Una historia de castillos y atalayas

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Representación del castillo roquero de Bédar.

No es mi intención la de realizar ningún estudio arqueológico ni escribir la historia de Bédar y Serena, pero no puedo evitar interesarme por el tema. Así que sigo con el tema a riesgo de que me vuelvan a calificar de «erudito local», término que no me gusta en absoluto y que todavía sigue desprendiendo ese tufillo a elitismo tan característico de determinados profesionales académicos dedicados al estudio de esa «historia general». No creo que Bédar necesite que nadie «exalte» sus glorias, ni que hayan pasado por aquí los fenicios o romanos para sentirnos más importantes, ni tampoco que haya sido el lugar de origen o de estancia de personajes importantes. Claro que, de cara a una proyección turística del pueblo, no estaría mal que Aníbal hubiera descansado en Bédar en su viaje hasta Roma, o que Cneo Pompeyo parara en Bédar a comer. Pero la verdad es que no se tiene ni idea sobre su origen.

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Representación del castillo roquero de Serena.

Ya que parece que Bédar, como «ente» histórico local no tiene mucho que aportar a la historia «general» (exceptuando las pinturas de la Basalta, que parece que tienen algo que aportar al arte pictórico andalusí en el contexto hidráulico), yo me pregunto qué tiene que aportar lo que se sabe de la historia «general» a la historia local de Bédar. Es decir, ¿puede ayudarme de alguna manera lo que se sabe o se ha estudiado hasta ahora a interpretar lo que en Bédar hay? Algunos datos sí que se pueden extraer de la gran cantidad de artículos de académicos profesionales y libros sobre el tema que existen.

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Cima amesetada del cerro donde se encuentran los restos del «castillo de los moros» o castillo nazarita de Bédar.

Tampoco cabe esperar que se emprenda, ni a corto ni a medio plazo, ningún tipo de estudio arqueológico en Bédar-Serena. Parece que la falta de presupuesto y la poca relevancia para la «historia general» son determinantes. No creo que el hallazgo, hace relativamente poco, de un castillo de época nazarita desconocido y una atalaya en Serena, cambiarán esta realidad.

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Restos de cerámica superficial en el castillo de Serena.

Bédar y Serena formaron parte de la frontera del reino de granada durante los siglos XIV y XV. Fue durante el reinado del rey de Granada Muhammad V que se construyeron y repararon la mayor parte de las fortalezas de la frontera. Cada núcleo de población, por pequeño que fuese, debía disponer por lo menos de una torre de refugio para la población. Una serie de atalayas vigilaban la posible llegada de tropas enemigas.

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Otros restos superficiales del castillo de Serena. Algunas monedas de época nazarí, anillos, una contera de estilete, un clavo de atalaje, una punta de virote de ballesta, botones, etc.

Sin duda fueron tiempos difíciles, los ataques cristianos se cebaban especialmente sobre las poblaciones de la frontera. Se sabe que en 1436 las tropas murcianas ocuparon varias plazas nazaritas, entre ellas Bédar. Pero no Serena. Bédar fue recuperada por las tropas nazaritas entre 1446 y 1447, bajo el reinado de Muhammad X «El Cojo».

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Algunos fragmentos de cerámica incisa superficial del castillo de Bédar.

Sin embargo, y pese a la cercanía, desde el castillo de Serena no se tenía contacto visual con el de Bédar, debido a la orografía del terreno. Debía haber, por lo tanto, alguna atalaya que permitiera esta comunicación. El lugar más probable para su ubicación era el del cerro de la Cruz, desde donde además se podía controlar el camino entre Bédar y Serena, que seguía después en dirección a Sorbas. Allí encontramos recientemente los restos de una atalaya, desde la que se podía ver directamente el castillo de Serena, pero no el de Bédar. Desde donde estaba ubicada esta atalaya sí que se puede observar, hoy en día, el pueblo de Bédar y el cerro del Pecho. Algún autor ha comentado, alguna vez, la posibilidad de que en este cerro existiera alguna antigua atalaya. Esta suposición se basa en el hecho de la presencia de restos de cerámica medieval en la cima. Yo mismo pude comprobar que, en efecto, hay bastantes restos de cerámica en esta ubicación, muy similar a lo que se puede encontrar en los castillos.

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Otros restos superficiales del castillo de Bédar: fragmentos de cerámica esgrafiada al manganeso, considerada de lujo. También unas pinzas dentadas, un instrumental médico que se utilizaba para pequeñas intervenciones en la piel, como la extracción de cuerpos extraños. También podemos ver una punta de flecha de sección cuadrangular.

La ubicación de la atalaya del cerro de la Cruz, desde la que no se podía ver el castillo de Bédar pero sí este cerro, apoya la hipótesis de la existencia de esta segunda atalaya. Con ambas atalayas quedaban conectados los dos castillos, de manera que pudieran alertarse mutuamente si había problemas.

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En las fotografías superiores: atalayas de vigía del castillo de Teresa, en la vecina sierra Cabrera. Desde ella se tenía una amplia panorámica del curso del río Aguas y la sierra de Bédar al fondo.

Finalmente, Vera capituló en 1488 ante el rey don Fernando, y tras Vera hicieron lo mismo todas las villas y alquerías de la zona. El Macarche, por Bédar y Almaf Canif por Serena, se entregaron al rey Don Fernando.
Tras la conquista, las fortalezas de Bédar y Serena fueron derribadas para evitar que fueran utilizadas de sublevación. Ahí acaba la historia conocida de estas fortalezas.

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Restos de la atalaya del cerro de la Cruz.

El castillo de Serena fue olvidado durante mucho tiempo hasta que hace unos años, y siguiendo las pistas que daba el libro de Repartimiento y Apeo, fue de nuevo redescubierto. De ahí que en superficie se hayan encontrado más objetos de metal que no en Bédar. Destaca la presencia de más fragmentos de cerámica esgrafiada al manganeso, que se utilizaba especialmente para el servicio del agua y que podría considerarse como de lujo. Hay que señalar también el hallazgo de una pieza de instrumental médico en el castillo de Bédar, en concreto unas pinzas dentadas, que se utilizaban para pequeñas operaciones sobre la piel.

Todos estos objetos que hablan de tiempos complicados, pobreza y guerra: puntas de flecha y virotes de ballesta, escorias de hierro, fragmentos de plomo, anillos, una contera de estilete… También algunas monedas, feluses (uno con la fecha de 1474) y dirhams nazarís perforados (posiblemente usados como adornos o amuletos). También se han encontrado entre los restos superficiales de los castillos dos herraduras y un clavo de atalaje, los caballos eran una de las posesiones más caras.

Para acabar, presento algunas fotografías de los restos superficiales del castillo de Serena. El hecho de que no se conociera su existencia explica el hecho de que se hayan encontrado muchas más piezas metálicas en superficie que no en Bédar, a pesar de que la zona ha sido también afectada por pequeñas obras. La destrucción de este castillo por las tropas cristianas se hizo a conciencia, la superficie está ocupada por escombros y restos de los paramentos de lo que debió ser el aljibe, y tan solo quedan pequeños fragmentos de la muralla y de lo que parece que fue un torreón. Como resultado, es muy difícil reconocer que allí hubo un castillo si no fuera por los restos de cerámica, parece una cima más de uno de los cerros.

En comparación, el castillo de Bédar se encuentra completamente libre de escombros, pues son muchos años de ir allí a la búsqueda del «tesoro de los moros» y de utilizar las piedras en caballones y otras construcciones. Varias son las cosas que se dice que se han encontrado allí, muchas simples leyendas sin fundamento, y muy complicado encontrar algunos restos que se sepa, con un razonable grado de seguridad, que provienen de este castillo. Sin embargo, el castillo de Bédar conserva su aljibe y muchos más restos de muros que el de Serena, cosa que lo hace mucho más interesante de visitar.

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Nueva torre vigia nazari

Sigue siendo emocionante encontrar cosas nuevas, pero la sierra de Bédar no deja de dar sorpresas. Últimamente he estado contando muchas cosas respecto a la recién constituida asociación de amigos del Argar-Fuente Álamo, y contaré muchas más, pero hoy toca volver a Bédar.

Los importantes restos de la cultura del Argar están llamados a ser un foco importante de atracción turístico-cultural a esta región de Almería. Hay que evitar caer en localismos sin sentido. Aunque los yacimientos más importantes están en Antas, lo que es bueno para Antas, lo es también para Bédar, y lo es bueno para Antas y Bédar, lo es para toda la comarca. Creo que es muy importante que todos los pueblos y ciudades circusncritos en el antiguo área de extensión de la cultura del Argar, se animen a participar en el proyecto, y con más razón Bédar, donde también se pueden encontrar enterramientos de esta época, y donde se encuentran una de las minas de cobre que, sin duda, utilizaron.

Pero a parte de esto, cada localidad ha de saber cuidar y poner en valor su patrimonio propio, pues todo nuevo patrimonio puesto en valor, enriquece el ya de por sí enorme patrimonio que tenemos en común.

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Dicho esto, presentamos un nuevo resto arqueológico, es de suponer que de época nazarita, en Bédar. Durante el reino nazarí de Granada, Serena y Bédar eran dos localides independientes, con sus correspondientes castillos y mezquitas. Bédar y Serena estuvieron, durante un tiempo, en la frontera de este reino. Tuvieron, por tanto, que sufrir todos los inconvenientes que eso suponía, incluidas las razzias cristianas.

Debieron disponer, por lo tanto, de puestos de vigía, como ocurría en toda la frontera. De estas atalayas de vigía hay muchos ejemplos en la antigua frontera nazarí. En Bédar, en concreto, se sabe que a parte del castillo «hisn», había una atalaya en el cerro del pecho. La presencia de restos de cerámica medieval así lo atestigua, pero no queda nada de la construcción original tras la construcción en el lugar de una pequeña ermita y, posteriormente, los efectos la explotación minera.

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¿Y que pasaba con Serena? Serena, escondida en su barranco, está muy bien oculta. Desde su «hisn» se tiene una buena panorámica de cualquier peligro que pudiera venir desde el río Jauto, vía natural de acceso, pero por la disposición de la sierra no permitía contemplar al pueblo vecino.

Partiendo de la premisa de que tenía que haber algún tipo de contacto visual entre ambos pueblos, empezamos a sospechar de que podría haber existido una atalaya «de contacto» entre ambas. Dada la orografía, identificamos la posición más probable, fuimos y… bingo.

No nos sorprendió saber a posteriori de que en el pueblo ya se hablase de que «allí hay algo», pasó lo mismo con las pinturas murales de la Basalta. El caso es que subí, junto a José Francisco Gallardo, a dicha posición, y encontramos lo que en este post mostramos.

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Se trata de los restos de una construcción rectangular de 7 metros x 4,2 metros, junto a una de las cimas. Sobre lo que parece una plataforma rectangular, se encuentran los restos de unas estructura rectangular u ovalada, construida con mampostería seca (no encontramos restos de argamasa). La presencia de restos de cerámica medieval (vasijas de almacenamiento y otras) no dejaba dudas sobre su origen. Dejo ya para los arqueólogos, si es que a alguno le interesa, la interpretación de estos restos.

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Desde ese punto no se puede ver el hisn Bédar, pero sí el cerro del pecho y la propia Bédar, por lo que en su tiempo tendría contacto visual directo con la atalaya de Bédar. Por el otro lado, se tenía contacto visual también con el hisn Serena. De esta manera, con una pequeña guardia en esta atalaya, cualquier aviso de peligro en uno u otro pueblo, era rápidamente transmitido al pueblo vecino, para que pudieran refugiarse en el castillo o en la mezquita fortaleza.

Las 7 no-maravillas de Bedar

Visto el resultado de la promoción a la que hacía referencia ayer, me veo obligado a lanzar la propuesta de las «7 no-maravillas de Bédar». Es decir, todo aquel patrimonio de Bédar que no se ha considerado lo suficientemente importante como para ser considerado «maravilla».
Como ya comentaba, el problema principal de Bédar es que todavía no se han dado cuenta de que eso del ladrillo ya se acabó. Claro que volverá a haber construcción, pero esa fiebre del ladrillo con tanto dinero fácil ya no volverá, por mucho que lo añoren. Proyectos mastodónticos como el campo de golf en ese secarral que es el Curato, la Bédar de los 50.000 habitantes o el más reciente de La Meseta (con un colegio nuevo para los niños que no hay) se ven ahora como disparates. Buenos tiempos eran aquellos en los que el presupuesto del ayuntamiento se duplicaba gracias a la monetarización de los terrenos procedente de la construcción alocada, es una pena que no se invirtiera en nada de futuro.

En esta primera entrega voy a hablar de uno de mis lugares favoritos, a la par que uno de los restos arqueológicos más importantes de Bédar. Me refiero al castillico de los moros.

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Como a todo buen castillo antiguo, rondan varias leyendas sobre la existencia de un tesoro, lo que se ha traducido en numerosas «prospecciones» arqueológicas en forma de hoyos aquí y allá. Pero de tesoros no se sabe.

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Se trata de un castillo roquero de época nazarita, un Hisn, según Leví Provençal, castillos ubicados en lugares elevados con accesos difíciles. Hace ya unos años, un arquitecto técnico de la Universidad de Granada, Mariano Martín García, tuvo a bien visitar este castillo, cuyo resultado fue la descripción que realiza de estas ruinas en su artículo «Notas para el estudio de la arquitectura militar en la zona de la Axarquía almeriense (siglos VIII al XVIII)(2)» aparecido en la revista Axarquía n º 3 del verano de 1998, pp. 67-68. En este interesante artículo, además de una pormenorizada descripción, el autor nos refiere la dificultad de acceso y el estado de abandono en que se encuentran las ruinas.

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Cabe decir que ya no hay acceso alguno, existe un cartel en la carretera a Serena que indica la dirección a tomar para el castillo, pero es un camino a ninguna parte. Se puede subir si se va campo a través, pero es una trayecto largo y pesado.

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El castillo se encuentra en la cima amesetada de una de las montañas. Esta meseta tiene dos niveles, la parte norte y este de la misma está a un nivel inferior al resto y con pendiente. Se puede apreciar el aljibe rectangular en el centro con uno de sus lados enrasados con la parte más elevada y parte de los lienzos de la muralla.

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El aljibe del Castillo de Bédar es rectangular con unas dimensiones aproximadas de 3,5 x 2 m. y al parecer estaba cubierto con una bóveda de mampostería (piedra sin labrar unida con mortero de cal) sus paredes de hormigón de cal evitaba que se filtrara el agua. Normalmente los aljibes se recubrían con sustancias que evitaran que el agua se corrompiera (por eutrofización o enriquecimiento del agua que favorece la proliferación de organismos y su posterior putrefacción); para tal menester se solía usar la almagra, un compuesto a base de resina de lentisco, arcilla roja y óxido de hierro.

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La parte de la meseta situada al norte-noroeste está llena de abundantes restos de muros de mampostería en hiladas, pero es en la parte sur-suroeste donde se encuentran observar todavía algunos muros que se mantienen en pie, así como también algún fragmento de muro en la entrada por el este, los restos de las torres que que defendían el acceso.

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En la siguiente entrega de las no-maravillas de Bédar, hablaré un poco sobre las ermitas de la Virgen de la Cabeza, la ermita olvidada de San Gregorio, el cementerio antiguo y las historias que sobre estas ermitas se cuentan.