He de suponer que la «maravilla» conocida como «rincones de Bédar» hace referencia a esos lugares tan pintorescos que se pueden encontrar por casi todo el pueblo. Es un nombre que no hace justicia ni abarca por completo esta maravilla, por lo que he de mencionar en el número 2 de las no-maravillas a la arquitectura y naturaleza de Bédar
Y como es algo que se vende solo, como quien dice, me apoyaré en diversas fotografías, que creo que han de expresar mejor lo que quiero mostrar que miles de explicaciones.
A pesar de los esfuerzos de la política del ladrillo llevada a cabo en la última década (llamada por algunos «progreso»), no se ha conseguido arruinar la naturaleza de Bédar. Aunque si no llega a ser por la crisis de la construcción, no se sabe que hubiera pasado.
La permisividad del gobierno municipal ha permitido la aparición en el pueblo de ciertos edificios que rompen totalmente con el estilo típico del pueblo. Ni que decir tiene que la aparición anárquica de casas por toda la sierra es uno de los mayores atentados contra la naturaleza de Bédar.
A esto le hemos de añadir el abandono progresivo de la agricultura tradicional. Los bancales ya no se limpian lo que se deberían y no siempre se reparan los «caballones» de piedra cuando caen.
Pero es patente la arquitectura y distribución típica de un pueblo morisco de Bédar y Serena, y las tandas arábigas y la huerta aterrazada tradicional todavía persisten. Resistieron a más de 100 años de minería intensiva y parece que también sobrevivirán a más de 20 años de políticas municipales mediocres a base de ladrillo y subvenciones mal administradas.
No critico por criticar, sé muy bien de lo que hablo. Como miembro de la oposición durante varios años he podido comprobar en mis carnes como el actual equipo de gobierno municipal y sus predecesores utilizaba su mayoría en el ayuntamiento para echar atrás, una tras otra, todas las propuestas que se hacían. Ni proyecto para un museo en la mina, ni proyectos para recuperar el paisaje agrícola mediante agricultura ecológica y sostenible, ni para poner en funcionamiento la casa de cria de la tortuga mora, ni colaboraciones para traer estudiantes de geología de universidades extranjeras, ni merecidos homenajes a personajes muy queridos en el pueblo… ya perdí la cuenta.
Todavía es un auténtico placer pasearse por las calles y callejuelas de Bédar, que suben, bajan y se cruzan entre ellas en un dibujo caprichoso, trasportándote a otros tiempos. A ésto se ha dado en llamar la «ruta urbana de Bédar», una forma técnica de denominar un siempre relajante paseo por las calles de Bédar, que no se puede subordinar a ruta alguna. Para culminar este paseo, nada mejor que una pequeña ruta del «agua» para visitar algunos de los pagos de regadío más característicos de la sierra, en una ruta corta y fácil de realizar, pero intensa para los sentidos.
Y que decir de la naturaleza que encierra la sierra. Ahí tenemos esa joya que es nuestra Testudo graeca, la «tortuga mora» que todavía es posible ver en su medio natural. Estando yo en la oposición he llegado a oir insensateces como que en el Pinar de Bédar no hay tortugas, siendo uno de los lugares donde más tortugas moras he visto en mis salidas por el campo, incluso en medio de los megalomaníacos movimientos de tierra y desmontes que allí se han efectuado. Nunca llegaremos a saber cómo ha afectado el desastroso plan urbanístico del Pinar al ecosistema de estos animalitos. Pero son testarudos (nunca mejor dicho) y ahí siguen.
La única ruta, más o menos importante, llamada de la «minería», no solo permite pasear por la historia minera del pueblo. Además permite visitar algunos de los parajes naturales más emblemáticos de Bédar. Entre ellos la reconocida «maravilla» que es el barranco Baeza. Es posible incluso cruzarse con tortugas, lagartos ocelados, sapos corredores… o ver las recientemente reintroducidas cabras montesas por los cerros.
Pendiente quedan muchas acciones para permitir que todas estas maravillas, y no-maravillas, sean conocidas y puedan ser visitadas por los turistas. Bédar, en su posición privilegiada, ofrece lo que ya Mojácar ni otros pueblos de la costa pueden ofrecer. El turismo masificado que busca sol y playa convive en una, para mí al menos, horrorosa destrucción de la costa a base de mega-urbanizaciones, simple alojamiento para el turista que busca el mar.
Bédar, sin embargo, es una base perfecta para ese mismo turista que busca el mar. Ofrece además muchas alternativas para los que buscan además rutas para andar por la naturaleza, rutas para practicar ciclismo, conocer la historia y patrimonio arqueológico del lugar, o simplemente descansar y olvidarse de todo.
Pero esto no llegará a ser así hasta que los que se suponen que han de gestionar el municipio no se den cuenta que el turismo «de segunda residencia» ha fracasado, que los beneficios que ha dado este turismo de ladrillo no se ha invertido en el pueblo y que esto es, a la larga, insostenible y tiene pinta de acabar muy mal.
Solo tienen que hacer, pero en serio, lo que prometieron en las últimas elecciones: convertir a Bédar en una villa eco-turística, crear más rutas, promocionar el turismo, construir un museo en una mina, etc… ¿a qué esperan?