Minas, cables, ferrocarriles y transporte de mineral en Bédar, Los Gallardos, Garrucha, Turre y Mojácar

Por fin disponemos de una fecha para la publicación del libro bilingüe que llevamos tiempo preparando Andy Devey y el que suscribe este artículo. Con el permiso del virus que todavía nos amenaza, está previsto para marzo de 2021, un retraso debido a la desgraciada situación que todos conocemos.

Creemos que la espera merecerá la pena, pues en esta obra hemos volcado muchos años de investigación e incluido numeroso material inédito, lo que comprende numerosas fotografías, planos, documentos y todo tipo de ilustraciones que ayudarán a arrojar luz sobre la importante época minera que va desde 1840 y 1970. No es un libro que trata solo de Bédar y Los Gallardos, aunque sin duda bedarenses y gallarderos encontrarán numerosa información sobre su historia minera. En un sentido más amplio, se trata la minería de todas las zonas puestas en relación por el ferrocarril minero de Chávarri y el cable aéreo de la Compañía de Águilas, esto es, Garrucha, Mojácar y Turre.

Incluimos las últimas novedades de la historia minera que desde hace un tiempo investigo junto a José Berruezo García, investigaciones que todavía continúan y que están desvelando una época minera sorprendente y muy desconocida, previa a la llegada de las grandes compañías mineras en el último tercio del siglo XIX que inauguraron lo que podríamos considerar como la «Edad del hierro» de la minería almeriense. Entre ellas destaca la mina mojaquera de Fraternidad (conocida vulgarmente como Las Menas), como una de las más importantes, sin olvidar un muy desconocido coto minero de mineral de plomo y de hierro en Garrucha, con minas tan importantes como Felicidad y Unión, o la poco estudiada minería de mercurio en Turre. Todo sin olvidar las fundiciones de mineral en la zona, tanto las conocidas, como las desconocidas hasta ahora, interpretadas desde novedosos puntos de vista.

Como libro centrado en los sistemas de transporte y todo lo relacionado con las tareas de carga del mineral en los vapores, se presta especial atención a todos los aspectos técnicos, lo que estamos seguro que será del agrado de las personas interesadas en los detalles más técnicos relacionados con las tareas de instalación y funcionamiento de un cable aéreo y de un ferrocarril minero de vía estrecha. Numerosa información procedente de los mismos ingenieros que dirigieron las instalaciones se incluye, con gran detalle, en los que destacan el diario del ingeniero director de la instalación del cable aéreo, Gustav Thorkildssen (traducido de un incomprensible antiguo noruego gracias a nuestra amiga Lise Hansen), y diferentes escritos profesionales de Pohlig y Dietrichson. Entre otras sorprendentes novedades, sabemos que el cable aéreo Bédar-Garrucha llegó a ser el más largo del mundo tras su construcción y fue el banco de pruebas para la construcción del famoso (y posterior) cable del Transvaal (para las minas de oro de Sudáfrica), que lo superó en longitud, pero no en capacidad.

Se trata también con mucho detalle las tareas de embarque de minerales en Garrucha y las obras de construcción del puerto, con sus vías férreas. No nos olvidamos también de todo el aspecto humano y social ligado a las minas, con los movimientos obreros, las enfermedades, las costumbres y otros muchos aspectos curiosos, como pueden ser los espectaculares robos de los que fueron objeto las principales compañías mineras.

Finalmente, también se trata la última fase de la minería en la zona de Bédar y Garrucha durante la fase de autarquía en la dictadura franquista, con la empresa Hierros de Garrucha, lo que puso punto y final a la intensa fase minera de esta zona del levante almeriense.

Como ejemplos veremos algunos documentos y curiosidades. Entre la numerosa información hemos contado con numerosa correspondencia de ingenieros, lo que agradecemos especialmente a Juan Grima Cervantes. Esta correspondencia ha sido de gran ayuda para la interpretación de algunos aspectos sobre los que no existe mucha información, como son la evolución de las diferentes explotaciones mineras y la construcción de los embarcaderos de la Compañía de Águilas en la playa norte de Garrucha. Es menos frecuente encontrar los sobres de esas cartas, generalmente desprovistas de su valioso contenido y vendidas en diferentes subastas simplemente por su valor filatélico. Así nos encontramos con el sobre reproducido arriba, enviado desde Vera en 1901 a la Bergakademie (Escuela de minas) de Freiberg en Alemania, lugar en el que estudiaron casi todos los ingenieros jefes de la Compañía de Águilas en Bédar (Dietrichson, Putz, Dörn…). En este caso se trata de una carta dirigida a Profesor Friedr. Kollbeck, cuyo nombre completo era Friedrich Ludwig Wilhelm Kolbeck (1860-1943) y que podemos ver en la fotografía de la izquierda, fue profesor de mineralogía y petrología y el creador de varias colecciones especiales para la educación de los estudiantes, colecciones que luego fueron trasladadas al castillo de Freudenstein. En su honor se puso el nombre de Kolbeckita a un mineral descubierto en la mina de cobre de Sadisdorf, un fosfato de escandio hidratado. ¿Se trataría de alguna pregunta por parte de alguno de los ingenieros de la Compañía de Águilas a su viejo profesor ? ¿Se trataría a lo mejor del descubrimiento de algún espécimen interesante de mineral? ¿Puede que se enviaran minerales de la zona a Alemania que pudieron acabar formando parte de esas colecciones? Seguramente no lo sepamos nunca, pero ahí tenemos ese viejo sobre como testigo de una todavía muy poco conocida época minera bedarense que, a todas luces, guarda todavía muchos secretos e historias.

Otras historias conectan más con la misma tradición de los pueblos que estuvieron implicados en esta fase minera. Todo el mundo en Bédar sabe quién fue Antonio Bolea García, el médico. Pocos conocen, sin embargo, lo relacionado que estuvo su padre, Antonio Bolea Rodríguez, con la minería bedarense y, especialmente, con el mineral de plomo de El Pinar de Bédar. Parte de esta desconocida historia ha sido investigada por José Berruezo y esperamos que pronto su trabajo vea la luz, pues a pesar de haber sido recogida en sus términos generales en la obra que nos ocupa, todos los pormenores e interesantes datos que lo acompañan los aportará su inédito artículo. Esto muestra, en definitiva, que lejos de lo que se pudiera pensar, la población de finales del siglo XIX y principios del XX en Bédar y en Los Gallardos y, en menor medida, en Garrucha, Mojácar y Turre, giraban casi en exclusiva en torno a estos negocios mineros. También sorprenderá como la participación de elementos locales de forma autónoma (partidarios, contratistas, etc.) estaba muy generalizada, descartando la idea tan comúnmente aceptada de mineros casi esclavizados por las grandes compañías. Algunos incluso llegaron a tener la iniciativa y el capital suficiente como para crear sus propias empresas mineras y llegar a contar con sus propios trabajadores. Tenemos ejemplos como Francisco Ureña, pero el que más impacto tuvo y que más sorprenderá es sin duda Antonio Bolea Rodríguez, de manera que el negocio minero pudo estar en la base del importante patrimonio que dejó a sus descendientes y del que todavía queda de testigo la imponente casa de Antonio Bolea en Bédar (fotografía a la izquierda), que tanto nos hacer recordar otras como la que poseía en Somontín Manuel Berruezo, señal inequívoca de su prestigio social.

Para quien esté interesado en historias como éstas, todavía es posible reservar su libro a los mails habituales (juan.ant.soler@gmail.com) para las reservas en español y (andy-tank-1@hotmail.co.uk) para las reservas del libro en inglés.

13/09/2020

Juan Antonio Soler Jódar

 

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En memoria del Lavadero Grande de Bédar

Ya se han cumplido 11 años del derribo del Lavadero Grande de El Pinar, y quería recordar un poco una de las joyas arqueológicas de Bédar que fue, desgraciadamente, arrasada por culpa de la voracidad de la urbanización de El Pinar y ante la inoperancia, o incluso colaboración, del Ayuntamiento de Bédar, que permitió el «patrimonicidio» cometido ese nefasto año de 2004.

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Una de las fotografías tomadas en 2003, poco antes de que arrasaran con todos los restos.

En aquel año, hacía todavía poco que me había interesado por esos restos y por su historia, sin embargo, ya se sabía (todos lo sabían) que se trataba de un lavadero de mineral de plomo muy antiguo y de bastante importancia en la historia de El Pinar (y por ende, en la de Bédar). A parte de eso, poca cosa más, que pertenecieron a la Compañía de Águilas, y que parece ser que estuvo en funcionamiento durante muy pocos años.

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Otras de las fotografías de 2003, se observan las balsas y una curiosa conducción- acequia por medio de un acueducto. No hubo tiempo de estudiar los restos de conducciones internas de agua ni de buscar los emplazamientos de las round-buddles.

Según mi procedimiento habitual de trabajo, primero examino los restos, hago esquemas, fotografío y anoto todo aquello que me parece interesante (aunque no sepa lo que es) y, posteriormente, realizo una investigación documental. Si hay suerte y consigo obtener datos, algo no muy habitual dada la misteriosa desaparición de todo lo que tenga que ver con minería en Bédar, intento interpretar los restos y, habitualmente, suelo hacer otras visitas posteriores para acabar de recabar datos.

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Otra de las fotografías de 2003 mostrando los muros de soprote de la estructura. En estas naves debía estar instalada toda la maquinaria de triturado y lavado.

En este caso, con los restos del lavadero de El Pinar, solo pude hacer un primer reconcimiento inicial en 2003. Es decir, unas primeras fotografías del complejo, que a la larga se convertirían en unas de las pocas que hay. En 2004, armado con mi cámara de fotos,fui de nuevo para ampliar las fotografías de las estructuras. Pero me quedé de piedra cuando vi los restos del lavadero… ya no estaban.

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Esta estructura se encontraba cerca de los restos del lavadero, en los terrenos de la famosa mina «Allá Veremos». Podría haberse tratado de un cargadero, ya que destaca un resbaladero, aunque desconocemos quien lo construyó y para qué. Todo el terreno fue completamente allanado, aunque no sabemos para qué, pues no se construyó nada encima. Quizás solo se trataba de hacer desaparecer cualquier resto que oliese a minero o a antiguo.

Quedaba tan solo parte del horno que estaba instalado al fondo de los lavaderos y las balsas para la recogida del agua de lavado. Hice fotografías de todo, incidiendo sobre todo en las balsas (pues intuía que podría ser la última vez que pudiera verlas) y me fui, bastante desanimado.

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Tras la destrucción del lavadero solo se salvaron las balsas de recogida del agua de lavado. Prometieron que las respetarían, pero incumplieron su palabra.

Lo que pasó a partir de ahí ya lo he contado alguna vez. El tema no quedó tapado, como esperaban que ocurriera. Una asociación ecologista se hizo eco de la barbaridad que cometieron y lo denunció. Cuando la prensa fue al Ayuntamiento para pedir explicaciones, alguien debió ponerse muy nervioso y prometieron que ya no tocarían nada más y que respetarían lo que quedaba de las balsas del lavadero y la antigua fundición Carmen, que era (al parecer) el siguiente objetivo de las excavadoras. Pero como no te puedes fiar de los políticos, está claro que rompieron su palabra y destrozaron las balsas de la fundición, sustituyéndolas… que ironía… por unas piscinas para la horrorosa ampliación de la urbanización que ocuparía los restos del lavadero.

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Otra imagen de las balsas del Lavadero Grande.

Por suerte, parece ser que al salir a la luz los perversos planes de la urbanización, parece que los responsables recibieron una seria advertencia. Si tocaban los restos de la fundición Carmen, tendrían problemas. Y esta vez sí que lo respetaron, pero no se puede decir mucho de otros muchos restos que fueron completamente arrasados sin miramientos.

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La destrucción del complejo fue total, «respetaron» los muros laterales y la parte posterior, al parecer un horno de fundición. Estas partes luego fueron «rehabilitadas» a base de rebozarlas en hormigón. Se perdió mucha información y potenciales restos metálicos que hubieran quedado entre las ruinas.

Lo peor de todo es que, para el caso del Lavadero Grande, si que pude encontrar bastante información (gracias a Lise Hansen, todo hay que decirlo), gracias a las descripciones del ingeniero director, el ingeniero Dietrichson. La importancia y relevancia de este complejo lavadero quedó claramente al descubierto, haciendo todavía más deleznable el acto de los responsables que decidieron o no quisieron impedir su derribo en 2004. Nadie debería poder decidir tan sumariamente y con tan poca sensibilidad y respeto, sobre el patrimonio que es de todos nosotros.

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Parte posterior del complejo tras el derribo de los restos, parece un pequeño horno de fundición acoplado al lavadero. Tiene sentido porque en todas las fotografías antiguas se observa una pequeña galería de condensación que lleva a una chimenea.

Las obras de construcción del Lavadero Grande (pues ese era su nombre), comenzaron en 1871, cuando se excavó un pozo para el abastecimiento de agua en 1871. El Lavadero formaría parte del ambicioso plan de la Compañía de Águilas para explotar los yacimientos de plomo, incluyendo dos lavadero más pequeños (uno de ellos el de Reforma) y todas las construcciones auxiliares necesarias (talleres, viviendas, oficinas, etc.) El plan de explotación de las minas pretendía crear tres canteras o labores a cielo abierto, conectando éstas con los lavaderos por más de 10 kilómetros de vías, por las que llegaron a circular más de 200 vagonetas, empujadas por mulos por los mismos operarios. La principal vía, de 1 km de largo, acababa en un plano inclinado movido por una máquina de vapor, que llevaba el mineral hasta los lavaderos

  100-0021_IMG Vista general en 2004 de lo que queda del Lavadero Grande tras la «intervención»

Las canteras se trabajaban en pisos de 10 metros, y en 1884 se estaba trabajando ya en la tercera planta de una de ellas, teniendo previsto explotar 6 plantas en total. El recuerdo de aquel gran proyecto es la gran Hoya que hoy ya conocen como de Aprovechado.

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Cómo sustituir un resto arqueológico de más de 100 años de antigüedad por una horrorsa urbanización tipo «nicho». Mostramos esta composición en el Congreso Internacional del SEDPGYM de Mieres. Los asistentes no podían creer que hubieran podido hacer esta barbaridad.

El Lavadero Grande estaba provisto de la maquinaria más moderna de la época, fabricada por la Sociedad Humboldt. La planta disponía de modernas quebrantadoras y machacadoras, molinos Herbel y trituradoras de cilindros para preparar el mineral. El lavado se realizaba mediante el sistema de trómeles de separación (tambores de lavado), por el cual el mineral pasaba por un sistema de trómeles cónicos escalonados que iban separando el mineral según el tamaño. El resultado del lavado, una especie de barro con algo de mineral llamado «Schlamm», pasaba a un sistema de lavado por corrientes de agua. Todo el sistema permitía separar trozos de mieneral desde 1,5 hasta 0,5 milímetros.

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Detalle de la urbanización, obsérvese como están rellenando de cemento las balsas de decantación del Lavadero Grande para utilizarlas de cimientos para una piscina. Un concepto muy extraño de lo que significa «preservar».

Aún de lo que sobraba (los lodos), que contenía todavía algo de galena, se trataba con otra serie de maquinaria especializada. De hecho en El Pinar de Bédar se probaron diversos sistemas de lavado de lodos, aunque no todos fueron útiles. Así se podía encontrar cámaras alemanas de precipitación Spitzkasten, round buddles ingleses, cribas francesas, mesas giratorias alemanas Rundheerde y mesas Rittinger de percusión continua. Tal era la variedad de sistemas, que El Pinar era un lugar donde los ingenieros en formación viajaban para ver y analizar los diferentes sistemas existentes de lavado. El Lavadero Grande tenía capacidad para procesar 1.000 toneladas de mineral cada 24 horas, superando la capacidad del lavadero más grande conocido hasta el momento, el de las minas del Harz superior en Alemania. A pesar de todo, y a causa del agotamiento del criadero, no se llegó a procesar más de 260-270 toneladas diarias de mineral, del que se obtenía un producto con un 56% de plomo y 7,4 onzas de plata por tonelada.

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Fotografía clásica de Rodrigo que muestra el Lavadero Grande en funcionamiento. A destacar la chimenea y la galería de condensación, elementos que indican la posible presencia de un horno de fundición anexo al Lavadero.

En las minas y los lavaderos trabajaban unos 900 operarios, incluidos niños y mujeres. Las instalaciones contaban con nueve máquinas de vapor, incluida la máquina sistema Kley para la extracción de agua y cinco más para las estaciones de lavado.

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Restos del Lavadero antes de su destrucción. La cantidad de restos que podrían quedar entre las ruinas podrían haber aclarado muchos aspectos sobre la distribución y funcionamiento de esta excepcional estructura.

A pesar de la impresionante inversión realizada en estas instalaciones, el margen de beneficio era muy escaso, por lo que cuando el precio del mineral de plomo cayó, no pudo seguir funcionando y la Compañía de Águilas tuvo que cerrar y desmantelar las instalaciones. En total, estuvo funcionando entre 1881 y 1884, siendo, en tan corto periodo de tiempo, el lavadero de mineral más grande conocido.

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Lavadero Grande en 1910. Se observa el Lavadero desmontado, con la chimenea en pie. Se sabe que tras desinstalar el lavadero en 1884-1885, se guardó todo el costoso material de lavado por un tiempo. La Compañía recibió de ofertas de compra del mismo, pero no sabemos finalmente qué fue de él. Como curiosidad, a la derecha se ve el cable aéreo Serena-Garrucha, y destacan dos chimeneas más en el Pinar. Una de ellas es la de la fábrica San Jacinto (la que está más a la derecha), la que está en medio podría corresponder a la del misterioso «tercer lavadero» que se instaló en El Pinar (lo que hoy correspondería al Bar El Pinar, cuya piscina aprovecha la antigua balsae la misma) o la chimenea de la máquina de extracción Kley del pozo Bomba, que alcanzaba casi los 200 metros d eprofundidad.

A veces la historia es demasiado «Grande» como para ser borrada y olvidada, por muchos intereses económicos que haya habido por medio. En este caso, sin duda, el interés económico prevaleció sobre el interés de todos los bedarenses, y eso ha supuesto la pérdida de algo que podría haber sido un potencial atractivo turístico más para el pueblo. Sea como fuere, unos pocos no pueden destrozar lo que no es suyo. No me cansaré de recordárselo. Ellos ya saben a quién me refiero.

Ingenieros noruegos en las minas de Almeria del siglo XIX

Aprovechando el nuevo formato del blog, incluyo los enlaces al artículo completo sobre los ingenieros noruegos en las minas de Bédar.

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Federico Dietrichson, director de la segunda sección de la Compañía de Águilas en Bédar entre 1883 y 1891.

Sirva este artículo para reivindicar su más que merecido puesto en la historia a personajes de gran relevancia que, de forma inexplicable, han sido olvidados: Johan Joachim Otto Fredrik Dietrichson, Johan Nordahl Brun Preus, Gustav Thorkildssen… Aquí lo pueden descargar:

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Artículo INGENIEROS NORUEGOS EN LAS MINAS DE ALMERÍA DEL SIGLO XIX (2013).

En Bédar ha existido, durante muchos años, una extraña enfermedad que ha llevado al olvido a gran parte de la historia del pueblo. ¿Inquina contra el pasado minero? ¿simple dejadez? En un primer momento, me pareció que este extraño fenómeno se debía a que estos personajes no se quedaron en Almería. No en vano, otros personajes importantes como Alfredo Dörn o Karl Bahlsen eran bien conocidos. Pero cuando me topé con la historia de Bernardo Renovales, médico titular de Bédar y de la Compañía de Águilas, que murió en Bédar olvidado por todos, me di cuenta que seguramente había algo más. Gracias a su familia, pudimos rescatar su memoria para deleite de todos.

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El Dr. Bernardo Renovales, médico de la Compañía de Águilas. Otro de los personajes relevantes de la historia de Bédar. Hasta hace poco había sido relegado a un injusto olvido.

Contamos, además, con una traducción al inglés del artículo, para los que se desenvuelven mejor con este idioma. No se trata de una traducción cualquiera. Ha sido gracias a Lise Hansen y revisada, ni más ni menos, que por familiares tanto de Dietrichson como de Thorkildssen, personajes principales en el artículo. Ahí queda eso:

Norwegian Engineers in Mines of Almeria

NORWEGIAN ENGINEERS IN MINES OF ALMERIA (2013).