Pinar de Bédar: la mina «Mentira»

Seguimos con un apartado más de la investigación minera en Bédar. Volvemos a El Pinar de Bédar, a otra de las minas poco conocidas, la Mentira, que, aunque parezca mentira y sin querer repetirme mucho, antes se llamaba Verdad, aunque la verdad es que sabemos muy poco sobre ella.

Lo que sí que parece claro es que a veces los nombres de las minas, especialmente los registros de plomo más antiguos, recibían nombres muy curiosos, y en El Pinar de Bédar tenemos numerosos ejemplos.

 

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A la derecha, plano de la zona explotada hacia 1850, entre las minas de Dos Hermanas y Sanguijuela encontramos la concesión de explotación de terreras Aquí te quiero escopeta y la mina la Verdad. El plano de la derecha muestra la misma zona hacia 1870, la zona está ocupada ahora por una concesión mayor de nombre Mentira, propiedad de la sociedad Filantropía.

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Diferentes elementos estudiados ubicados sobre un plano de google maps. Se observan los grandes depósitos de escombreras entre los vestigios del antiguo bosque de pinos que ocupa la parte alta del barranco del Gato, uno de los pocos que queda en la zona.

 

Un conjunto de estas pequeñas y antiguas minas de plomo se encuentran en la parte más alta del barranco del Gato, justo al norte de las más conocidas minas de Dos Hermanas y Medidas Extraordinarias. Sin embargo, la práctica ausencia de documentación sobre ellas contrasta con la gran cantidad de restos mineros que existen en la zona, que indican una más que intensa actividad extractiva y mineralúrgica para la extracción de la galena, en especial de triturado y lavado de minerales.

Aunque sospechamos que se trata de una de las zonas en las que está documentado que se extrajo mineral durante el siglo XVI, la intensa actividad minera posterior ha borrado los posibles vestigios que hubieran quedar.

La Mentira aparece como una de las concesiones mineras propiedad de la sociedad Filantropía cuando ésta fue adquirida por la Compañía de Aguilas previo arriendo en 1878. Sabemos, sin embargo, que hacia 1850 el espacio ocupado por Mentira lo ocupaban las pequeñas minas Verdad, una de las minas pertenecientes a la sociedad Constancia, participada por Heredia y la familia Berruezo de Garrucha, y una pequeña concesión para la explotación de terreras (escombreras) con el curioso nombre de Aquí te quiero escopeta, demarcada al menos desde 1848. El hecho de la existencia de una concesión para el aprovechamiento de escombreras nos lleva ya a la existencia de una actividad minera anterior, sabiendo que el inicio de la minería moderna de plomo en el Pinar de Bédar data de 1843.

El estudio en detalle sobre el terreno nos da muchas más pistas, que merecen ser comentadas.

 

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Zona de escombreras y minas superficiales (alguna de ellas reaprovechada como vivienda de minero) de la zona de la concesión de Aquí te quiero escopeta, con el aspecto habitual de las minas de El Pinar, con numerosos vestigios del tratamiento y lavado de minerales.

 

Este sector del barranco del Gato, en su lado izquierdo ascendiendo por ella, presenta grandes escombreras, procedentes de diversas galerías muy irregulares y de poca profundidad que jalonan toda esta ladera. Las escombreras, que corresponderían a la vieja concesión de Aquí te quiero escopeta, presentan diferente granulometría, lo que nos habla de diferentes procesos de triturado y lavado para la obtención de la preciada galena.

En su margen derecho, sin embargo, muestra una serie de restos mineros que difieren en parte de lo que viene siendo habitual en este coto minero. La presencia de lo que a primera vista parece un cortijo, con numerosos restos de cerámica doméstica, puede engañar, ya que no existen tierras cultivables en las cercanías. Junto al cortijo hay pequeñas galerías, pero destacan principalmente la presencia de un pozo y de una galería de características muy diferentes a las que habitualmente se encuentras en estas minas.

El «cortijo» está claramente ligado a esta mina, en terrenos de lo que fue la mina Verdad, y seguramente se trataba de un almacén de mineral y habitación para un guarda de minas. Desconocemos a qué compañía pudo pertenecer, pues no se trata del cortijo-almacén que poseía la mina Constancia, cuyo almacén sabemos hoy que estaba en la mina Justicia del Cielo, ni tampoco del almacén de la sociedad Filantropía, pues se encontraba también en otro lugar.

 

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Ruinas del cortijo-almacén y pozo de la concesión.

 

La principal galería supone el punto más misterioso de esta mina, ya se explotara como Verdad o como Mentira. A diferencia de las galerías típicas de la zona, irregulares, poco cuidadas y poco profundas, esta mina es regular y bien labrada (para lo que es la zona, claro está), sin marcas de martillos neumáticos ni de barrenos, pero sin espacios claramente dispuestos para la disposición de candiles, aunque algunas hubieran podido servir para ello sin dificultad. La galería desciende en una pendiente pronunciada, aproximadamente unos 20 metros (lo cual es bastante para la media de la zona), sin bifurcaciones, hasta el frente de corte.

A la salida de la mina se haya una zona de escombrera con restos evidentes de machacado, así como un pequeño edificio en ruinas cuya funcionalidad desconocemos. El pozo parece un esfuerzo de explorar y acceder a un yacimiento que se asociaba claramente a esta galería, digamos, inusual.

 

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Zona a la salida de la galería, con los restos de un edificio pequeño rectangular y una escombrera con morfología de zona de triturado y posiblemente lavado.

 

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Aspecto y entrada de la galería principal de la concesión, cuya morfología es claramente diferente de las otras explotaciones de la zona, como las que hemos visto en Aquí te quiero escopeta.

 

Lo único que podemos afirmar con seguridad es que esta mina fue explotada o al menos investigada por rebuscadores de la sierra (mineros que buscaban mineral en minas abandonadas y escombreras), pues hayamos la parte superior de un carburero que data de principios del siglo XX, si tenemos en cuenta que las lámparas de acetileno se patentaron en 1899 y que se trata de un modelo de estilo antiguo.

A penas quedan restos del mineral explotado en esta galería, cuyo yacimiento, seguramente una veta de galena de mejor calidad que lo habitual, fue explotado a conciencia. Sin duda la galería se abandonó al perderse dicha veta en profundidad, ya que existen catas laterales en algunos puntos, pero que no se continuaron.

La antigüedad originaria de esta galería nos ofrece algunas dudas, aunque no disponemos de ningún indicio que sustente esta hipótesis, más que las características mismas de la galería.

 

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Algunas de las muestras recogidas en las paredes de la galería muestran sin duda alguna cual era el mineral explotado: la galena.

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Parte superior de un carburo encontrado en el frente de corte de la galería principal. Por su diseño se puede datar de principios del siglo XX.

El Pinar de Bédar: la mina Águila

Volvemos a ver hoy una de las centenares de minas poco conocidas de Bédar, la mina Águila, ubicada en El Pinar de Bédar. Como de costumbre, se trata de una mina muy poco conocida, pero con una cierta importancia en la historia minera del municipio por una serie de razones que no vamos a tratar aquí en profundidad, ya que pronto nuestro amigo José Berruezo publicará pronto un artículo, fruto de una concienzuda investigación al respecto de la oscura época minera que se desarrolló entre los años 1850 y 1860.

 

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En general, la mina Águila nos lleva al casi desconocido tema de la participación local en la minería. Aunque los trabajos mineros estuvieron copadas por empresas extranjeras, los vecinos de Bédar no se limitaron a ser simples espectadores o trabajadores en ellas, hubo muchas iniciativas, algunas de las cuales merecen un capítulo propio en la historia minera de la localidad.

Esta mina es el centro precisamente de uno de estos proyectos, cuyas consecuencias podremos conocer con detalle gracias al trabajo de José Berruezo. El promotor no fue otro que Antonio Bolea Rodríguez, el padre del conocido y estimado médico bedarense Antonio Bolea García. Pocos sospechan de la intensa actividad minera de esta familia, en especial en las minas de plomo de El Pinar de Bédar. Fallecido en 1902 a los 80 años, Antonio Bolea Rodríguez fue una persona muy respetada en el pueblo, habiendo sido también secretario del Ayuntamiento, y del que sospechamos que tuvo un papel importante, aunque todavía no está claro, en el famoso motín de 1850.

 

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Los restos en esta pequeña mina no se diferencian demasiado de las similares del mismo periodo, aunque los trabajos son de cierta importancia si tenemos en cuenta los medios precarios que se utilizaron para su explotación, en busca de las finas vetas de galena que caracterizan estos criaderos. A parte de las características galerías de poca profundidad, destaca una hoya o explotación a cielo abierto de ciertas dimensiones.

 

Crónicas de Bédar: hacia la Mojácar de los 90

Era 1988, el desarrollo turístico en el levante estaba en su máximo apogeo y en Bédar comenzaban a instalarse una serie de artistas extranjeros e ingleses, por lo general. La minería no era más que un mal recuerdo que había que superar, fuera como fuese. El turismo llegaba y Bédar no podía quedarse al margen. La apuesta era fuerte, ni más ni menos que llegar a ser la Mojácar de los años 90.

Los precios parecen hoy casi de risa, entre 800 y 1000 pesetas el metro cuadrado de terreno urbano, y 300 el de suelo rústico. La apuesta estaba clara, era el modelo de Mojácar, grandes urbanizaciones, hoteles y, por qué no, un campo de golf. Esa era la idea y fue en especial la urbanización de El Pinar la pionera, empezando a crecer de forma vertiginosa, donde la cantidad de casas previstas, en cifras de miles, daban literalmente vértigo. Y eso sería solo el comienzo de lo que se quería hacer.

Esa fue la tónica de los años 90, el modelo que se preseguía. Pero como todos saben, nunca se llegó, ni de lejos, a acercarse a ser una nueva Mojácar. Faltaba quizás lo más importante: la playa.  La puntilla para todo el proyecto fue la crisis de la construcción en 2007. Vuelta a la casilla de salida.

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Pero es adaptarse o desaparecer. Casi 30 años después, el mismo periódico publica otra noticia (un artículo de opinón, en realidad) que, curiosamente apunta a todo lo contrario de la publicada en 1988. Ahora la ventaja es ser pequeños. Un pueblo con la mitad de su población formada por extranjeros, de edades avanzadas, que lucha por tener un futuro, necesitada de un tejido empresarial y económico que ayude a retener la población y, por qué no, atraer a nuevos habitantes.

 

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Y es en este punto que Bédar mira de nuevo a su patrimonio natural, histórico y minero. Un pasado deliberadamente olvidado cuando el objetivo era ser la Mojácar del interior, ahora se ve como la posible tabla de salvación, la posibilidad de competir con la playa y el turismo de masas, de demostrar que no todo son ruidosos festivales, playas, chiringitos y bocadillos envueltos en papel de plata con una coca-cola.

No, se acabó de ser la Mojácar del interior. Bédar no puede acabar sepultada bajo un crecimiento urbanístico incontrolado que desdibuje todas sus señas de identidad. Bédar ha de ser simplemente Bédar,  la de la Almería auténtica, una Almería que en Bédar se ha conservado como ningún otro pueblo del levante, con su inmenso patrimonio natural y, sobre todo, minero. Llegará un día en que todo visitante de Almería no dejará de ir a visitar las minas de Bédar, de pasear por sus huertas moriscas plagadas de restos del pasado o disfrutar, simplemente, de la autenticidad de la Almería de antes. Solo hay que creérselo.