Visto el resultado de la promoción a la que hacía referencia ayer, me veo obligado a lanzar la propuesta de las «7 no-maravillas de Bédar». Es decir, todo aquel patrimonio de Bédar que no se ha considerado lo suficientemente importante como para ser considerado «maravilla».
Como ya comentaba, el problema principal de Bédar es que todavía no se han dado cuenta de que eso del ladrillo ya se acabó. Claro que volverá a haber construcción, pero esa fiebre del ladrillo con tanto dinero fácil ya no volverá, por mucho que lo añoren. Proyectos mastodónticos como el campo de golf en ese secarral que es el Curato, la Bédar de los 50.000 habitantes o el más reciente de La Meseta (con un colegio nuevo para los niños que no hay) se ven ahora como disparates. Buenos tiempos eran aquellos en los que el presupuesto del ayuntamiento se duplicaba gracias a la monetarización de los terrenos procedente de la construcción alocada, es una pena que no se invirtiera en nada de futuro.
En esta primera entrega voy a hablar de uno de mis lugares favoritos, a la par que uno de los restos arqueológicos más importantes de Bédar. Me refiero al castillico de los moros.
Como a todo buen castillo antiguo, rondan varias leyendas sobre la existencia de un tesoro, lo que se ha traducido en numerosas «prospecciones» arqueológicas en forma de hoyos aquí y allá. Pero de tesoros no se sabe.
Se trata de un castillo roquero de época nazarita, un Hisn, según Leví Provençal, castillos ubicados en lugares elevados con accesos difíciles. Hace ya unos años, un arquitecto técnico de la Universidad de Granada, Mariano Martín García, tuvo a bien visitar este castillo, cuyo resultado fue la descripción que realiza de estas ruinas en su artículo «Notas para el estudio de la arquitectura militar en la zona de la Axarquía almeriense (siglos VIII al XVIII)(2)» aparecido en la revista Axarquía n º 3 del verano de 1998, pp. 67-68. En este interesante artículo, además de una pormenorizada descripción, el autor nos refiere la dificultad de acceso y el estado de abandono en que se encuentran las ruinas.
Cabe decir que ya no hay acceso alguno, existe un cartel en la carretera a Serena que indica la dirección a tomar para el castillo, pero es un camino a ninguna parte. Se puede subir si se va campo a través, pero es una trayecto largo y pesado.
El castillo se encuentra en la cima amesetada de una de las montañas. Esta meseta tiene dos niveles, la parte norte y este de la misma está a un nivel inferior al resto y con pendiente. Se puede apreciar el aljibe rectangular en el centro con uno de sus lados enrasados con la parte más elevada y parte de los lienzos de la muralla.
El aljibe del Castillo de Bédar es rectangular con unas dimensiones aproximadas de 3,5 x 2 m. y al parecer estaba cubierto con una bóveda de mampostería (piedra sin labrar unida con mortero de cal) sus paredes de hormigón de cal evitaba que se filtrara el agua. Normalmente los aljibes se recubrían con sustancias que evitaran que el agua se corrompiera (por eutrofización o enriquecimiento del agua que favorece la proliferación de organismos y su posterior putrefacción); para tal menester se solía usar la almagra, un compuesto a base de resina de lentisco, arcilla roja y óxido de hierro.
La parte de la meseta situada al norte-noroeste está llena de abundantes restos de muros de mampostería en hiladas, pero es en la parte sur-suroeste donde se encuentran observar todavía algunos muros que se mantienen en pie, así como también algún fragmento de muro en la entrada por el este, los restos de las torres que que defendían el acceso.
En la siguiente entrega de las no-maravillas de Bédar, hablaré un poco sobre las ermitas de la Virgen de la Cabeza, la ermita olvidada de San Gregorio, el cementerio antiguo y las historias que sobre estas ermitas se cuentan.