva poesía almeriense; una de las voces de la que acaso podamos esperar una expresión más acendrada y consciente de una sensibilidad poética que sí está completamente desarrollada.»

Vamos, entiendo que le gusta… ¿o no? Como no sabía lo que era eso de «acendrada», lo busqué en el diccionario, y significa: «se aplica a la cualidad o conducta que es pura, sin defecto y sin faltas». ¿Cómo se supone que se puede expresar de forma más «acendrada» una sensibilidad poética y además ¿consciente? ¿Qué será eso de una expresión consciente de la sensibilidad poética?

En resumen, que me he leído esta crítica y me he quedado igual. Yo no sé que será eso del «neoromanticismo», ni sé quién es (o fue) Elena Martín Vivaldi. De hecho no soy ni siquiera un aficionado a la poesía. Soy más bien de ciencias, como quien dice. Pero sí que he de decir que he leído bastantes poesías de Virginia (no es difícil, administra un blog desde hace tiempo donde publica periódicamente poesías), y la verdad es que es muy agradable de leer. Por lo general, y supongo que por ser un lego absoluto en la materia, nunca llego a imaginar qué la ha llevado a escribir cada uno de esos versos ni qué motivos los generan. Pero si los hay, o no, no parece nunca tener importancia; es como un espejo en el cual uno puede reflejar sus propios sentimientos y sensaciones. En otras ocasiones, y son normalmente las poesías que más me gustan, te señala simplemente ese mundo oculto (trasmundos creo que los han llamado)que se esconde en las esquinas y grietas de la realidad. Eso me ayuda, de alguna manera, a vaciar la mente, como solo lo consigue la buena música y los buenos libros… y la buena poesía, supongo.

Sr. Escánez, por favor, escriba algo que sea entendible por el común de los mortales, porque no todos llegamos al nivel de sabiduría que usted ostenta… Además, si los poemas de Virginia pueden llegar a gustar a alguien a quien le gusta tan poco la poesía como me ocurre a mí, será que son buenos. Y digo más, creo que en el caso de Virginia, intentar explicar cosas tan poco explicables como las sensaciones, sentimientos, o lo que sea que la ha llevado a escribir esos versos, es una empresa inútil. Tantas veces intente explicarlo, tantas veces se equivocará, por muy erudito y florido que sea el lenguaje que utilice para hacerlo.

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