Juan Girona Gallardo: trabajos en las alturas en el cable aéreo de Bédar a Los Gallardos

Como no podía ser de otra forma, la historia minera de Bédar ha dejado muchas historias, hombres valientes que se enfrentaban a los numerosos peligros del trabajo en la mina con tal de llevar un jornal a sus hogares.

El puesto de mecánico del cable no era de los más sencillos. Para empezar no podían permitirse tener fobia a las alturas, los desperfectos y averías en las columnas y en el cable exigía subir a las columnas y, en ocasiones, desplazarse por el cable. Esto desde luego suponía un riesgo importante, sobre todo cuando no había los sistemas de seguridad que hoy en día existen para hacer este tipo de trabajos con seguridad.

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Antes lo más habitual era desplazarse utilizando las mismas vagonetas, así lo atestigua unaccidente acaecido en 1891. El guarda del antiguo cable Bédar-Garrucha de la Compañía de Águilas se encontraba recorriendo la línea de 17 kilómetros montado en una de las vagonetas, su trabajo consistía en ir engrasando la línea. Cuando se encontraba ya cerca de la estación de Garrucha, una de las anillas que sujetaban su vagoneta al cable se abrió y cayó desde una altura de unos 10 metros, muriendo al instante.

El cable que construyó Hierros de Garrucha para llevar el mineral desde las minas de Serena hasta Los Gallardos (algo menos de 4 kilómetros) empezó a funcionar en 1956 y su mantenimiento estaba encargado a la empresa «García de Legarda, Hijo». El mecánico, Juan Girona, era sin duda un hombre excepcional. No sentía ningún respeto por las alturas y sus reparaciones del cable, a veces a muchos metros de altura, eran espectáculos dignos del mejor espectáculo de equilibristas.

 

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Juan Girona Gallardo

A veces ocurría que el cable, a su vez compuesto de diferentes cables más pequeños, sufría desperfectos y se deshilachaba. Estos cables rotos podían hacer descarrilar las vagonetas. Alguien debía entonces acercarse para cortar estos filamentos con unas tenazas, y ese era Juan Girona.

Sin embargo Juan no utilizaba una vagoneta para realizar estas tareas, era demasiado arriesgado acercarse utilizando el motor del propio cable. Juan tiró de ingenio e inventó él mismo lo que necesitaba. Con el marco de una vieja bicicleta de acero y los pendientes de dos vagonetas (el sistema de enganche con rodaduras que permitía a la vagoneta desplazarse por el cable) dio instrucciones al taller para que le construyeran lo que vendría a ser una original bicicleta para cable aéreo. Conectando la cadena de la bicicleta a una de las rodaduras, podía desplazarse por el cable sin necesitar de ninguna ayuda externa.

 

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Juan Girona trabajando en Alicante después del cierre de las minas.

 

Quien lo vio en acción en el barranco Baeza, donde a más altura discurría el cable aéreo, no olvidan el «espectáculo» que suponía ver a ese hombre moviéndose por el cable con su extraño artefacto, un espectáculo de vértigo.

 

 

 

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Un paseo por Roceipón y Cadima

Es suficiente con pasearse un poco para darse cuenta de dos cosas, de la riqueza arqueológica de nuestra comarca y de lo poco que nos importa.

Leía, con cierto interés, las últimas noticias contra el expolio en la provincia, en concreto la operación «Soho» en Roquetas por parte de la policía autonómica, que aportará una gran cantidad de monedas descontextualizadas al museo de Almería; y otra intervención de la guardia civil contra alguien que pretendía vender una veintena de monedas romanas, casi todas bajoimperiales, por ebay, aunque todavía no saben de donde pueden provenir, lo que no augura nada bueno para la investigación.

 

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Lamentable aspecto del yacimiento de Roceipón. Las bandas que la policía local había dispuesto para delimitar los restos, hace tiempo que han desaparecido.

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Fragmentos de estuco pintados romanos (trazos verdes, azules, morados y rojos) y un fragmento de decoración (Roceipón)

 

En fin, nos anuncian con bombo y platillos pequeños golpes contra expoliadores, lo cual está muy bien. Pero parece que se intenta culpabilizar a estas actividades como las principales culpables de los problemas de expolio, olvidando a los verdaderos y grandes expoliadores, los que arrasan con yacimientos enteros en días, la mayor parte de las veces con las autoridades haciendo la vista gorda. La construcción y las labores agrícolas extensivas son, realmente, el principal peligro que afecta a nuestro patrimonio.

Ya ni siquiera comento la indignante actitud de ciertos políticos, no olvidamos como el diputado José Luís Sánchez Teruel, secretario general del PSOE en Almería, votó en contra de una excavación de urgencia en El Argar… aunque lo peor fueron las ridículas justificaciones para hacerlo, cuando lo único que había son las conocidas y manidas maniobras que utilizan los políticos para perpetuarse en sus poltronas y que, a la postre, los convierten en unos perfectos inútiles para la sociedad.

Así que aprovechando las vacaciones, me acerqué al yacimiento romano de Roceipón a ver como estaba la cosa después de que fuera arrasado en gran parte para plantar lechugas, con un impacto casi nulo en la prensa provincial y sin responsables, por lo visto. Paseando entre trozos de cerámica romana y restos de estuco pintado mezclados con basura, me pregunto qué pensará de esto el que trincaron intentando vender veinte monedas en internet… ¿que no me creen? vean algunas fotos de lo que se puede ver por ahí.

 

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El yacimiento de Cadima se erosiona lenta pero inexorablemente.

 

Nos pasamos luego por una villa romana de la misma época en Los Gallardos, Cadima. Por supuesto, no hay ningún tipo de indicación de donde se encuentra, y tampoco tendría mucho sentido porque no hay nada que ver, excepto los restos que la erosión del río Aguas va dejando expuestas en su lento avance.

Este yacimiento, en el que se han encontrado numerosas monedas durante las labores agrícolas (cuentan que un labrador llamado Jacinto llegó a juntar varios kilos de monedas de bronce a lo largo de arar las tierras), parece haber sido muy afectado también por las labores agrícolas, con la colina donde se encontraba la necrópolis, completamente arrasada. Muchas monedas y otros artefactos procedentes de esta antigua villa romana se han encontrado con el tiempo, principalmente en labores agrícolas y en otros movimientos de tierra, y por nuestra iniciativa, hemos podido documentar muchas de ellas.

Las últimas piezas que hemos podido documentar (aunque no hemos podido llegar a pesar, desgraciadamente) nos han llamado mucho la atención, pues podrían datarse en el siglo I d.C.

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Ya habíamos comentado algo al respecto de una moneda recortada que, aunque muy desgastada, dejaba entrever la proa de un navío y un busto, y que podría corresponderse con algún ejemplar procedente de Sagunto o, puede, de la ciudad de Carteia.

Mucho más nos llamó la atención una de estas dos piezas, de factura muy similar, una de las cuales dejó claro que nos encontrábamos ante un cuadrante de Obulco o de Cástulo (más probable) pues representaba claramente un toro con un creciente. No queremos dejar de recordar el hallazgo de un tesorillo de monedas de Cástulo en la vecina Baria.

 

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Otra de ellas también fue identificada como del siglo I d. C, procedente esta vez de Sagunto. Aunque muy desgastada, se aprecia claramente la representación de una concha marina, típica de esta ceca.

 

 

Como último, una pequeña placa de bronce nos llamó mucho la atención, pues nos hizo recordar ciertos ídolos oculados.

 

 

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Y hasta aquí el pequeño paseo de hoy. Seguiremos informando.