Minas San Ignacio y Santa Cecilia. Serena (Bédar)

El Hoyo Júpiter y toda la zona minera que la rodea es una de las más importantes de la sierra de Bédar. A finales del siglo XIX, y partiendo de una serie de concesiones mineras que allí poseía la familia Orozco, la todopoderosa Compañía de Águilas estableció un plan de explotación de las inmensas reservas de mineral que atesora esta sierra.

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Para que la explotación resultara rentable, se instaló en 1888 un cable aéreo de transporte hasta Garrucha, del que mucho hemos hablado. Sin embargo, fue en 1885 cuando los ingenieros cubicaron la masa de mineral e idearon un ambicioso plan de explotación de la sierra. Este plan lo debemos al ingeniero noruego Fredrik Dietrichson y al alemán Ferdinand Putz.

Descubrir este plan de acción no ha sido fácil, dado la escasez de documentación preservada, pero gracias a los escritos de Dietrichson, a varios planos conservados, a la correspondencia de Manuel Figuera y a una exhausta investigación del terreno, tenemos una buena idea de cómo se desarrollaron estas labores, hasta configurar los restos mineros que, hoy en día, pueden ser visitados en la ya conocida ruta minera de Bédar.

Una de los planos que más información han dado ha sido uno de los que más nos ha costado interpretar. Veámolos aquí escaneado y reducido (el plano original es de unos 1,8 metros de largo):

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Plano inédito de superfície de las Cañadicas en 1896 perteneciente a la planimetría de la Compañía de Águilas. Al Norte (parte superior del plano) se observa una colina y el avance de las hoyas de explotación de la mina Júpiter, las rozas Colorada y Negra. Destaca el complejo sistema de transporte en superície, con planos automotores y diferentes túneles y tolvas.

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Fotografía de Los Pinos y el barranco de la Hoya desde la cima de la colina al norte de la concesión de Júpiter.

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Desde esa cima, y hacia en NE, se observa el pozo P con su castillete en el centro del barranco de la Hoya y al fondo el impresionante cerro Cabrero.

A diferencia de la mayoría de planos, éste representa las labores superficiales del Hoyo Júpiter y de la concesión de Porfiado durante 1896. Se observan las diferentes vías de transporte de mineral y de escombros, así como los principales «hoyos» o canteras de extracción de mineral. Como punto muy interesante, se ve la salida de la galería a la altura de la cabecera del Plano Grande, punto vital que fue la base del «descifrado» del plano.

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En las laderas de este cerro no faltan preocupantes fracturas del terreno que denotan la intensa actividad de minería subterránea. en algunos lugares, las vetas de óxidos de hierro son visibles en la calcita.

De una manera resumida, y para no aburrir al lector con demasiados detalles, cabe decir que donde hoy hay un enorme hoyo, antes había un cerro. Este cerro, casi de puro mineral de hierro, fue explorado en profundidad mediante una serie de pocillos. Gracias a la información obtenida por los pocillos, Dietrichson estimó que las reservas de mineral alcanzaban los 3.000.000 de toneladas, algo que al resto de ingenieros de la Compañía le pareció excesivo, para algunos incluso una idiotez. Nadie pensaba que las reservas sobrepasaran las 750.000 toneladas, y ese debió ser el parecer de los directores de la Compañía, pues ni compraron las concesiones a sus propietarios cuando tuvieron la oportunidad, ni instalaron un sistema de transporte de demasiada capacidad (el cable era barato y fácil de construir, pero de mucha menos capacidad que un ferrocarril).

Sin embargo, el tiempo le dio la razón a Dietrichson, pues las reservas de esta zona parecía no agotarse nunca. En especial cuando empezaron a explotarse las minas aledañas, que, poco a poco, fueron conectándose al cargadero de mineral ubicado en la concesión de San Manuel.

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Al Este del cerro se observa un pequeño desmonte donde antes se situó el pozo J (que durante un tiempo confundimos erróneamente con el pozo F). El pozo en sí ya no existe, en algún momento fue cubierto. Al fondo, y ya en el barranco de la Hoya junto al camino, se encuentran las escombreras de lo que fue el pocillo de exploración nº 8, que también fue enterrado.

En lo que concreta a la explotación, las concesiones de Júpiter, Porfiado y Mahoma fueron las más productivas, junto con la de San Manuel. Todo empezó con una enorme cantera, ubicada en las concesiones de San Manuel, Porfiado y Júpiter, siendo esta última la situada más al norte. De esta cantera, donde llegaron a trabajar 200 mineros en superfície, se extrajeron cantidades ingentes de mineral, y aún la capa de mineral de hierro seguía en profundidad. El problema fue que una vez alcanzada la cota 365, la cantidad de estériles que tenían que transportar para seguir trabajando en cantera era tan grande, que no había literalmente espacio para su almacenamiento. Fue entonces cuando empezó la explotación por galerías, que partían de forma radial de la parte más al Norte, al Este y al Oeste de esta enorme cantera. Desde ahí, la explotación se dirigió fundamentalmente hacia el Oeste, pues allí la Compañía disponía de más concesiones mineras con bastante buen mineral, mientras que las concesiones mineras al norte y Este fueron adquiridas por Chávarri (Santa Catalina y la Higuera, fundamentalmente).

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Al sur del cerrillo de Júpiter nos encontramos con un paisaje totalmente diferente. Se tratan de las minas San Ignacio y Santa Cecilia, al norte del Hoyo Júpiter. En el terreno, totalmente colapsado, se observan parte de las labores al descubierto.

Es por eso que hoy en día se puede observar el enorme Hoyo, que se correspondería con las concesiones de Porfiado y Júpiter, y más al norte una gran cantidad de bocaminas. El explicar cómo se desarrollaron y planificaron estas labores internas es algo complicado y no es éste el lugar, pero hay que decir que las explotaciones se dividían en numerosos trabajos diferentes. Estos trabajos, también llamados «minas», muchas veces eran entregados a partidarios (contratistas), pequeñas empresas mineras, muchas veces familiares, que explotaban a partido una pequeña parte de la mina, entregando el mineral a la Compañía. Tan solo algunos trabajos eran realizados por mineros a jornal de la Compañía, normalmente los más ricos o los que la Compañía considerara más importantes.

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El terreno irregular de las minas de San Ignacio y Santa Cecilia están sembradas de galerías y depósitos de mineral. Entre los restos, dos peligrosos pozos.

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Uno de los pozos, muy irregular y sin obra de refuerzo de mampostería, dispone de un pequeño murete en su parte superior. Siempre hay que andar con mucho cuidado por terrenos mineros.

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El segundo pozo, tan irregular como el anterior, conserva parte de una estructura de madera en su parte superior. Da la impresión que el pozo quedó al descubierto al hundirse parte del terreno.

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Vista del Hoyo Júpiter y de Porfiado desde la parte superior de las labores de San Ignacio.

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Depósitos de mineral en Santa Cecilia.

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Entre los restos, dispuestos de forma anárquica, se encuentra esta traviesa de vía minera.

En este trabajo «a partido», muy bien documentado, participaban no pocos mineros de Bédar, en pequeñas empresas de partidarios. Algunos de los nombres de estas «minas» nos han llegado hasta hoy día, como por ejemplo «Dos de Mayo», «Los lobos» o «la mina de Diego», sin que sepamos exactamente donde estaban. A parte de estas «minas a partido», las labores se dividían en diferentes sectores, independientemente de las concesiones donde se ubicaban. Estas zonas o «sectores» eran zonas más amplias que las «minas», aunque no sabemos qué criterios seguían para realizar estas divisiones.

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Las labores al Este del Hoyo Júpiter están menos desarrolladas. No sabemos si por disponer de menos reservas de mineral o por estar demasiado cerca de las concesiones de Chávarri (la Higuera y Santa Catalina).

De esta manera, sabemos que la zona minera al Este del Hoyo Júpiter (la zona entre las concesiones mineras Mahoma y Júpiter) se llamaba la «zona de San Jacinto». Disponemos de un plano de labores de esta zona, y tiene su interés porque se trata de toda la zona al Este del Hoyo, justo por debajo de donde se observa el Hoyo Júpiter en la actual ruta mineral y que llega hasta el pozo J, en Mahoma.

Siguiendo sin duda una forma sistemática y ordenada de trabajo, los pozos principales de extracción se denominaban con letras mayúsculas, así tenemos localizados con cierta seguridad el pozo F o «pozo de la Zaranda«, el pozo P (el que dispone de castillete), el Pozo J, el pozo M y el pozo H. Junto a éstos, había otros pocillos que eran de ventilación, con nombres de santos, sin olvidar los originales pocillos de exploración que se practicaron para explorar la zona (numerados del 1 al 10).

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Impresionante fotografía de los «balcones» y del socavón general del Hoyo Júpiter desde las labores de Santa Cecilia.

Las diferentes Hoyas o canteras (tambén rozas) a cielo abierto de Júpiter y Porfiado también recibieron nombres. Sabemos que en Porfiado se encontraban las rozas de Porfiado, San Marcos y del Teléfono. En Júpiter estaban las rozas Negra y Colorada, denominadas así por los diferentes minerales que se extraían, uno negro más rico en hierro y pobre en fósforo; y otro rojo más pobre en hierro y con más fósforo. En general, la Compañía  mezclaba los minerales de diferente calidad para obtener un producto homogéneo, en especial controlando la cantidad de fósforo, que no interesaba en absoluto a los compradores.

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Castillete del pozo P. Se trata del único castillete conservado en Bédar y que recuerda mucho a los de sierra de Almagrera. Una impresionante y simbólica obra que debería conservarse, el castillete amenaza derrumbarse si no se actúa a medio plazo.

La zona al Norte de los hoyos de Júpiter, que se encuentra justo al pie de la colina que se ve representada en el plano de superficie de 1896, fue explotada por galerías durante la fase de galerías, con varios pozos que creemos que fueron básicamente de ventilación. En esta zona se delimitaron las «minas» de las que hoy hablamos, las de San Ignacio y Santa Cecilia. Si los nombres se han conservado no es porque aparezcan en ningún mapa de los que quedan, se conservaron porque ambas minas fueron explotadas también por Hierros de Garrucha a mediados del siglo XIX. Muchos de estos antiguos nombres fueron recogidos por los mineros de Hierros de Garrucha, seguramente como parte de la información que el ingeniero Don Ovidio Fernández facilitó a Don Felipe Guillén. Los mineros de Hierros de Garrucha explotaron estas antiguas minas de San Ignacio y Santa Cecilia, explotando en retirada los pilares de mineral o «claves» que dejaron los viejos mineros, de manera que todo el terreno acabó colapsándose. Este hundimiento ha dejado una marca visible, un paisaje característico, en la zona al norte del Hoyo.

Y hasta aquí por hoy. Seguiremos con la minería de este interesante paraje.

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