Pasadas las fiestas en honor de la Virgen de la Cabeza, consideramos que no es necesario publicar ninguna fotografía. El evento, uno de los más importantes del calendario de fiestas del pueblo, ha sido ampliamente cubierto (fotográficamente hablando), incluso con un vídeo reportaje, facilitado por Carmen del Castillo: He aquí el acceso al vídeo y a una muy completa galería fotográfica:
Hecho este pequeño paréntesis, vamos con un episodio olvidado de la historia de nuestro pueblo. No es extraño que se trate, de nuevo, de algo relacionado con las minas. Desde mediados del siglo XIX la historia de Bédar ha ido ligada, irremediablemente, a la historia de sus minas. De ser una pequeña aldea que subsistía a duras penas de la agricultura, pasó a ser un importante centro minero cuya población llegó a alcanzar 9000 almas. Hoy subsiste como zona residencial, albergando una importante comunidad de ingleses (básicamente), con un turismo no muy desarrollado pero con mucho potencial, y algo de agricultura y ganadería.
Panorámica de la mina Alerta.
Panorámica de la mina Unión de Tres Amigos
Se puede afirmar que el verdadero «boom» de crecimiento empieza en 1895 con la construcción del ferrocarril de carga minera a cargo de la empresa minera del marqués de Chávarri. La llegada de la nueva empresa vizcaína acabó con el monopolio del que, hasta el momento, disfrutaba la Compañía de Águilas. La construcción del ferrocarril hizo que de repente muchas zonas mineras inexplotables hasta entonces por no disponer de un medio de transporte, se convirtieran de repente en un negocio muy prometedor.
El movimiento especulativo que se siguió a la construcción del ferrocarril hizo que se dispararan las solicitudes de concesiones mineras en Bédar. Tanto mineros locales como inversores extranjeros no tardaron en lanzarse en el negocio. A pesar de la falta de fuentes y documentación. Poco a poco vamos indagando y recuperando información sobre ese periodo, alguna vez la trataremos con más profundidad, pero a grandes rasgos podemos identificar tres tipos de actividades.
La primera sin duda son las grandes empresas explotadoras. Estas compañías disponían del capital suficiente como para adquirir concesiones mineras y permitirse los costosos sistemas de transporte y explotación a gran escala de las minas. Básicamente fueron la Compañía de Águilas y la Sociedad minera de Chávarri. También podríamos incluir la The Garrucha Iron Mining Company y la Haxton Mc Farlane y Compañía, aunque estas dos últimas subcontrataban los medios de transporte de las primeras.
El segundo tipo de empresas mineras eran mucho más modestas. Formada habitualmente por miembros de una misma familia o por pequeños capitales. Disponemos de pocos ejemplos de este tipo, como la Sociedad minera Santa Isabel, o las que explotaron las minas San Antonio Segundo y La Gracia. Normalmente arrendaban (o subarrendaban) minas, que trabajaban con pocos efectivos. Para que fueran rentables debían contar con la cercanía de uno de los sistemas de transporte de mineral, bien fuera el cable aéreo o, con preferencia, el ferrocarril, de mayor capacidad. Aún con todo, estas pequeñas sociedades mineras explotaban por sus medios las minas.
Un tipo especial de empresas eran los contratistas, formadas en su mayoría por obreros locales. Estas empresas eran contratadas por las grandes compañías para la realización de trabajos concretos (galerías, pozos…) o para la explotación de algunas de las minas. Según los datos que poseemos, las grandes compañías recelaban mucho de estos contratistas, pero recurrían a ellos muchas veces porque era menos costosa que la utilización de sus propios obreros a jornal.
El cuarto tipo de empresas eran las de corte puramente especulativo. Era quizás el negocio más beneficioso, pues consistía en registrar concesiones mineras en zonas prometedoras y esperar pacientemente a que contuvieran bastante mineral y fueran arrendadas por alguna de las compañías explotadoras. Por lo general solían tener concesiones mineras en otras muchas zonas mineras. Podríamos mencionar muchas de este tipo, empezando por las más conocidas como la Sociedad la Recuperada, la Sociedad minera La Mulata y El Negrito o las menos conocidas como la Sociedad Santa Margarita y la Sociedad Gómez Hermanos. Pocas de ellas consiguieron beneficios arrendando sus minas, solo las que primero supieron ver el negocio y demarcar las mejores concesiones. En algunos de los casos los propietarios de acciones de estas minas las consideraron durante mucho tiempo como una carga, pero cuando empezaron a explotarse y a dar rendimiento, no faltaron pleitos entre los diferentes herederos por su control. Raramente los dueños de estas sociedades pisaban las minas, solían disponer de alguien delegado en la zona que controlaba los negocios, si es que llegaba a haberlos.
Acción minera de la Sociedad minera La Mulata y El Negrito
Dentro de éstas destaca una por su implicación, la Sociedad Vizcaína de Bédar. Esta sociedad llegó casi al mismo tiempo que la Sociedad de Chávarri, y pronto se hizo con una interesante cartera de concesiones mineras, aunque finalmente el negocio no pareció ser muy rentable. El gerente de esta sociedad, el bilbaíno José Manuel Aguirre, no dudó el luchar por conseguir las concesiones mineras más prometedoras.
Diversos ejemplos de crestones superficiales de mineral en la zona colindante a Alerta.
Una de las disputas más célebres fue la que envolvió a los terrenos colindantes a la rica concesión de Alerta. La Sociedad Vizcaína de Bédar poseía una concesión minera colindante a Alerta (de nombre Aguirre), que a su vez colindaba con la Pobreza, que explotaba la Compañía de Águilas. Según la ley minera, las compañías podían pedir como «demasía» los terrenos francos colindantes a las minas que ya poseían, a modo de ampliación de la misma. Cuando en 1894 la Compañía de Águilas pidió esos terrenos como demasía a Pobreza, José Manuel Aguirre pidió la anulación de la misma porque consideraba que pertenecían a su concesión Aguirre. Como los terrenos mostraban signos evidentes de poseer importantes cantidades de mineral de hierro, la Compañía de Águilas no dio fácilmente su brazo a torcer, llegando incluso a plantearse modificaciones de otras concesiones colindantes de su propiedad para poder incluir dichos terrenos. El pleito tuvo que resolverse finalmente en Madrid, cuya resolución fue finalmente favorable a los intereses de la Sociedad Vizcaína de Bédar en 1916, aunque de poco le sirvió ya, la minería en Bédar ya se encontraba en franco retroceso.