Exposición «Montañas al Sur. Sierra Nevada en la mirada europea»

El pasado 15 de abril se inauguró en Granada la exposición «Montañas al Sur. Sierra Nevada en la mirada europea», una exposición conmemorativa del XXV aniversario de la declaración de Sierra Nevada como Parque Nacional (1999-2024). Esta exposición abarca un conjunto amplio y variado de relatos, impresiones, estudio e imágenes elaborados por viajeros, pintores y científicos procedentes de países extranjeros que viajaron al Reino de Granada, adentrándose en sus territorios y sierras y dejaron testimonio de su visita.

En esta importante exposición, que estará abierta hasta el mes de julio, el pueblo de Bédar ha hecho su pequeña aportación, prestando un álbum de fotografías de 1898 de la visita de una expedición minera al Sudeste español y Portugal promovida por la sociedad minera francesa Schneider y Compañía. La riqueza mineral del Sudeste español hizo muy habitual la organización de expediciones de prospección, integradas por ingenieros de minas y personal de las empresas interesadas en su explotación, que se hacían acompañar por guías locales. Las memorias técnicas que elaboraban solían acompañarse de un registro fotográfico más o menos amplio, que incluía no solo los yacimientos visitados, sino las localidades recorridas, las gentes que las poblaban y el recuerdo de las visitas turísticas que complementaban el viaje.

El álbum prestado a la exposición es particularmente rico en este tipo de material. Con más de 300 fotografías, realizadas en 1898, se muestran diferentes lugares desde Murcia hasta Moncorvo, en Portugal, incluyendo diferentes pueblos y grandes capitales como Almería, Granada, Córdoba, Sevilla y Madrid. Con excelentes fotografías, sobre todo de los pueblos de la Alpujarra Granadina, Motril, Berja, Rodalquilar… y por supuesto Bédar y Serena. Los ingenieros de la sociedad francesa buscaban yacimientos de hierro que poder explotar para alimentar sus fundiciones en Cette (la actual Sète), por lo que visitaron las minas de Clifton Pecket en la sierra de Bédar, incluidas las minas Mulata y Santa Catalina.

Minería de Bédar en la Feria de Vera de 2023

Ha llegado nuestras manos un ejemplar del libro de la Feria de Vera de este año 2023. Este prestigioso libro de ferias contiene habitualmente muchos artículos de interés, fuente de información para muchos investigadores.

Este año queremos destacar un extenso artículo que recupera la minería específicamente veratense, en especial sus principales protagonistas, las fundiciones de plomo y la Escuela de capataces de minas, haciendo incidencia en el patrimonio que hay llegado hasta nosotros. Esta minería es indisociable de la la del levante almeriense, que incluye también el importante patriomio bedarense.

Asociado a este artículo, se incluye un extenso reportaje sobre la exposición «Luces y Sombras», de la que hemos hablado en diferentes ocasiones en este blog y de la que la asociación APAMIBE fue organizadora. Con una asistencia récord de más de 7000 visitantes, en esta exposición se mostraron diferentes joyas del patrimonio minero bedarense, algunas desconocidas, como es el caso del escritorio del ingeniero de la Compañía de Águilas, Afredo Dorn, una vagoneta Bleichert original del cable Serena-Los Gallardos o el Sagrado Corazón original de la iglesia minera de El Pinar de Bédar.

Entre los modelos a escala expuestos, destacaba uno de la fundición «La Española», el palacio de Juan Anglada en Madrid y una de las locomotoras del ferrocarril de la Compañía Chávarri, Lecoq y Compañía, la locomotora «Bédar», de la línea Bédar-Garrucha con un vagón de mineral.

Entre los centenares de objetos expuestos, se podían encontrar todo tipo de material minero original, mucho procedente de la minería de Bédar, como carburos, cascos, barrenas… hasta un martillo neumático, pasando por teodolitos, pantómetros y hasta un prisma topográfico original utilizado por los ingenieros de minas en Bédar.

No podemos dejar de dar las gracias al Ayuntamiento de Vera y a los organizadores, en especial a su comisaria Magdalena Navarro Arias.

Guerra Civil en el levante almeriense: los sellos más curiosos relacionados con la minería

Las investigaciones que llevamos a cabo sobre la minería en el levante almeriense durante la Guerra Civil (incluyendo también los años de la República previos y la posguerra inmediata) son complicadas debido a la escasa documentación al respecto. Sin embargo, ya contamos con una interesante lista de sindicatos y ayuntamientos de Los Gallardos, Vera, Bédar, Huércal-Overa y Garrucha; organismos gubernamentales y otros extranjeros más sorprendentes que, de una manera o de otra, estuvieron implicados. Es importante recalcar que no se trata de una investigación sobre la Guerra Civil Española, se trata de lo que pasó en una comarca tan minera como es el levante durante esta época y las importantes repercusiones que tuvo.

Los resultados de estas investigaciones serán publicadas a su debido tiempo, pero para ir abriendo boca vamos a desvelar, siguiendo nuestro post anterior sobre «sellos de caucho mineros», varios de los sellos identificados hasta ahora. No indicaremos todavía en qué se relacionan con la minería, pero algunos se pueden intuir y algunos, sin duda, van a sorprender mucho.

Sorprende la cantidad y variedad de sindicatos y organizaciones en Los Gallardos, y por ellos empezamos. En esta un sello de la Juventud Socialista Unificada, decorado con una simple estrella.

Aquí tenemos los de la Sociedad de trabajadores de la tierra y oficios varios, de la Unión General de Trabajadores y el que ya conocíamos previamente, el del Comité Local Antifascista de Los Gallardos.

Aquí tenemos un interesantísimo y raro sello del Regimiento Popular Autónomo de Los Gallardos, firmado en diciembre de 1936. Sobre lo que era y su relación con la minería ya lo trataremos en otra ocasión, pero llama mucho la atención cómo se ha eliminado la corona del escudo y se ha sustituido por una estrella, un hoz y un martillo, denotando sus inclinaciones comunistas.

Los ayuntamientos, posteriormente Consejos Municipales, tuvieron que adaptar la simbología en sus respectivos sellos durante la guerra. La corona-castillo del sello de Bédar no daba muchos problemas, pero la monárquica del sello de Los Gallardos precisaba de un buen borrón en rojo para adaptarse a los tiempos que se vivían.

La Comunidad de Obreros Mineros de la Mina Fuensanta de Mazarrón tuvo una relación más que interesante con una conocida sociedad minera en Almería. La Piqueta, de Garrucha, también tuvo una serie de interacciones, muy relaccionadas con el puerto de Garrucha.

Sellos del Comité Ejecutivo de Enlace del Frente Popular y del ayuntamiento (posteriormente Consejo Municipal) de Bédar.

El sello del muy desconocido Hospital Militar de Vera y el de la Asamblea Local de la Cruz Roja Española de Huércal-Overa, en una carta del ayudante de minas José Pérez Alarcón. Ambos mantuvieron unas relaciones con empresas mineras que desvelaremos en su momento.

Es bien conocida la búsqueda de los alemanes de wolframio para los blindajes de sus tanques, pero también buscaron recursos y el sello habla por sí solo. En ambos casos, hay una historia que contar relacionada con el levante almeriense y su minería. La carta está firmada por un tal Schneider.

Un sello del Sindicato Obrero «Fraternidad» de Oficios Varios de Bédar. El nombre seguramente sonará a muchos bedarenses.

Dos sellos sin duda muy antagónicos. ¿Qué relación pudo tener los Talleres de Fundición «Pablo Iglesias» de Murcia con el levante almeriense durante la guerra? El segundo sellos nos muestra el sello del ayuntamiento de Los Gallardos en la inmediata posguerra.

Ciertamente, la Subsecretaría de Armamento del Ministerio de Defensa Nacional de la República Española en Almería, tuvo también algo que decir. El otro sello es, como se indica, del Distrito Minero de Almería.

Otro de los organismos gubernamentales que vemos implicados es el del Parque Central Automóvil del Ejército n.º 6 (Ministerio de Defensa Nacional, Dirección de Transportes).

Y hasta aquí la selección especial de hoy, esperamos que les haya gustado.

Los increíbles sellos de caucho mineros bedarenses de la exposición «Luces y Sombras» de Vera

Volvemos para analizar de los muchos objetos extraordinarios mostrados en la exposición «Luces y Sombras» celebrada hace los pasados meses de abril y mayo. Los que se dedican al estudio de la historia minera de nuestra provincia sabe lo difícil que es encontrar documentación original perteneciente a las muchas compañías mineras que se formaron, pues más difícil aún es contar con el material de oficina utilizado para generar esos documentos. Nos referimos a los sellos de caucho, imprescindibles para rubricar dichos documentos que ya son, de entrada, difíciles de encontrar.
Entre las muchas maravillas que pudimos ver en dicha exposición había varios sellos de caucho, cinco que fueron expuestos y dos que no. Hoy vamos a echarles un vistazo y sobre todo, volver a utilizarlos, algo que no se hacía con alguno de ellos desde hacía más de 100 años.

El primero de ellos estaba expuesto en «medicina y minería» y por una muy buena razón. Cuando lo volvemos a utilizar, nos aparece el sello de un médico, concretamente del médico bedarense Don Antonio Bolea, un personaje muy conocido en Bédar (una plaza del pueblo le está dedicada). No podemos olvidar que no solo fue médico del pueblo sino que también trabajó para la sociedad minera Unión Bedareña como médico perteneciente a la mutualidad Hispania. Un auténtico vestigio histórico.

Este otro sello estaba algo deteriorado por el mucho uso y los muchos años pasados, pero al volver a utilizarlo no tuvimos problemas en reconocer de qué se trataba por haberlo visto ya antes en algunos documentos. Se trata del sello de una de las sociedades cooperativas de mineros más antiguas, la sociedad La Igualdad de El Pinar de Bédar.

El siguiente sello es simple, pero hace referencia a la que fue una de las compañías mineras más importantes, la todopoderosa Compañía de Águilas, un sello que hemos visto en muchos certificados de trabajo de mineros de la misma, aunque normalmente con tinta roja.

La siguiente nos muestra otra de las sociedades mineras más importantes, la propietaria del cable aéreo Bédar-Garrucha. Se trata de la Sociedad de Explotación de las minas de hierro de Bédar, una filial de la Compañía de Águilas. Se trata también de un sello sencillo que se utilizaba básicamente en cartas y certificados para mineros, aunque a diferencia de la anterior, se solía utilizar con tinta azul, seguramente para evitar errores con la anterior.

El siguiente es quizás uno de los sellos de caucho más impresionantes y elaborados. Se trata de un sello de nuevo de la Compañía de Águilas-Sociedad Minera Anónima. El sello es también de mejor calidad, con una marca de latón en el pomo más elaborada (para identificar rápidamente la posición correcta del mismo) que se utilizaba para cartas más importantes. Como curiosidad, se indica «Apartado Vera Provincia Almería», por lo que podemos saber que se trata de uno de los últimos sellos de esta compañía minera utilizado en el levante almeriense, a pesar de lo cual ya sobrepasa los 100 años.

El siguiente sello no llegó a ser expuesto por falta de espacio, pero sí estuvo entre los objetos cedidos a los que hemos podido acceder. Se trata de un sello más moderno que los anteriores y que, por las informaciones que poseemos, posiblemente perteneció a un ingeniero de TRAMISA (Tratamientos Minerales SA), una empresa que se dedicó al lavado de minerales en Bédar y en la zona de Cabo de Gata. Lo único que se puede leer es «Ángel Vicente Grespo» y «Almería«. El resto del sello ha sido deliberadamente borrado, seguramente para poder seguir utilizándolo tras un cambio de empresa y de dirección, que podría tratarse perfectamente con la empresa minera mencionada.

El último sello, compañero del anterior y seguramente del mismo dueño. La utilidad es evidente.

Vestigios de la historia: la primera vagoneta de cable aéreo preservada en Almería

Tras su dificultosa recuperación para la exposición celebrara en Vera (Luces y Sombras), la vagoneta aérea ha vuelto a Bédar, donde ha sido emplazada a la entrada del parking del cementerio, sin más ceremonia ni cartel o panel explicativo que indique al eventual visitante de qué se trata.
Recuperada gracias a los esfuerzos de la asociación Correcaminos de Turre, la Asociación para la Protección del Patrimonio minero de Bédar (APAMIBE) y la colaboración de los ayuntamientos de Bédar y Vera, se trata de una de las vagonetas del cable aéreo de transporte de mineral de hierro que conectó Serena con Los Gallardos construido por la empresa García de Legarda, Hijo bajo la dirección de Joaquín Larragoiti, que ya venían de instalar un cable aéreo similar en el Pirineo de Lérida, entre Malpàs y Xerrallo.

Carretón y detalle del sistema de enganche

El cable, de casi 4 km de longitud, empezó a funcionar en 1956, transportando mineral de hierro desde la mina de San Manuel hasta un cargadero junto a la carretera de Los Gallardos, desde donde se enviaba en camiones hasta Garrucha para su embarque.

Patente del fabricante alemán Adolfo Bleichert

Existían varios fabricantes de estos ingenios, con sistemas diferentes de enganche y transporte. Este cable concreto se trataba de una patente del fabricante alemán Bleichert, un fabricante prestigioso y muy conocido. Se trataba de un sistema bicable, en el que uno de los cables servía de carril y el otro, que era móvil, traccionaba las vagonetas gracias a un motor eléctrico. La diferencia principal con otros sistemas de cable de transporte era el enganche de la vagoneta al cable motriz, un de los aspectos más importantes ya que en los descargaderos y cambios de dirección del cable las vagonetas debían poder desengancharse y engancharse fácilmente. El sistema Bleichert utilizaba las vagonetas se enganchaba por medio de un ingenioso sistema de mordaza patentado por Bleichert que se accionaba por el propio peso de la vagoneta.

A la izquierda, sistema que evitaba el vuelco de la vagoneta. A la derecha, número sobre la percha de la vagoneta, la recuperada en Bédar es la número 25.

¿Existen otras vagonetas expuestas de este tipo o otros elementos de un cable similar en España? Realmente, los cables aéreos de transporte de minerales son un poco como los hermanos pequeños de los ferrocarriles por raíles tradicionales. De hecho, a veces se hace referencia a ellos como «ferrocarriles aéreos» y han sido relativamente poco estudiados. La conservación o puesta en valor de este tipo de instalaciones antiguas no es frecuente, pero aún así tenemos dos ejemplos que se publicitan por internet. Así nos encontramos con la vagoneta, también sistema Bleichert, preservada y expuesta en Viveiro del cable de las minas de Silvarosa (Lugo) y un interesante proyecto para recuperar un antiguo trazado de funicular entre Novo y Sierra con varias columnas de cable, también en Galicia, del cual se ha solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), sin que sepamos todavía si se han recuperado o expuesto vagonetas. Otra columna y dos vagonetas están también expuestas en Suria, algo más recientes. Y eso es todo lo que hemos podido encontrar (si alguien conoce más ejemplos, estaremos encantados de conocerlos).

A la izquierda, columna de cable preservada del funicular entre Novo y Sierra. A la derecha, vagoneta Bleichert preservada en Viveiro (Lugo).

En todo caso, podemos afirmar sin lugar a dudas que se trata de algo único en la provincia de Almería, que sin embargo tuvo una historia muy rica en este tipo de transportes que tan eficazmente eran desmantelados cuando dejaban de prestar servicio. No deja de llamarnos la atención que este tipo de instalaciones empiecen a declararse como BIC, pues aparte de la vagoneta preservada, el cable aéreo Serena-Los Gallardos, se conservan mucha de las instalaciones de su trazado, incluida una tensora, la estación motriz y muchos de los soportes de las columnas.

Dos ruedas de vagoneta aérea recuperadas en la sierra de Bédar en el trazado del antiguo cable Bédar-Garrucha, con algunas diferencias. En Bédar funcionaron diversos cables, sistema Pohlig, Bleichert y Roe.

Para concluir, podemos afirmar que la vagoneta que se expone en Bédar, que esperamos que pronto cuente con algún tipo de información y/o inauguración oficial, es una auténtica rareza digna de todos los cuidados. Y no podemos acabar sin indicar que Bédar aún reservan alguna sorpresa para el escasamente representado patrimonio de los «ferrocarriles aéreos», pues recientemente la Legión española tuvo a bien recuperar una canasta de uno de estos ferrocarriles que, puede, sea la de más antigüedad hasta el momento conservada en España, pues se trata de una vagoneta de sistema aéreo de sistema Pohlig, otro fabricante alemán muy conocido, instalada en 1909 por otro no menos conocido alemán, el ingeniero Carlos Bahlsen, para dar servicio a una mina de nombre Carabinera. Este cable conectaba con otro de los cables aéreos míticos almerienses, en cable de Serena a Garrucha, que fue en su momento el más largo, el de más capacidad y con el que el fabricante Pohlig revolucionó este tipo de sistemas de transporte a nivel internacional. Todavía no sabemos qué destino a previsto el Ayuntamiento de Bédar para esta centenaria vagoneta.

Vagoneta recuperada por la Legión del ramal de cable de la mina Carabinera en Serena (Bédar) de 1909. Este cable fue fabricado e instalado por el ingeniero Carlos Bahlsen en La Maquinista de Almería, utilizando el sistema patente Pohlig, que conocía muy bien como director que fue también del cable Bédar-Garrucha. Como detalle interesante, presenta un fondo de madera que amortiguaba la caída del mineral, evitando el deterioro del fondo de la vagoneta, un detalle de la calidad del trabajo de esta fundición de hierro almeriense.

Aparte de esta segunda vagoneta, se conservan algunas rodaduras del antiguo cable Bédar-Garrucha (las ruedas que se movían por el cable fijo portador en lo que se conocía como el «carretón»), además de algunos enganches de las antiguas columnas y fragmentos de cable.

Fotografía de varios operarios sobre una columna del cable de Malpàs a Xerallo, en el Pirineo de Lleida. Este cable, muy similar al de Bédar, fue instalado poco antes del inicio de las obras de su homólogo almeriense por el mismo ingeniero, Joaquín Larragoiti. Fotografía cortesía de Feliu Izard

Trinidad (Palomares): la fundición olvidada de Hilarion Roux

Volviendo al asunto de las fundiciones y sin abandonar el área de Palomares. En los primeros tiempos tras el descubrimiento del filón de plomo argentífero en Almagrera, se instalaron diversos establecimientos de fundición, no solo de los tradicionales “boliches” sino también de fundiciones basadas en hornos de cuba, como ya vimos en nuestro anterior artículo, cuyo coste no era tampoco especialmente exagerado. Muchas de estas primeras fundiciones, generalmente de pequeñas dimensiones, no fueron muy exitosas y rápidamente cerraron, como es el caso de Carmen de Bédar; San Juan (Los Gallardos); Los Pobres de Huércal (Huércal-Overa); Concepción en Vera, y las de Grima, la Encantada y Santa Rosalía en Cuevas del Almanzora.

La fundición que hoy analizamos forma parte de estas fundiciones del periodo que hemos denominado “de primera fase” y que hemos establecido entre el descubrimiento del filón de Almagrera en 1839 y 1850, con la crisis del mercado del plomo. Aunque no es muy conocido, en esta primera fase hubo un factor adicional que favoreció la instalación de fundiciones en toda la comarca: la presencia de antiguas escorias de fundición.

Inicialmente las escorias de fundición de trabajos antiguos eran despreciadas y consideradas perjudiciales para el cultivo de las tierras. Las primeras denuncias de concesiones para la explotación de escorias se realizaron en los distritos de Cuevas del Almanzora y Vera, tras encontrarse granos de plomo fundido entre algunas escorias en 1841. No fue, sin embargo, hasta 1843 que los fundidores de Cartagena consiguieron fundir escorias con éxito y aprovechar el plomo que todavía contenían, especialmente de los escoriales romanos y fenicios, que debido a los métodos más primitivos usados para su fundición (hornos de baja temperatura), podían obtener hasta un 17% de plomo. Rápidamente se reguló la concesión estas demarcaciones, de manera que para que se aceptara se exigió que se estableciera, en un plazo no superior a un año, el lugar en el que esos escoriales se iban a beneficiar.

Plano de 1904 de los terrenos propiedad de la Compañía de Águilas.

Los motivos por los que este punto del litoral delante de Palomares (playa de Quitapellejos y Vera-Playa) fue un punto de concentración metalúrgica desde mediados del siglo XIX y hasta principios del XX, es una de las cuestiones que no tiene una respuesta clara. Aparentemente demasiado lejos de la principal fuente de minerales. San Javier, Madrileña (no muy lejos), San Andrés y Don Guillermo/Santo Tomás, sin contar la fundición de la que nos ocupamos hoy y otra que estuvo casi a punto de construirse al lado de Don Guillermo por parte de la Sociedad Metalúrgica de Mazarrón, nos indican que era un punto propicio para los industriales que hicieron su inversión en dichos negocios.

La principal ventaja fue sin duda el tratarse de un punto de la costa con la profundidad suficiente para facilitar las tareas de cargas y descarga de vapores de cierto tonelaje. Estas fundiciones contaban con sus propios embarcaderos y, la aparente ventaja de la lejanía de las minas, debía verse compensada con no tener que transportar el combustible necesario, que llegaba usualmente en vapores desde Inglaterra. Tampoco tenemos que olvidar que el coto de Herrerías no está muy lejos, así como la zona minera de Los Pelados, y que la Compañía de Águilas acabó instalando un ferrocarril que conectaba Palomares con Herrerías.

Una de las chimeneas de la fundición San Javier a la izquierda con los restos de una de las galerías de humos. A la derecha, vista de un barco de carga de yeso desde Quitapellejos.

A la derecha, los restos del molino que se confunde muchas veces con un horno de fundición por su forma. A la izquierda, escorias cercanas a donde se encontraba la fundición Trinidad.

En el análisis de las fotografías aéreas de los vuelos americanos y gracias a la documentación consultada, nuestro equipo pudo identificar rápidamente las cuatro principales fundiciones: Madrileña, San Javier, Don Guillermo y San Andrés. Sin embargo, los restos de uno de los edificios, unas instalaciones con los típicos arcos que se instalaban en las baterías de cuba, seguían sin ser identificados.

La respuesta a la fundición sin nombre la encontramos finalmente en el Archivo Histórico Provincial de Almería, en la que pudimos documentar una fundición de nombre Trinidad que se instaló en Palomares, término de Cuevas, lo que deja clara su ubicación y lo diferencia de los restos de la fundición Don Guillermo, que se encuentran justo al lado, pero ya en el pago de Palomares del término de Vera.

Mención al «pago de Palomares» en el pleno de una sesión ordinaria del Ayuntamiento de Vera de 4 de julio de 1897.

La efímera fundición fue construida por el banquero e industrial de origen marsellés Hilarion Roux (1819-1898), que en 1842 se trasladó a España como corresponsal de la casa Rothschild y para gestionar sus propios negocios. Instalado en Cartagena, se fue introduciendo progresivamente en la minería y metalurgia, especialmente en la sierra de Cartagena-La Unión y en Mazarrón, además de otros negocios fura de España, creando la Compagnie Française des Mines et Usines de Escombrera-Bleyberg.

Esta, hasta ahora, desconocida fundición almeriense de Hilarion Roux estuvo muy poco tiempo activa, entre agosto y octubre de 1845, con una producción de tan solo 109 quintales con 2 libras de plomo argentífero, que fue transportado hasta la fundición San José de Cartagena para desplatarla, porque por su contenido en plata no podía exportarse. El objetivo de esta fundición está bien definido: “esta fábrica fue construida para fundir las horruras de las demás de este distrito, y no teniendo cuenta a sus dueños continuarla, fue abandonada el 27 de octubre.”

Fotografía aérea y reconstrucción artística de los restos de la fundición Trinidad junto a los de Don Guillermo en funcionamiento.

Los terrenos fueron adquiridos posteriormente por la Compañía de Águilas cuando adquirió la fundición San Javier, instalándose unos almacenes en donde se encontraba la fundición, tal y como podemos ver en el plano de las propiedades que adjuntamos.

Actualmente no queda absolutamente nada de esta fundición, tampoco hemos localizado fotografías de los restos. Las fotografías aéreas nos muestran varias estructuras alargadas con los típicos arcos de mampostería donde se instalaban los hornos de cuba como los que podemos ver en otras fundiciones de la zona y, posiblemente, se intuye también un patio. En los planos de la Compañía de Águilas se observan depósitos de “horruras” cerca de la misma, cerca de los restos del molino que, aún en día, se sigue confundiendo con los restos de un horno de fundición.

Y hasta aquí la historia de esta efímera, pero interesante fundición.

Reconstrucción artística de antiguo grabado que representa la fundición Carmelita en funcionamiento en Villaricos, con Sierra Almagrera a la derecha.

Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de un equipo de investigadores: Antonio González Jódar, M.ª Magdalena Navarro Arias  y José Berruezo García.

Juan Antonio Soler Jódar

30 de julio de 2023

La fundición San Andrés de Palomares (Vera)

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Si echamos mano de la historiografía oficial del levante almeriense, bien podríamos estar contentos de vivir en esta época y no, por ejemplo, en el siglo XIX, época de miseria en las que los trabajadores esclavizados en las minas morían debido a las malas condiciones y a la desnutrición, cuando no echaban jornadas interminables en el campo para alimentar a sus numerosas familias.

Pero ¿era realmente así? En esa época era perfectamente posible viajar en tren desde Garrucha a Bédar y la costa estaba, literalmente, ocupada por establecimientos fabriles que daban trabajo a centenares de personas, especialmente en la costa de Cuevas del Almanzora. La mayor parte de las minas eran tomadas a partido por mineros a cuenta propia o por medio de contratistas y los principales pueblos alcanzaban sus máximos históricos de población con todo tipo de negocios ligados a la actividad minera, especialmente en Sierra Almagrera y Sierra de Bédar. Vera, convertida en el centro administrativo de la región, albergaba ni más ni menos que una de las Escuelas de Capataces de minas además de todo tipo de comercios, gestores, hostales y otras empresas que proporcionaban todos los servicios necesarios a los negocios mineros. Garrucha era un puerto de referencia en los que numerosos viceconsulados controlaban los muchos negocios, no solo de minerales, que tomaban Garrucha este pueblo como su base de operaciones.

Toda esta actividad ha dejado un enorme legado patrimonial en todo el levante que, desgraciadamente, se ha ido perdiendo bajo la voracidad de la actividad urbanística. Y eso no es lo peor, porque el recuerdo colectivo de esa época fue distorsionándose hacia un falso recuerdo de miseria, hambre y explotación laboral que ha hecho que la gente no pueda ni siquiera imaginar que en esa época las industrias y empresas mineras pudieran estar dotadas de los últimos adelantos tecnológicos.

Vista aérea de los restos de la fundición San Andrés y Don Guillermo

En término de Vera, a poca distancia de Vera-Playa se encuentra una de las reliquias de esta época. Los restos de la fundición de San Andrés se han salvado casi milagrosamente (por ahora) de la acción erosiva del urbanismo. De la treintena de fundiciones que se instalaron en el levante almeriense, ya son pocas las que conservan tantos elementos como San Andrés, pudiéndose equiparar solamente a las fundiciones de El Tomillar y Esperanza Segunda en Cuevas del Almanzora. 

El interés de estos restos, aparte de su excelente ubicación perfecta para un uso turístico, es el hecho que cuenta con todos los elementos característicos de una fundición de plomo típica de finales del siglo XIX y principios del XX. Cierto que ha perdido su chimenea principal, que era de sección circular, pero todavía conserva varias chimeneas secundarias y, sobre todo, unas impresionantes galerías de condensación de humos que, salvo error en nuestras mediciones, la elevan al récord absoluto de longitud de una galería de condensación en una fundición de este tipo, con unos impresionantes 4,2 km de longitud total en una disposición elíptica muy apretada, superando los 3,5 kilómetros que alcanzó la de la fundición Santa Elisa de Mazarrón.

Y, desde luego, su funcionamiento no es tan sencillo como se podría pensar. La misma distorsión histórica de la que hablábamos al principio puede llevar a pensar que se trataba de hornos rústicos de ladrillo y arcilla alimentados con atochas de esparto y leña, evocando más a los primitivos “hornos boliches” de fundición que tanto abundaron especialmente en sierra de Gádor. Pero nada más lejos de la realidad, porque aunque bien es cierto que, sobre todo en una primera fase, se construyeron hornos boliches y fundiciones para plomo sin muchos medios técnicos, rápidamente las fundiciones adoptaron todos los avances necesarios. Hablamos de maquinaria a vapor y modernos hornos de fundición y desplatación perfectamente adecuados para tratar los minerales plomizos y argentíferos del país, sin olvidar tampoco las numerosas menas cobrizas de la zona.

UNA LARGA HISTORIA, 40 AÑOS DE ACTIVIDAD: 1872-1912

La fundición San Andrés tiene también una larga historia. Instalada en 1872 por Francisco Bravo Alarcón, que fue alcalde de Cuevas del Almanzora, la construcción fue favorecida en su momento por un periodo de estabilidad del mercado iniciado en 1849-1950, tanto por la demanda de plomo como por un aumento de la demanda de cobre en el mercado de Londres. Este contexto favorable se vio reforzado en 1869 con el descubrimiento de la plata nativa de Herrerías. En esta primera fase, la fundición fue dirigida por la empresa Bravo y Compañía, fundiendo sobre todo minerales de Almagrera. La crisis del sector hizo que a principios de la década de 1890 la fundición cesara su actividad, siendo adquirida por los Sres. Manuel Campoy Sánchez y Manuel Giménez Sánchez en 1894. Los nuevos propietarios siguieron un tiempo en actividad beneficiando minerales argentíferos de la mina Virtud de San José de Herrerías. En 1898 falleció el director, Manuel Giménez Sánchez.

En 1901 la fundición fue adquirida por el industrial de origen francés afincado en Cartagena Luis Canthal, pasando a la Sociedad Metalúrgica de Almagrera, una filial de la Sociedad Argentífera de Almagrera, bajo la dirección de Fernando Villasante, que estuvo en el puesto hasta su cese en noviembre de 1903. La nueva sociedad inició los trabajos con el encendido de 10 de los 14 hornos de los que disponía la fundición el 19 de enero de 1902 en una ceremonia en la que el párroco de Cuevas, Santos Mulero, ofició una misa. En 1903 era ya la única fundición del levante en seguir en funcionamiento.

En 1902, la Sociedad Argentífera de Almagrera decidió instalar una dinamo para facilitar el alumbrado de las minas de Sierra Almagrera, así como para suministrar electricidad a Vera y el puerto de Garrucha. Esta instalación se puso en funcionamiento el alumbrado eléctrico de la fábrica, una novedad en la comarca, de manera que podían iluminarse los amplios patios de la fundición, además de la extensa galería de condensación. La fábrica proporcionaba energía también para el puerto de Garrucha. Además, la fundición San Andrés era la que abastecía a la Central eléctrica de Villaricos con el carbón necesario para el funcionamiento de sus máquinas.  Por lo que se comenta en los periódicos de la época, la imagen de las galerías de condensación iluminadas de la fundición era visible desde muchos puntos de la costa, a modo de serpiente luminosa. 

En 1907 se instala también en la fundición una nueva máquina de vapor locomóvil, posiblemente para asegurar el flujo de aire adecuado para los hornos. En 1907 la fábrica fundía con ocho hornos de manga, siempre activos, con un total de 4.806 toneladas de plomo fundido, la mayor parte de la producción de Sierra Almagrera.  También se recogen las quejas de los vecinos de Palomares por el riesgo de intoxicación al que se exponían a causa de las humaredas desprendidas por las calcinaciones al aire libre que se estaban realizando en esos momentos, lo que indica que seguía en plena actividad.

En 1910 se contabiliza la producción de 590.317 onzas de plata y hasta 1911 no encontramos otra noticia, la de la instalación de una caldera de vapor en la fábrica. En enero 1912 se recoge también la muerte de un carretero, Juan Egea Martínez, que conducía un cargamento de piedra hasta la fundición.

En un legajo conservado en el Archivo de Vera de marzo de 1915, se recoge un robo efectuado en el almacén de comestibles de la fundición de San Andrés, en la que, aunque sin indicar explícitamente que estaba en funcionamiento, se informa de un basculista que estaba trabajando, indicando también que el director de la fábrica era en esos momentos Juan Gómez Rodríguez.

Entre los diferentes productos ofrecidos por este almacén nos encontramos con cajas de tabaco, cigarros puros, cerillas, alpargatas, calcetines, petacas, sacos de harina, navajas de Albacete y francesas, botones, tijeras, agujas, anteojos, chocolates y latas de ternera con guisantes. Las instalaciones se completarían con edificios administrativos, almacenes y laboratorio, de los que no quedan restos, seguramente por formar parte de la parte de la fundición afectada por la carretera.

Reconstrucción del aspecto de la fundición de la Atalaya en Garrucha.

BREVE RESEÑA SOBRE LA METALURGIA DEL PLOMO Y DE LA PLATA

Aunque no entraremos en una descripción en profundidad de la tecnología de fundición de plomo y recuperación de plata en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, sí que daremos algunos datos para comprender el estado de esta tecnología y de la evolución que experimentó, mucho más compleja de lo que se pudiera pensar.

Los hornos de fundición que prevalecieron durante la fase de minería anterior en sierra de Gádor y en las primeras fases en el levante almeriense, fueron los conocidos como “boliches”. Se trataba de hornos llamados de reverbero (en el que el combustible no se mezcla con el mineral), en los que se obtenía el plomo metálico por una reacción de “reducción por aire” gracias a los cambios de temperatura y control de los accesos de oxígeno por parte de hábiles maestros fundidores. Eran de fácil construcción y no precisaban de un combustible específico, por lo que se podía usar tanto leña como atochas de esparto. Sin embargo, no eran los más efectivos y mucho del plomo quedaba en las escorias (horruras), pero su bajo coste los hizo proliferar ampliamente.

Los boliches precisaban de minerales ricos y desaprovechaban tanto plomo en las horruras que se tuvieron que completar con hornos de cuba (el mineral se mezcla con el combustible) para tratar las horruras de los boliches. Estos hornos, sin embargo, precisaban de carbón exento de elementos volátiles (coque o carbón vegetal) para evitar interferencias en la reacción y también era necesario que el mineral estuviera oxidado (como pasaba con las horruras) y no en estado “crudo” en forma de sulfuro de plomo (galena). Estos hornos también precisaban de una corriente de aire forzado, que se introducía con fuelles (llamadas pavas) por medio de una manga, por lo que también eran conocidos como “hornos de manga”.

Paralelamente a estas fundiciones sencillas (boliches y boliches/hornos de manga), se empezaron a construir otras fundiciones mejor equipadas y que utilizaban como horno principal los más eficaces hornos de cuba en su versión “horno de manga”, además de otras instalaciones accesorias para desplatación o fabricación de productos manufacturados como son los perdigones.

En el levante almeriense, aunque se construyeron también los tradicionales boliches, fueron estas fundiciones más completas las que rápidamente proliferaron, por el sencillo motivo que la galena de Sierra Almagrera era muy rica en plata y era realmente la plata el principal producto. Para obtener esa plata primero se debía obtener el plomo metálico, y para ello no podían permitirse que parte de ese plomo (y la preciada plata que contenía) pasara a las escorias. Como el mineral crudo (la galena, un sulfuro de plomo) no podía usarse directamente, primero tenía que oxidarse en hornos de calcinación con leña, lo que podía hacerse al aire libre en pilas, en recintos o en hornos de reverbero. Ese mineral calcinado se conocía como “parva”, compuestas de óxidos de plomo a la que se añadían fundentes, conformando la carga de los hornos, que se completaba, generalmente, con coque (carbón destilado) de origen inglés o bien producido en las mismas fundiciones en unos hornos de cuba especialmente diseñados para ello. El óxido de plomo junto al carbono aportado por el coque eran los que aseguraban la reacción de reducción y liberación del plomo metálico.

Los hornos para desplatación de esa época eran las “copelas”, que podían ser por el sistema inglés o alemán (variando en la forma en como se accedía a la copela) y en la cual la desplatación consistía en aplicar una corriente de aire caliente sobre la superficie que iba eliminando el plomo en forma de óxidos (litargirios) dejando al final una “torta” de plata como resultado. Estos litargirios aún se trataban en otros hornos, esta vez de tipo reverbero, en los cual se obtenía el plomo metálico que contenían, para aprovechar el plomo como producto secundario a la desplatación.

Las fundiciones producían, por lo tanto, galápagos de plomo (pobre o rico en plata) y tortas de plata sin refinar. A partir de 1850 estas fundiciones empezaron a tratar también minerales de cobre, aprovechando un contexto favorable del mercado, produciendo cobres en mata sin refinar que eran exportados a fundiciones provistas con el resto de hornos necesarios para completar el refino del mineral, ya fuera en Inglaterra o Murcia. La posibilidad de obtener estas matas de cobre es gracias a que la tecnología necesaria era la misma que la utilizada para producir plomo.

La fundición San Jacinto en Vera/Garrucha.

¿ULTIMAS TECNOLOGÍAS?

Nos encontramos, pues, con tres tipos de hornos básicos en estas fundiciones: los de calcinación, los de fusión (hornos de cuba) y los de desplatación (copelas).

Mientras sierra Almagrera fue produciendo plomos ricos en plata todo fue perfectamente, pero cuando las leyes de plata empezaron a disminuir y los precios del plomo empezaron a no ser tan favorables, las fundiciones empezaron a verse obligadas a adaptarse. Esta evolución tecnológica la vemos en los tres tipos de hornos descritos y lo analizaremos uno por uno.

HORNOS DE FUSIÓN

A a la derecha, un horno de manga de la fundición San Jacinto (Garrucha/Vera). A la derecha, un horno Piltz

A la izquierda, esquema de un horno de gran tiro o atmosférico. A la derecha, un horno americano «water-jacket».

Inicialmente, las únicas mejoras en los hornos de fusión fueron las que experimentaron los sistemas de aire forzado, que pasaron de ser accionados por fuelles por medio de sufridos trabajadores a utilizar ventiladores movidos por mulas y, finalmente, eficaces máquinas de vapor.

En cuanto a los hornos, pronto empezaron a producirse avances que permitieron hornos de cuba mucho más eficaces que los tradicionales de manga. La introducción de los hornos de gran tiro o hornos atmosféricos durante la segunda mitad del siglo XIX aportaron la novedad de no necesitar aire forzado, pero pronto fueron desechados por consumir demasiado combustible. Más éxito tuvieron nuevos hornos que empezaron a utilizar refrigeración con agua de las toberas, como fueron los hornos Raschette o Kast, pero fueron los hornos alemanes tipo Piltz los que resultaron más eficaces, empezando a sustituir a los de manga en el levante almeriense hacia finales del siglo XIX. Su eficacia era incontestable, un solo horno Piltz era capaz de fundir tanto como 13 hornos tradicionales de manga. En San Andrés, estos hornos se instalaron hacia 1901 con el nuevo propietario, Luis Canthal, aunque todavía conservaron algunos de manga. Los nuevos hornos precisaron de nuevos sistemas capaces de proporcionar el agua necesaria, algo que ya comenzó a ser preciso con la instalación de las máquinas de vapor.

Posteriormente se introdujeron otros hornos que también utilizaban refrigeración por agua, los hornos americanos “water jacket”, de los cuales tenemos un ejemplo en el levante en la fundición Santo Tomás de Palomares hacia finales del siglo XIX.

HORNOS DE CALCINACIÓN

La evolución tecnológica también llevó a desarrollar nuevos hornos capaces de una calcinación más perfecta y con el menor gasto de combustible, aunque nos consta que el levante almeriense aún se usaban simples recintos rectangulares o incluso se continuaba calcinando en montones al aire libre.

A partir de 1900 se introdujeron nuevos sistemas de calcinación por medio de hornos de reverbero, concretamente los de Huntington y Heberlein. Sabemos que en 1902 se instaló en San Andrés un nuevo “horno reverbero, para poder atender con más grande eficacia y perfección á la producción de calcinar los minerales”, sin duda uno de estos dos nuevos hornos.

Batería de hornos de calcinación muy similar al de la fundición San Andrés.

HORNOS DE DESPLATACIÓN

Sin duda estos hornos son los que sufrieron una mayor evolución. Las tradicionales copelas pronto empezaron a ser insuficientes cuando las leyes de plata empezaron a disminuir. Estas copelas eran completamente ineficaces para el tratamiento de los “plomos pobres”, que por lo general se enviaban a otras fundiciones, en Almería o Inglaterra, con fundiciones capaces de tratarlos.  

Para tratar estos minerales pobres en plata, incluidas las tierras argentíferas pobres de Herrerías, solo había dos opciones, o implementar nuevas tecnologías de desplatación o enriquecer los plomos previamente para poder seguir utilizando las copelas.

Una de las primeras novedades fueron los hornos sistema Pattinson, que recuperaban la plata por cristalización, siendo la fundición San Andrés de Adra la primera que instaló uno de ellos, aunque nos consta que también se instalaron en algunas de las fundiciones del levante almeriense.  Lo que sí está suficientemente documentado es que en la fundición La Española, instalada en 1882 en la playa de Vera, se aplicó el proceso Parkes para la desplatación (por medio de zinc), sistema introducido por primera vez en Marsella en 1852. También sabemos que en 1899 se creó una sociedad anónima de nombre La Argentina para instalar una planta de lixiviación por cianuro en la antigua fundición Araucana de Herrerías (Cuevas del Almanzora).

Calderas para afino del plomo por el sistema del zinc de la fundición La Española (Vera)

A pesar de la implantación de estos nuevos hornos de tratamiento de minerales pobres en plata, en muchas fundiciones y, especialmente en el objeto de nuestro estudio, la de San Andrés, se seguían sistemas de enriquecimiento previo. Estos sistemas consistían en realizar fundiciones incompletas para obtener productos ricos en plata: las conocidas como matas. Estas matas no eran propiamente escorias, más bien productos mal fundidos pero que podían contener altas concentraciones plata, y de ahí su interés.

En general, el objetivo en los hornos de fusión era el de evitar estas matas, lo que solía deberse a una mala calcinación previa. La persistencia de sulfuros u otros productos indeseables en las parvas interfería en la reducción del óxido de plomo y generaban productos intermedios, que incluían muchos elementos indeseables además de grandes proporciones de plomo y plata. Esto obligaba a tener que tratar las matas de nuevo para extraer los minerales aprovechables que contenían.

Sin embargo, algunas veces el objetivo del procedimiento metalúrgico era, precisamente, la obtención de estas matas como producto deseado, lo que se conocía como «fundir por mata«. Esto lo vemos especialmente en los minerales cobrizos, en los que lo que se pretendía era obtener productos ricos en cobre y no cobre fundido refinado (ya se refinaría posteriormente en otras fábricas) y también interesaba obtener matas como procedimiento de enriquecimiento del plomo argentífero pobre, ya que estas matas argentíferas luego podían añadirse a parvas de plomo calcinado para aumentar su ley en plata.

El procedimiento era sencillo, y su descripción la obtenemos precisamente de las operaciones que se realizaban en San Andrés de Palomares.  En 1897 se utilizaban minerales argentíferos de una ley ínfima, hasta de 30 céntimos de onza en quintal castellano, de los vaciaderos de la minas Virtud de San José de Herrerías, logrando su concentración en matas con las que enriquecían los plomos que fundían en otros hornos  y que fluctuaba entre 90 a 100 onzas por tonelada. En 1902 se plantea en San Andrés la construcción de dos hornos más para “dar más extensión a la producción de matas”. 

Además de en San Andrés, se han documentado en varias fundiciones almerienses otros ejemplos de estas estrategias de enriquecimiento previo de los plomos por matas. Pero a pesar de todo, estos sistemas no debían ser muy eficientes y ya eran criticados en la época, como se recoge en la prensa en un premonitorio artículo publicado el 27 de agosto de 1899 en “El Ferrocarril” de Almería: “no es posible sostener los añejos hábitos de aquel distrito, pagando los minerales pobres de Herrerías y Almagrera a precios excesivos, fundiendo por mata sin plomizos, haciendo plomos demasiado ricos en plata, tratando menas argentíferas muy pobres (hasta de 0,15 y 0,20 onzas) en hornos minúsculos, etc., etc. Así no se puede fundir hoy, y nosotros, que lamentamos mucho lo que está ocurriendo, no podemos menos de recordar a los mineros y metalurgistas de Almería que hoy, y cada día más, lo que no progresa, muere.” Podemos afirmar que estos sistemas nunca llegaron a ser tan eficientes como los nuevos hornos diseñados para plomos pobres.

¿QUÉ APORTAN LOS RESTOS ACTUALES DE LAS FUNDICIONES EN EL LEVANTE?

En el levante almeriense quedan varios ejemplos de estas típicas fundiciones que, casi milagrosamente, se han conservado, pero que todavía no se han puesto en valor como merecen.  

Sin contar que todavía quedan diversas chimeneas de fundiciones casi completamente desaparecidas, hemos de destacar como las mejores conservadas las fundiciones Encarnación (El Tomillar), Esperanza Segunda y la Invencible en Cuevas del Almanzora, la fundición del coto de la Atalaya en Garrucha, la fundición Carmen en Bédar, y la de San Andrés en Palomares, en término de Vera.

Si tenemos en cuenta la accesibilidad y la cantidad de restos conservados, las fundiciones de Esperanza Segunda y San Andrés presentan unas condiciones excelentes para convertirlas en referentes de un tipo de establecimiento tan característico de nuestra comarca y que no deberíamos dejar desaparecer.

Sobre Esperanza Segunda ya hemos preparado un trabajo que no tardará en salir a la luz, por lo que nos centraremos en San Andrés de Palomares.

GALERÍAS DE CONDENSACIÓN DE HUMOS

El objetivo de estas galerías era el de proporcionar el tiro suficiente para el horno, alejar los humos tóxicos de los trabajadores y recoger en sus paredes el plomo que por un mecanismo de sublimación (paso directo de vapor a sólido) se iba depositando.

Claro que en esa época no se sabía exactamente por qué el plomo se depositaba en las paredes de la galería, ya que, no alcanzando las temperaturas de fusión del mismo, no esperaban que circularan vapores por ellas. Pero como era evidente que el plomo sí que circulaba, se creía que éste lo hacía en suspensión en las corrientes de aire, lo que motivó que se idearan diversos sistemas de recogida o “trampas de humo” para recolectar más plomo (ramas, rejas, cortinas de agua, etc.). Pero estos sistemas nunca dieron los resultados apetecidos porque, realmente, el plomo tiende a generar vapores a temperaturas por debajo de su punto de fusión.

Lo único que se demostró cierto fue que a más longitud más plomo se recolectaba, pero a cambio de reducir el tiro del horno (a más longitud de la galería, menos tiro) y tener que compensar gastando más combustible para compensar la falta de tiro y conseguir la fusión de los minerales. Es por eso que se buscaban emplazamientos elevados donde instalar las chimeneas (a más diferencia de altura más tiro), para aumentar así el tiro de los hornos y permitir galerías más largas y mejores recolectas de humos sin que supusiera un coste privativo de combustible. Es por este motivo que las chimeneas solemos encontrarlas en puntos elevados, como por ejemplo la chimenea del Calvario de Garrucha. Por el contrario, si estaban obligados a construir las chimeneas a la misma altura de la fundición, éstas debían ser bastante más altas, como ocurría con San Jacinto y La Española.

Estos principios explican el por qué las galerías son tan extremadamente largas y provista de puertas de entrada que permitían a los operarios entrar y “limpiar los humos”, una tarea peligrosa que se realizaba normalmente una vez al año, en la que los operarios los recogían con escobas y espuertas. La galería de San Andrés está especialmente bien conservada, en algunos puntos aún se ven masas grisáceas de humos apelmazados y la longitud, que supera los 4 kilómetros, puede considerarse como récord en este tipo de establecimientos.

La chimenea principal ha desaparecido, pero quedan varias secundarias pequeñas y la galería, de forma espiral muy apretada, conserva los restos de compuertas y otros sistemas que hacen pensar en una auténtica red modificable que podía adaptarse para alargar o reducir la galería en función del número de hornos que estuvieran funcionando. La red estaba también conectada a las baterías de hornos de calcinación y, posiblemente, a los de desplatación, en una red compleja que claramente muestra que se completó en diferentes épocas.

LOS HORNOS Y OTRAS INSTALACIONES

En cuanto a los hornos, se conservan varios hornos de cuba, posiblemente Piltz en los que, obviamente, han desaparecido todos los elementos metálicos. Se conserva también una batería de hornos rectangulares abiertos de calcinación y dos hornos de coquización, con numerosos restos de coque y hulla en los alrededores. Otras instalaciones hacen pesar en los edificios que albergaban las máquinas de vapor y los hornos de copelación y aprovechamiento de litargirios.

A la izquierda, los restos de uno de los hornos de cuba de San Andrés. A la derecha, un crisol de ensayo para minerales de cobre.

Parte de las instalaciones han desaparecido bajo la carretera y las edificaciones de Vera-Playa, pero todavía quedan los restos de una parte esencial de esta fundición, en un lugar privilegiado, que esperamos que se proteja y ponga en valor como es debido, como parte importante del patrimonio de Vera y del Levante almeriense con grandes posibilidades desde un punto de vista turístico.

Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de un equipo de investigadores: Antonio González Jódar, M.ª Magdalena Navarro Arias  y José Berruezo García.

Juan Antonio Soler Jódar

22 de julio de 2023

De lo práctico a lo lujoso: proveedores mineros en el levante almeriense

Al contrario que se pensaba, las minas almerienses del siglo XIX y primera mitad del siglo XX contaron con la mejor tecnología de la época. Aún persiste la idea errónea que el pasado de nuestra comarca estuvo marcado por la miseria y que en sus minas se trabajaba casi como esclavos de la época de los faraones, tirando a base de latigazos.

Nada más lejos de la realidad, la investigación de vieja documentación minera procedente del levante almeriense nos ha proporcionado las pistas de numerosos proveedores de los más variados productos necesarios para las minas de última tecnología (para la época), y no sorprende ver cómo se compró e instaló, por ejemplo, equipamiento eléctrico desde finales del siglo XIX, locomotoras de aceite pesado, motores diésel, cabrestantes eléctricos, motores de gas pobre, etc.

Daremos un breve repaso por algunos de estos proveedores encontrados entre la documentación minera de empresas mineras del levante almeriense desde finales del siglo XIX hasta los años 1930, gracias a la colaboración de nuestro equipo de investigadores (Juan Antonio Soler, Magdalena Navarro, José Berruezo, Antonio González y Ine Thijs).

La desaparecida Weyher & Richemond de Pantin (Sena), fue que proporcionó muchas de las máquinas de vapor que se instalaron en la sierra de Bédar y Almagrera.

Los motores Otto de las locomotoras Deutz también estuvieron presentes en el levante.

No podían faltar los fabricantes de cables aéreos de transporte, en especial el alemán Julius Pöhlig, de Colonia.

Lauffer & Cía suministraba, entre otros, modernos compresores y motores.

Lo motores de gas pobre del fabricante alemán Körting dieron muy buenos resultados en algunas minas, especialmente para el desgüe de labores.

Los compresores de la Ingersoll-Rand fueron también de elección para el servicio de los martillos neumáticos.

La Thomson Houston Iberica S.A. proporcionaba también excelentes motores, incluidos los eléctricos.

Parece que eran especialmente apreciados los quebrantadores de la Georg Merck de Hannover, aunque también disponían de diverso material de extracción y lavado.

Un clásico entre los proveedores era la Salvador Escudero Vidal, con su amplio catálogo de material para minas, incluidos malacates, tornos, vagonetas, herramientas… todo lo que se pudiera necesitar, incluidas las correas para motores de pelo de camello.

La francesa Decauville era también una de las más solicitadas, especialmente su vagonetas, plataformas giratorias y vías. En la fotografía, una curiosa fotografía de las instalaciones de la fábrica, con numerosas vagonetas y unos operarios ajustando una pequeña locomotora.

Los tractores Daimler es otra de las sorpresas, un día volveremos sobre el tema.

Otro de los proveedores de material para minas eran El Candado, en Almería. El propietario, Segundo Peón, tuvo mucha relación con la minería de levante, pero ya retomaremos otro día el tema.

Algunos propietarios pudientes y directores de minas no tardaron en adquirir vehículos para sus desplazamientos, eligiendo entre diferentes marcas, como la alemana Dürkopp.

Otro fabricante alemán, R.A.W. Automobile.

Para diferentes repuestos no hacía falta ir muy lejos, aquí tenemos a este fabricante de Almería.

La practicidad no tenía que estar reñida con la elegancia, aquí tenemos un elegante «Torpedo» del fabricante francés Berliet.

Los neumáticos de la época precisaban repuestos y vulcanizadores. Aquí tenemos un catálogo de Michelin de 1913.

Y para acabar, no nos podía faltar la mítica Pegaso.

La capilla minera de El Pinar de Bédar: la iglesia que sobrevivió a la guerra civil

Hoy arrojaremos luz, con documentos, sobre un hecho muy poco conocido de nuestra historia. Es comúnmente conocido que durante ese triste episodio de nuestra historia que es la guerra civil, se destruyó el patrimonio de muchas iglesias de nuestra comarca. Pero una se salvó: la iglesia minera de El Pinar.

En la pasada exposición “Luces y Sombras” realizada en Vera, se exponían dos objetos muy curiosos y muy relacionadas con la minería: un copón de eucaristía y una talla de un Sagrado Corazón originarios de la iglesia minera de El Pinar de Bédar. No hay que olvidar que El Pinar de Bédar era en su momento un poblado minero ligado a la Compañía de Águilas, que incluía los talleres, oficinas y todo lo necesario para dar servicio a las minas, como podía ser la cooperativa minera. Como era habitual en esos momentos, la empresa minera también quiso proporcionar auxilio espiritual a sus trabajadores, y para ello habilitó una capilla o iglesia. Aunque desconocemos la fecha en la que se instaló, ya aparece en fotografías de 1910. Y podemos decir que la Compañía de Águilas no reparó en gastos para su iglesia privada, como veremos más adelante, pagando un sueldo al párroco que se encargaba de realizar los oficios.

Reconstrucción de la capilla/iglesia de El Pinar de Bédar. El campanario se puede ver en una fotografía de 1910 y los planos de una empresa minera nos ubican dicha iglesia en el lugar marcado con color azul en la fotografía de las ruinas que acompaña a la ilustración.

Cuando cesó la actividad minera en la sierra de Bédar en 1922 las minas no fueron abandonadas, como se pensaba. La Compañía de Águilas siguió manteniendo las instalaciones y los servicios en el poblado, mientras que una cuadrilla de trabajadores se encargaba de mantener las minas con vistas a una reapertura, que se creyó factible hasta el estallido de la guerra civil en 1936. Y es aquí donde entran las historias que durante tanto tiempo se han contado en Bédar, en las cuales las tallas religiosas de la iglesia minera se salvaron del fuego, literalmente, y cómo parte de esa iglesia fue a equipar la expoliada iglesia de Bédar. En concreto, se sabe que una talla de San Fernando, que era el patrón de El Pinar y una talla de la Virgen de Lourdes.

Fotografía de las ruinas de El Pinar hacia los años 70/80 y ubicación de la capilla/iglesia según unos planos posteriores de la empresa TRAMISA que realizó trabajos en la zona. Con la flecha roja se muestra lo que parece que fue uno de los nichos de la misma. A pesar de lo que indican los planos, es posible que la construcción a la izquierda no fuera más que una vivienda más y que la iglesia solo fuera el edificio central.

Y hasta aquí lo que dice la tradición oral. Pero ¿cómo consiguió salvarse esta iglesia?, ¿es verdad que el retablo actual de la iglesia de Bédar era originariamente el de El Pinar?, ¿es cierto que las tallas de San Fernando y de la Virgen de Lourdes también proceden de esa iglesia?, ¿de dónde proceden los objetos expuestos?, ¿hubo otras iglesias de la zona que recuperaron objetos de esta iglesia?

Hoy contestaremos a estas preguntas porque, aunque sobrevivió a la guerra, la iglesia de El Pinar no sobrevivió al desmantelamiento del viejo poblado minero que ocurrió después de la misma. Pero, aunque el edificio desapareció, no pasó lo mismo con los objetos que albergaba.

Excepcional documento de agosto de 1936 en el que se aclara cómo se salvaron las imagenes de esta capilla.

Un documento excepcional de 2 de agosto de 1936, al poco de comenzada la guerra, nos indica claramente cómo y por qué se salvó esta iglesia. Fue el ingeniero Ismael Fernández el encargado que se quedó en el poblado durante toda la guerra, y fue realmente gracias a él que la iglesia se salvó. En esta carta, el ingeniero escribe al director general de la Compañía, el alemán Alfredo Dörn, que estaba en Mazarrón cuando estalló la guerra. Como súbdito alemán, Dörn no tardó mucho en salir de España por Cartagena, dejando a Ismael como encargado. Ismael relata cómo había estado en Vera para ver al abogado de la Compañía, relatando como las imágenes de todas las iglesias de Vera, que hasta entonces eran las únicas que quedaban en todos los alrededores, habían sido quemadas hacía dos días, y que estaba preocupado por las de la capilla de El Pinar. El abogado, Francisco Ferrer, le había aconsejado que las imagenes de la capilla “las recogiésemos en un edificio o Cueva aislado y que en caso de que vinieran en su busca hiciésemos constar que eran de extranjeros”.

Carta e inventario del párroco de Los Gallardos indicando los objetos prestados por parte de la Compañía de Águilas.

Al parecer, Ismael Fernández no solo consiguió salvar las imágenes, también todo lo demás. Una vez finalizada la guerra, las iglesias de los pueblos colindantes comenzaron a solicitar a la sociedad minera que les prestaran los elementos necesarios para realizar las liturgias, y para demostrarlo presentamos algunos documentos muy esclarecedores al respecto. En una carta del párroco de Los Gallardos de 27 de mayo de 1939, se pide el precio por una serie de elementos que les habían prestado, entre los que se incluía un Vía Crucis y un Confesionario. En otra carta de 14 de mayo de 1940, el párroco de Turre solicitaba al ingeniero el precio de 14 cuadros del Vía Crucis que le habían dejado, así como el Confesionario y dos candelabros. Presumiblemente, tanto el Confesionario como el Vía Crucis son los mismos que se habían prestado anteriormente a la iglesia de Los Gallardos.  En otra carta de 20 de septiembre de 1941, el párroco de Antas y Bédar, José Sirvent, solicitaba el cáliz, para poder consagrarlo y usarlo en los oficios.

Carta del párroco de Turre de mayo de 1940 pidiendo precio por 14 cuadros del Vía Crucis y un Confesionario.

Carta del párroco de Antas y Bédar de septiembre de 1941 solicitando un cáliz para los oficios.

Copias de los recibos por la compra de un Confesionario y un Trono por parte del ayuntamiento de Turre.

Recibo de los objetos cedidos al ayuntamiento de Bédar «regalo al pueblo» por parte de la filial de la Compañía de Águilas.

Finalmente, y ante la necesidad de desmantelar todos los edificios, la sociedad minera acabó vendiendo muchos de esos efectos en 1941, como lo demuestran los recibos que hemos recuperado. Así, sabemos que el Confesionario fue adquirido finalmente por la iglesia de Turre por 75 pesetas, además de un Trono por 120 pesetas. Bédar recuperó las imágenes de San Fernando y de una Virgen, dos pilas de agua bendita, el retablo con todas sus repisas, una lámpara del Santísimo, un Sagrario, dos armarios, un Catafalco y una cómoda. Todo estaba tasado en más 1.500 pesetas, aunque fue un regalo para el pueblo.

A la izquierda, el Sagrado Corazón original de la iglesia de El Pinar que fue expuesto en «Luces y Sombras». A la derecha, la Virgen de Lourdes, otras de las imagenes que se salvaron de la quema y que hoy se conserva (restauradada gracias a un particular) en la iglesia de Bédar. La imagen de San Fernando se cayó del Trono durante una procesión y no pudo ser reparado por el mal estado en el que se encontraba.

El Púlpito originario de la capilla de El Pinar fue parte de los objetos cedidos a la iglesia de Bédar. Finalmente fue vendido a un particular y ha acabado como balcón en una casa de Bédar. Allí sigue.

Como curiosidad, en abril de 1935 se presentaron en El Pinar de Bédar unos administradores de una hermandad de Vera, entre ellos Paco Ferrer, para comprar la campana grande de la capilla de El Pinar, además de cinco casullas, una capa y el armario en las que se encontraban. Sabemos que la Compañía consintió en la venta de las casullas, la capa y el armario, pero no vendió la campana, porque temía que la gente del poblado se preocupara al ver desaparecer lo que debía ser entonces algo tan visible y característica. Desconocemos donde acabó dicha campana finalmente.

A la izquierda, retablo de la iglesia de Bédar, antiguo retablo de la iglesia de El Pinar que fue un regalo de la Compañía de Águilas para el pueblo. A la drecha, la iglesia original de Bédar.

Obviamente, no todo se vendió a otras iglesias. Algunos objetos fueron adquiridos por los mismos empleados de la Compañía, y es de ahí de donde proceden los dos objetos expuestos en “Luces y Sombras”: la imagen del Sagrado corazón y el copón de eucaristía.  Y no está de más decir que sería de desear que el nuevo equipo de gobierno de Bédar, que se constituye de aquí a pocas horas, dedique un poco de esfuerzo en intentar adquirir la imagen del Sagrado Corazón para que pase a ser patrimonio de Bédar. Si consiguió salvarse de la fratricida guerra civil, bien merecería el esfuerzo.

Copón de eucaristía originario de la iglesia de El Pinar en la exposición «Luces y Sombras» de Vera.

Viendo el actual retablo de la iglesia de Bédar, no es difícil imaginar esa capilla del Pinar de Bédar, que no tenía mucho que envidiar a otras iglesias. Gracias a las pocas fotografías existentes, hemos intentado reconstruir dicha iglesia. Se trataba de un modesto edificio que se encontraba junto a la Cooperativa y que no se diferenciaba mucho de las casas alargadas que eran la vivienda de los mineros, solo identificable por el pequeño campanario del que disponía. Sin duda la Compañía de Águilas no reparó en gastos, viendo el adornado retablo y el hecho que la patena de plata que acompaña al copón de eucaristía es obra de un famoso orfebre de París, Placide Poussielge-Rusand (que llegó a ser el orfebre de su Santidad el Papa) , que contrasta con el humilde y gastado copón bañado en plata que lo acompaña. Creemos, y solo es una hipótesis, que el copón habría tenido también el mismo origen pero que, en algún momento, fue dañado o sustraído y, ya en épocas de menos bonanza, sustituido por un copón más acorde a las posibilidades económicas del momento.  

Y hasta aquí esta historia. Hay muchas más cosas que se podrían contar, pero lo dejaremos para otro momento.

Espectacular reconstrucción del escritorio del director de las minas de Bédar: Fritz Beuther, Guillermo Bobrzyk y Alfredo Dörn

Uno de los objetos que más llamó la atención en la pasada exposición «Luces y Sombras» de Vera fue la reconstrucción de un despacho de un director de minas con diversos elementos originales que estimamos que serán muy difícil de ver de nuevo juntos.

Se pude observar Una vieja máquina de escribir y diverso material de oficina, un viejo globo terráqueo en miniatura, un tintero, diversos sellos de compañías mineras, libros de registros de mineros y de concesiones mineras. Anuarios de minas y diversas revistas científicas de la época. Una silla usada por uno de los ingenieros de El Pinar de Bédar , una maleta metálica para planos y un pantómetro original de los usados en las minas de Bédar son varios de los efectos, no menos curiosos, que acompañan a esta singular mesa. En la pared, destacan un reloj inglés que marcó la hora durante muchos años en las Oficinas del poblado minero de El Pinar de Bédar y una rara acción minera de las minas ricas de Sierra Almagrera, que completan esta impresionante escena que rezuma historia minera por todos lados y con un más que marcado sabor bedarense.

En uno de los cajones de esta mesa se puede observar todavía una vieja etiqueta, muy esclarecedora del uso que se le dio a la misma:

Con alguna dificultad, se puede leer todavía «Rapports de las minas de Serena», minas que fueron de la filial de la «Compañía de Águilas», de la que fue director el ingeniero de origen alemán Alfredo Dörn. Pero la historia nos da sorpresas, y la robusta mesa de pino canadiense nos reservaba todavía alguna sorpresa más.

En efecto, entre la documentación consultada, se recoge cómo el mobiliario de Alfredo Dörn estuvo en la vivienda de la vieja fundición de San Jacinto, en Garrucha/Vera, que fue propiedad de la Compañía de Águilas. Gracias a la necesidad de realizar un peritaje de los efectos con ocasión de la liquidación de la Unión Bedareña, se realizó un listado de los muebles del ingeniero, incluyendo el presente escritorio, y una carta del mismo Alfredo Dörn que pretendía confirmar la tasación de dichos muebles. Y es aquí donde nos encontramos con la historia de esta centenaria mesa:

Literalmente «…los muebles compré en el año 1894 la Sdad de Don Guillermo Bobercky, quien los había adquirido en su tiempo del Sr. Beuther.« Guillermo Bobrzyk fue un ingeniero de minas de origen polaco muy implicado en la minería del levante durante el siglo XIX. Entre otros, Bobrzyk fue director de la fundición San Jacinto con la Compañía de Águilas, instaló una fábrica de esencias en Sierra Cabrera y se hizo cargo de la desecación de las Rozas de Herrerías por parte de la casa Borner, tomando en arrendamiento Santa Matilde y Virgen de las Huertas. El ingeniero polaco falleció de forma inesperada en 1897.

Pero antes de Bobrzyk, la mesa perteneció al Sr. Beuther. Fritz Beuther fue otro ingeniero de minas alemán afincado en Almería, fue cónsul de Alemania en Almería y representante de la sociedad alemana Stolberg & Westfalia, empresa que explotó minas en diversos cotos como el de San José en Cabo de Gata (Níjar) y en Sierra Almagrera (Cuevas del Almanzora).

Sin duda no se le puede pedir más a tan digna mesa, y es difícil imaginar cuantos planos de minas, contratos, cartas e informes habrán pasado por ella o se habrán alojado en sus cajones. ¿Acabará, como merece, en un museo? El tiempo dirá, pero nos parece que su historia todavía no ha acabado…