





¡Gracias a todos los que han adquirido nuestros libros y guías! Todos están disponibles en Amazon. Un nuevo proyectos está en preparación, les mantendremos informados.






¡Gracias a todos los que han adquirido nuestros libros y guías! Todos están disponibles en Amazon. Un nuevo proyectos está en preparación, les mantendremos informados.
En el evento han estado presentes el alcalde de Mazarrón, Ginés Campillo Méndez, el alcalde de Vera, Alfonso García Ramos, y el alcalde de Cuevas del Almanzora, Antonio Fernández Liria, acompañados por concejales y cronistas de las respectivas corporaciones municipales y numerosos vecinos.
Estuvieron presentes los cronistas Mariano Guillén Riquelme (Mazarrón), Enrique Fernández Bolea (Cuevas del Almanzora) y Gabriel Flores Garrido (Vera).

En la ceremonia se rendió tributo a los mineros que marcaron nuestra historia con su esfuerzo y sacrificio, manifestando la oportunidad que este acuerdo representaba para estrechar lazos en temas de turismo, cultura y desarrollo local. Es sin duda launa muestra de la voluntad de trabajar entre pueblos hermanos para preservar la nuestra memoria histórica y el patrimonio que conecta a estos pueblos.

Durante el acto, los alcaldes se intercambiaron varios presentes característicos de dichos pueblos, pero desde nuestro humilde blog queremos dar las gracias a la representación de Vera por regalar ejemplares de dos de nuestros libros: «Trenes, Cables y Minas de Bédar, Los Gallardos, Garrucha y Mojácar» y nuestro último trabajo «Atlas ilustrado de las fundiciones del Levante Almeriense (ss.XIX-XX)«, que está en venta todavía en Amazon. Adjuntamos algunas fotografías cortesía de nuestra amiga y colaboradora, la investigadora histórica de Vera Magda Navarro Arias.


A nuestro parecer, pueblos como Bédar y Garrucha, con un gran pasado y patrimonio minero, también deberían estar participando de este hermanamiento. Especialmente Bédar tuvo una gran relación con la minería, no solo de Vera y de Cuevas del Almanzora, sino también de Mazarrón. Esperamos que no se olviden de ellos en todos los proyectos que surgan de este hermanamiento, que esperamos que sean muchos y muy fructíferos.
Hoy, 20 de octubre de 2024, ha subido a los altares como santo el lorquino Pedro Nolasco Soler, junto seis mártires más, asesinados en Damasco en 1860 por odio a la fe. Son los conocidos como «mártires de Damasco». Lo que es muy poco conocido de este santo es que trabajó como operario de la fundición de plomo Carmelita de Villaricos (Cuevas del Almanzora), donde ya fue apodado precisamente como «El Santo», predicción que hoy se ha visto finalmente cumplida. Este curioso aspecto de la biografía de Pedro Soler se recoge en la reciente obra «Atlas ilustrado de las fundiciones del levante Almeriense, ss. XIX-XX«, publicada en agosto de este año.
Pedro nació el 31 de enero de 1827 en el barrio de San Cristóbal de Lorca. Fue ordenado fraile franciscano en el convento de frailes misioneros para Jerusalén y Marruecos, situado en Priego (Cuenca). Fue destinado a la Casa-misión de Damasco, donde fue martirizado en la noche del 9 al 10 de julio de 1860, en el marco de la persecución islámica contra los cristianos, en la que los musulmanes drusos cometieron matanzas contra los cristianos maronitas desde el Líbano hasta Siria, tras el reconocimiento de la libertad de culto por parte del Imperio Otomano. Los franciscanos prefirieron morir antes de negar a Cristo.
Lo que no es tan conocido es que Pedro Soler, antes de ser ordenado, fue a trabajar como peón en la fábrica de fundición del Carmen o Carmelita, en Villaricos. Allí destacó por su humildad y habilidad, ocupando los escasos ratos de ocio en la lectura de libros instructivos y en hablar con los demás operarios de asuntos morales, consagrándose a catequizar e instruir. Por todo esto, recibió el sobrenombre de «El Santo». Toda una premonición.
Hoy volvemos para dar a conocer el avance de la investigación y las últimas novedades concerniente a la historia minera de Bédar-Los Gallardos y en especial al icónico paraje conocido como los Tres Amigos, antigua estación de partida del ferrocarril Bédar-Garrucha (o Mojácar, para que no se enfade nadie).
Revisando lo realizado hasta ahora, no podemos menos que asombrarnos del hecho que se conozca mucho mejor el periodo entre 1850 hasta 1910 que el transcurrido entre esta última fecha y el cese total de la minería del hierro, hacia 1942. Los motivos de este agujero negro o periodo olvidado son muy variados, entre otros la falta de interés de casi todos los investigadores históricos en los periodos más recientes (como si el hecho de que no ocurriera en el siglo XIX lo hiciera menos interesante), la frustrante ausencia de documentación sobre la época y la concienzuda y sistemática destrucción de todo resto minero que sufrió la zona, especialmente desde 1990 hasta que la crisis del ladrillo puso fin a las proyectos mega-urbanísticos más megalómanos que realistas.

Observamos con cierta esperanza los esfuerzos por parte de algunos municipios por poner en valor su patrimonio minero y geológico, espoleados en gran parte por el tirón del gran éxito publicitario y económico que está cosechando la Geoda Gigante de Pulpí y por sus ambiciosos proyectos de poner en valor sus minas y patrimonio. Cuevas del Almanzora parece que empieza a tomar en serio el potencial de su enorme patrimonio minero y metalúrgico, aunque les queda mucho por hacer. Vera, por su parte, ha pasado de negar todo resto minero en su territorio a reconocer que cuenta con algunos de los restos metalúrgicos más impresionantes del levante y con su propio coto minero, por no hablar del hecho que fue el centro administrativo y formador de la minería levantina… ya solo falta que, además de saberlo, lo pongan en valor. Garrucha también parece despertar del letargo, aunque los problemas económicos por los que atraviesa dificultan toda iniciativa. En cuanto a Bédar… ¿qué vamos a contar de Bédar que no hayamos dicho ya? Es de destacar los esfuerzos por poner en valor la mina Mulata pero hoy en día existen impedimentos burocráticos (maldita burocracia) que impiden su avance. Esperemos que se solucionen pronto.
Afortunadamente, la investigación avanza satisfactoriamente y de la que ya hemos dado cuenta en lo que respecta al patrimonio metalúrgico, que analizamos y pusimos al día con el catálogo de fundiciones publicado recientemente.
Y vamos a por las novedades. De todos en Bédar y de sus visitantes es conocida la tolva de carga-regulación de Tres Amigos, antigua estación de partida del ferrocarril de Bédar y también punto de inicio de la ruta minera de Bédar. Raro es el día que no se vea coches e incluso autobuses en el aparcamiento junto la tolva. El edificio está asombrosamente bien conservado, con sus tolvas superiores y su doble sistema de carga, con un túnel interior y compuertas en su parte externa, del que hemos hablado en numerosas ocasiones.

Se daba por hecho de que tal configuración de la tolva era la original concebida por los ingenieros de la Chávarri, Lecoq y Compañía en 1896. No había motivos para pensar otra cosa, dada la calidad del resto de los faraónicos trabajos de obra de la línea del ferrocarril. Pero la documentación recuperada y que estamos analizando en estos momentos, que viene a cubrir el «periodo olvidado» entre 1910 y 1942, y entre otra muchas sorpresas y novedades, nos ha hecho comprender que, en realidad, lo desconocíamos casi todo referente a esta icónica tolva de Bédar. Aunque lo trataremos todo con la profundidad y el rigor documental que solemos exigirnos, vamos a avanzar algunos datos sorprendentes y totalmente desconocidos sobre este importante elemento patrimonial.
Hasta el momento, no se conocía ninguna fotografía histórica de esta tolva, y cuando finalmente y tras muchos años de esfuerzos conseguimos una, que data de 1903, resulta que nada era como lo pensábamos. Ya entraremos en lo que respecta a la tolva-embudo y el cargadero de Cuatro Amigos, pero casi no creíamos lo que veíamos. O más bien lo que no veíamos: nuestra icónica tolva, simplemente, no estaba. En su lugar solo había una simple trinchera delimitada por dos muros, con algunos contrafuertes, que se ubicaba en la parte inferior de una rampa-tolva, aprovechando la pendiente del cerro. La configuración es asombrosamente sencilla, sin compuertas que podamos apreciar ni muros que actúen como depósito. Adjuntamos unos esquemas sencillos que muestran las diferencias:


La pregunta lógica era ¿cuándo se construyó la icónica tolva-depósito que actualmente conocemos? Afortunadamente, no tardamos mucho en encontrar la respuesta, gracias a la documentación recuperada de la Compañía de Águilas y la Unión Bedareña.
Aunque se cree que, prácticamente, la actividad minera en Bédar tras la Primera Guerra Mundial fue poco importante y que no duró mucho, La documentación recuperada nos habla de una importantísima inversión tras la fusión de las compañías mineras existentes y la creación de la Unión Bedareña. Durante el conflicto se habían realizado las obras de mantenimiento necesarias para las minas y la vía férrea y se creyó necesario modernizar y actualizar el sistema de transporte, en especial desmantelar parte del cable aéreo, de menor capacidad, y redirigir el mineral de todas las minas hacia el ferrocarril. Estas obras comportaron la construcción de la monumental tolva de la trinchera Villalta, conexión entre lo que quedaba de cable para el mineral de Serena, la instalación de un plano inclinado y unas tolvas de carga al ferrocarril para la mina Pobreza (antes conectada por un cable aéreo), la adquisición de una pequeña locomotora-tractora diésel de la marca Austro-Daimler de 6 HP para la vía Vulcano y el transporte por el ramal de Santa Catalina, relevando así las tareas de una de las locomotoras gemelas de vapor, la «Angelita».

Este cambio de configuración del sistema de transporte tuvo otra consecuencia lógica: la necesidad de ampliar la tolva de Tres Amigos, ya que la conexión de la mina Pobreza, que era entonces una de las más productivas, hizo necesario disponer de una tolva de más capacidad y que pudiera cargar dos convoyes a la vez.
Todos estos trabajos se hicieron en un tiempo récord, entre 1921 y 1922, dejando una configuración de transporte y unas instalaciones cuyos restos son los que han llegado a nosotros y que tan familiares nos resultan. Incluso sabemos quiénes fueron responsables de su concepción y construcción. Aquí nos encontramos con unos viejos conocidos en la historia minera de Bédar: Carlos Bahlsen y su hijo Alfredo, dueños de la Maquinista de Almería, que se encargaron de la fabricación e instalación de las nuevas tolvas metálicas, del cable aéreo para conectar con la trinchera Villalta y vías de transporte. El ingeniero de origen bedarense y empleado de Bahlsen, Francisco Nieto, dirigió las obras de ampliación de la tolva de Tres Amigos.
La modificación de la tolva consistió en aprovechar los dos muros de la trinchera originaria, añadiendo una bóveda que conformaría el actual túnel y en añadir unos muros de retención aprovechando la pendiente del cerro conformando así varias tolvas superiores. Se dispusieron dos hileras de compuertas de carga con sus respectivos sistemas de apertura. Una escalera de servicio en un lateral permitía a los operarios acceder a la parte superior. Tenemos así la tolva-reguladora tal y como la conocemos actualmente.

Como resumen, y para ir finalizando, concluimos que la tolva-cargadero de Tres Amigos actual se conformaría de los muros de la base, que serían los originales construidos en 1896 por la empresa del industrial Víctor Chávarri, con una ampliación en 1921-1922 con la creación de la bóveda, tolvas y compuertas de carga (permitiendo cargar a la vez dos convoyes). Los responsables de la ampliación fueron los empleados de la Maquinista de Almería, Carlos y Alfredo Bahlsen y el ingeniero de Bédar Alfredo Nieto.
Llamamos la atención sobre estos personajes, tan importantes para la historia de Bédar y del que haremos de nuevo mención en próximas ampliaciones: Carlos Bahlsen, Alfredo Bahlsen y nuestro ingeniero local Francisco Nieto.
Queremos agradecer a todos los asistentes y organizadores de la Charla-Coloquio realizada ayer, día 19 de agosto, en el incomparable marco del castillo de Garrucha. Un especial agradecimiento agradecimiento a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Garrucha y a la colaboración del empresario garruchero, Andrés Quesada, quien patroción un estupendo aperitivo para los más de 150 asistentes al acto y la excelente intervención de Juan Luis de Aynat Bañón, en calidad de descendiente.
La obra «Atlas ilustrado de las Fundiciones del Levante Almeriense (ss. XIX-XX)», se ha llevado por iniciativa privada de los autores, sin ningún tipo de subvención, patrocinio ni ayuda, una forma de poner a disposición de vecinos e interesados de los resultados de varios años de investigación multidisciplinar.
El Atlas ilustrado va más allá de una simple guía o catálogo de los numerosos establecimientos fabriles, que proliferaron en el Levante Almeriense durante el famoso episodio minero del plomo de la segunda mitad del siglo XIX. Numerosas son las anécdotas y curiosidades ligadas a estas fundiciones, que salpican a prácticamente todos los municipios del Levante Almeriense y por las cuales se hizo un repaso durante la velada del lunes: agentes nazis, naufragios de barcos, tumbas desconocidas, intoxicaciones, las monedas y los primeros objetos de plata fabricados, los personajes relevantes implicados, etc.
Bédar y Los Gallardos aportan a la obra sus fundiciones del Boliche de Carmen de Bédar, Lavadero y San Juan, revelando su historia, propietarios y minas de las que se proveían. Se trataba de unas fundiciones con características propias, más cercanas a las primitivas funciones de Gádor que a las asociadas a Sierra Almagrera.
Este Atlas Ilustrado será sin duda una obra de referencia para localizar, reconocer y, sobre todo, comprender este elemento vital en la historia de nuestra comarca. Tarde o temprano, los restos de estas fundiciones se convertirán en importantes atractivos turísticos que complementarán los que ya posee esta tierra.



Hoy damos la exclusiva de la publicación prevista de una nueva obra sobre el rico patrimonio minero-industrial de nuestra comarca del Levante. El título de la obra es muy esclarecedor al respecto: «Atlas ilustrado de las fundiciones del Levante almeriense, ss. XIX-XX» y los autores son ya conocidos autores muy conocedores del patrimonio y la historia minera y metalúrgica: Juan Antonio Soler Jódar, Antonio González Jódar, Magda Navarro Arias y José Berruezo García.
Según nos indican los autores, estará disponible a partir del próximo mes de agosto, y consta de más de 400 páginas y más de 600 ilustraciones, entre gráficas, fotografías y reconstrucciones de las diferentes instalaciones. Se tratan los antecedentes históricos y se actualiza la información sobre todas las antiguas fundiciones instaladas en nuestra comarca desde 1839, con un catálogo de restos conservados, con su correspondiente interpretación tecnológica, sus propietarios y todo lo necesario para poder visitarlas (rutas incluidas), interpretarlas y conocer todos sus secretos.
El completo catálogo, profusamente ilustrado, recorre todas las fundiciones instaladas en Cuevas del Almanzora, Pulpí, Huércal-Overa, Vera, Garrucha, Turre, Los Gallardos y Vera. Es una historia muy ligada a la minería en la comarca, y una muestra evidente del gran dinamismo e iniciativa en el Levante almeriense en una época (mediados del siglo XIX y principios del XX) que se considera, generalmente, un periodo de miseria, penalidades y poco interés desde el punto de vista histórico. Nada que ver.
Sin duda, una obra que será indispensable para todo aficionado al patrimonio histórico-industrial y minero y, en general, a todo el que quiera saber un poco más sobre su comarca. Iremos informando en cuanto tengamos más detalles sobre las fechas de publicación.

Con sana envidia recibimos la noticia de los nuevos nombres de calles aprobadas en la sesión ordinaria del Pleno del Ayuntamiento de Vera el 29 de septiembre pasado para el nuevo polígono industrial proyectado en el municipio. Con emoción, hemos visto como la pasada exposición “Luces y Sombras” ha despertado la memoria olvidada del patrimonio histórico-minero, proponiendo como nombres de las calles de la futura zona industrial los de prohombres de la industria minera relacionadas con la ciudad y, como principal, la Escuela de Capataces y Maestros Fundidores de Vera.
No podemos menos que aplaudir y felicitar al Ayuntamiento de Vera por la iniciativa, así como a todos los grupos políticos, que apoyaron por unanimidad el proyecto. Pero mejor véanlo ustedes mismos:
Una de las calles se dedicará muy merecidamente a Juan Pié y Allué, que también merecería una calle en Bédar. Juan Pié, nacido en 1858 en Zaragoza, completó de manera sobresaliente la carrera de ingeniero de minas, ingresando en el Cuerpo de Ingenieros a los 21 años. Tras realizar prácticas durante algunos meses en Almadén, pasó al distrito de Almería, donde trabajó en la enseñanza privada en La Compañía Peninsular Azucarera. Su llegada al levante almeriense fue de mano de la empresa The Union Bank of Spain and English Ltd para la explotación de algunas minas en sierra Almagrera, instalándose en la mina Guzmana, donde se encargó de la dirección técnica.


Juan Pié fue durante un corto periodo de tiempo jefe del distrito de Albacete hacia 1886, pasando a fundar la Escuela de Capataces en Vera, de la que fue nombrado subdirector en marzo de 1890, ocupándose también en empresas industriales de la localidad. En 1894 ascendió a ingeniero primero del cuerpo de minas y, tras ofrecerle el puesto de director de la Sociedad de explotación de las minas de hierro de Bédar, pidió licencia para ocupar el cargo, que mantuvo hasta 1897.
Juan Pié compaginaba su carrera de ingeniero con diferentes aficiones. Era músico y tocaba varios instrumentos; hablaba inglés y francés correctamente; era un buen fotógrafo; fue uno de los primeros en España en usar el taquímetro y la máquina de escribir, y a ratos perdidos ensayaba un excelente microscopio que había adquirido. Era además un agudo polemista que nos ha dejado numerosos escritos profesionales (entre ellas las conocidas Tablas Taquimétricas Universales, varios trabajos sobre los criaderos de hierro y plomo del Levante de España) y artículos de opinión en diferentes medios.
A pesar de la importancia del personaje, la falta de descendientes directos hizo que su enorme legado se perdiera inexorablemente, por lo que no ha sido hasta hace muy poco que han podido ser identificado (con una alta probabilidad) en dos fotografías, en las que por la fecha, lugar y posición que ocupa dicho personaje, nos hace pensar con una muy alta probabilidad de que se trate de este ingeniero. No hay que olvidar que se conservan fotografías bien identificadas de todos los directores de las minas de Bédar, de todos salvo de Juan Pié, Herman Leonhardt y Andrés López de La Presa. Hemos de añadir a esta lista de directores con fotografía a Juan Pié.
Juan Pié falleció relativamente joven en Madrid a causa de una enfermedad, en la madrugada del 23 de enero de 1900. La viuda de Juan Pié, Magdalena Benítez, falleció el 11 de diciembre en Almería y su única hija, Antonia Pié Benítez, falleció soltera y sin hijos, víctima de una enfermedad incapacitante. A raíz de su muerte, se entabló una pugna judicial por la enorme herencia que dejó este ingeniero, valorada en 200.000 pesetas de la época, que se disputaron la orden de los jesuitas y una tía de la mujer de Juan Pié, Antonia Benítez Cano.
Los efectos personales, escritos, fotografías, etc, fueron recogidos por los familiares de la oficina de Juan Pié en El Pinar de Bédar y desconocemos donde pudieron acabar. Y es aquí que le perdemos la pista a este ingeniero, aunque la huella que ha dejado es imborrable y se hace justicia dándole su nombre a una calle en Vera. ¡Qué menos!


Tras su dificultosa recuperación para la exposición celebrara en Vera (Luces y Sombras), la vagoneta aérea ha vuelto a Bédar, donde ha sido emplazada a la entrada del parking del cementerio, sin más ceremonia ni cartel o panel explicativo que indique al eventual visitante de qué se trata.
Recuperada gracias a los esfuerzos de la asociación Correcaminos de Turre, la Asociación para la Protección del Patrimonio minero de Bédar (APAMIBE) y la colaboración de los ayuntamientos de Bédar y Vera, se trata de una de las vagonetas del cable aéreo de transporte de mineral de hierro que conectó Serena con Los Gallardos construido por la empresa García de Legarda, Hijo bajo la dirección de Joaquín Larragoiti, que ya venían de instalar un cable aéreo similar en el Pirineo de Lérida, entre Malpàs y Xerrallo.


Carretón y detalle del sistema de enganche
El cable, de casi 4 km de longitud, empezó a funcionar en 1956, transportando mineral de hierro desde la mina de San Manuel hasta un cargadero junto a la carretera de Los Gallardos, desde donde se enviaba en camiones hasta Garrucha para su embarque.


Patente del fabricante alemán Adolfo Bleichert
Existían varios fabricantes de estos ingenios, con sistemas diferentes de enganche y transporte. Este cable concreto se trataba de una patente del fabricante alemán Bleichert, un fabricante prestigioso y muy conocido. Se trataba de un sistema bicable, en el que uno de los cables servía de carril y el otro, que era móvil, traccionaba las vagonetas gracias a un motor eléctrico. La diferencia principal con otros sistemas de cable de transporte era el enganche de la vagoneta al cable motriz, un de los aspectos más importantes ya que en los descargaderos y cambios de dirección del cable las vagonetas debían poder desengancharse y engancharse fácilmente. El sistema Bleichert utilizaba las vagonetas se enganchaba por medio de un ingenioso sistema de mordaza patentado por Bleichert que se accionaba por el propio peso de la vagoneta.


A la izquierda, sistema que evitaba el vuelco de la vagoneta. A la derecha, número sobre la percha de la vagoneta, la recuperada en Bédar es la número 25.
¿Existen otras vagonetas expuestas de este tipo o otros elementos de un cable similar en España? Realmente, los cables aéreos de transporte de minerales son un poco como los hermanos pequeños de los ferrocarriles por raíles tradicionales. De hecho, a veces se hace referencia a ellos como «ferrocarriles aéreos» y han sido relativamente poco estudiados. La conservación o puesta en valor de este tipo de instalaciones antiguas no es frecuente, pero aún así tenemos dos ejemplos que se publicitan por internet. Así nos encontramos con la vagoneta, también sistema Bleichert, preservada y expuesta en Viveiro del cable de las minas de Silvarosa (Lugo) y un interesante proyecto para recuperar un antiguo trazado de funicular entre Novo y Sierra con varias columnas de cable, también en Galicia, del cual se ha solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), sin que sepamos todavía si se han recuperado o expuesto vagonetas. Otra columna y dos vagonetas están también expuestas en Suria, algo más recientes. Y eso es todo lo que hemos podido encontrar (si alguien conoce más ejemplos, estaremos encantados de conocerlos).


A la izquierda, columna de cable preservada del funicular entre Novo y Sierra. A la derecha, vagoneta Bleichert preservada en Viveiro (Lugo).
En todo caso, podemos afirmar sin lugar a dudas que se trata de algo único en la provincia de Almería, que sin embargo tuvo una historia muy rica en este tipo de transportes que tan eficazmente eran desmantelados cuando dejaban de prestar servicio. No deja de llamarnos la atención que este tipo de instalaciones empiecen a declararse como BIC, pues aparte de la vagoneta preservada, el cable aéreo Serena-Los Gallardos, se conservan mucha de las instalaciones de su trazado, incluida una tensora, la estación motriz y muchos de los soportes de las columnas.
Dos ruedas de vagoneta aérea recuperadas en la sierra de Bédar en el trazado del antiguo cable Bédar-Garrucha, con algunas diferencias. En Bédar funcionaron diversos cables, sistema Pohlig, Bleichert y Roe.
Para concluir, podemos afirmar que la vagoneta que se expone en Bédar, que esperamos que pronto cuente con algún tipo de información y/o inauguración oficial, es una auténtica rareza digna de todos los cuidados. Y no podemos acabar sin indicar que Bédar aún reservan alguna sorpresa para el escasamente representado patrimonio de los «ferrocarriles aéreos», pues recientemente la Legión española tuvo a bien recuperar una canasta de uno de estos ferrocarriles que, puede, sea la de más antigüedad hasta el momento conservada en España, pues se trata de una vagoneta de sistema aéreo de sistema Pohlig, otro fabricante alemán muy conocido, instalada en 1909 por otro no menos conocido alemán, el ingeniero Carlos Bahlsen, para dar servicio a una mina de nombre Carabinera. Este cable conectaba con otro de los cables aéreos míticos almerienses, en cable de Serena a Garrucha, que fue en su momento el más largo, el de más capacidad y con el que el fabricante Pohlig revolucionó este tipo de sistemas de transporte a nivel internacional. Todavía no sabemos qué destino a previsto el Ayuntamiento de Bédar para esta centenaria vagoneta.


Vagoneta recuperada por la Legión del ramal de cable de la mina Carabinera en Serena (Bédar) de 1909. Este cable fue fabricado e instalado por el ingeniero Carlos Bahlsen en La Maquinista de Almería, utilizando el sistema patente Pohlig, que conocía muy bien como director que fue también del cable Bédar-Garrucha. Como detalle interesante, presenta un fondo de madera que amortiguaba la caída del mineral, evitando el deterioro del fondo de la vagoneta, un detalle de la calidad del trabajo de esta fundición de hierro almeriense.
Aparte de esta segunda vagoneta, se conservan algunas rodaduras del antiguo cable Bédar-Garrucha (las ruedas que se movían por el cable fijo portador en lo que se conocía como el «carretón»), además de algunos enganches de las antiguas columnas y fragmentos de cable.
Fotografía de varios operarios sobre una columna del cable de Malpàs a Xerallo, en el Pirineo de Lleida. Este cable, muy similar al de Bédar, fue instalado poco antes del inicio de las obras de su homólogo almeriense por el mismo ingeniero, Joaquín Larragoiti. Fotografía cortesía de Feliu Izard
Volviendo al asunto de las fundiciones y sin abandonar el área de Palomares. En los primeros tiempos tras el descubrimiento del filón de plomo argentífero en Almagrera, se instalaron diversos establecimientos de fundición, no solo de los tradicionales “boliches” sino también de fundiciones basadas en hornos de cuba, como ya vimos en nuestro anterior artículo, cuyo coste no era tampoco especialmente exagerado. Muchas de estas primeras fundiciones, generalmente de pequeñas dimensiones, no fueron muy exitosas y rápidamente cerraron, como es el caso de Carmen de Bédar; San Juan (Los Gallardos); Los Pobres de Huércal (Huércal-Overa); Concepción en Vera, y las de Grima, la Encantada y Santa Rosalía en Cuevas del Almanzora.
La fundición que hoy analizamos forma parte de estas fundiciones del periodo que hemos denominado “de primera fase” y que hemos establecido entre el descubrimiento del filón de Almagrera en 1839 y 1850, con la crisis del mercado del plomo. Aunque no es muy conocido, en esta primera fase hubo un factor adicional que favoreció la instalación de fundiciones en toda la comarca: la presencia de antiguas escorias de fundición.
Inicialmente las escorias de fundición de trabajos antiguos eran despreciadas y consideradas perjudiciales para el cultivo de las tierras. Las primeras denuncias de concesiones para la explotación de escorias se realizaron en los distritos de Cuevas del Almanzora y Vera, tras encontrarse granos de plomo fundido entre algunas escorias en 1841. No fue, sin embargo, hasta 1843 que los fundidores de Cartagena consiguieron fundir escorias con éxito y aprovechar el plomo que todavía contenían, especialmente de los escoriales romanos y fenicios, que debido a los métodos más primitivos usados para su fundición (hornos de baja temperatura), podían obtener hasta un 17% de plomo. Rápidamente se reguló la concesión estas demarcaciones, de manera que para que se aceptara se exigió que se estableciera, en un plazo no superior a un año, el lugar en el que esos escoriales se iban a beneficiar.
Plano de 1904 de los terrenos propiedad de la Compañía de Águilas.
Los motivos por los que este punto del litoral delante de Palomares (playa de Quitapellejos y Vera-Playa) fue un punto de concentración metalúrgica desde mediados del siglo XIX y hasta principios del XX, es una de las cuestiones que no tiene una respuesta clara. Aparentemente demasiado lejos de la principal fuente de minerales. San Javier, Madrileña (no muy lejos), San Andrés y Don Guillermo/Santo Tomás, sin contar la fundición de la que nos ocupamos hoy y otra que estuvo casi a punto de construirse al lado de Don Guillermo por parte de la Sociedad Metalúrgica de Mazarrón, nos indican que era un punto propicio para los industriales que hicieron su inversión en dichos negocios.
La principal ventaja fue sin duda el tratarse de un punto de la costa con la profundidad suficiente para facilitar las tareas de cargas y descarga de vapores de cierto tonelaje. Estas fundiciones contaban con sus propios embarcaderos y, la aparente ventaja de la lejanía de las minas, debía verse compensada con no tener que transportar el combustible necesario, que llegaba usualmente en vapores desde Inglaterra. Tampoco tenemos que olvidar que el coto de Herrerías no está muy lejos, así como la zona minera de Los Pelados, y que la Compañía de Águilas acabó instalando un ferrocarril que conectaba Palomares con Herrerías.


Una de las chimeneas de la fundición San Javier a la izquierda con los restos de una de las galerías de humos. A la derecha, vista de un barco de carga de yeso desde Quitapellejos.


A la derecha, los restos del molino que se confunde muchas veces con un horno de fundición por su forma. A la izquierda, escorias cercanas a donde se encontraba la fundición Trinidad.
En el análisis de las fotografías aéreas de los vuelos americanos y gracias a la documentación consultada, nuestro equipo pudo identificar rápidamente las cuatro principales fundiciones: Madrileña, San Javier, Don Guillermo y San Andrés. Sin embargo, los restos de uno de los edificios, unas instalaciones con los típicos arcos que se instalaban en las baterías de cuba, seguían sin ser identificados.
La respuesta a la fundición sin nombre la encontramos finalmente en el Archivo Histórico Provincial de Almería, en la que pudimos documentar una fundición de nombre Trinidad que se instaló en Palomares, término de Cuevas, lo que deja clara su ubicación y lo diferencia de los restos de la fundición Don Guillermo, que se encuentran justo al lado, pero ya en el pago de Palomares del término de Vera.
Mención al «pago de Palomares» en el pleno de una sesión ordinaria del Ayuntamiento de Vera de 4 de julio de 1897.
La efímera fundición fue construida por el banquero e industrial de origen marsellés Hilarion Roux (1819-1898), que en 1842 se trasladó a España como corresponsal de la casa Rothschild y para gestionar sus propios negocios. Instalado en Cartagena, se fue introduciendo progresivamente en la minería y metalurgia, especialmente en la sierra de Cartagena-La Unión y en Mazarrón, además de otros negocios fura de España, creando la Compagnie Française des Mines et Usines de Escombrera-Bleyberg.
Esta, hasta ahora, desconocida fundición almeriense de Hilarion Roux estuvo muy poco tiempo activa, entre agosto y octubre de 1845, con una producción de tan solo 109 quintales con 2 libras de plomo argentífero, que fue transportado hasta la fundición San José de Cartagena para desplatarla, porque por su contenido en plata no podía exportarse. El objetivo de esta fundición está bien definido: “esta fábrica fue construida para fundir las horruras de las demás de este distrito, y no teniendo cuenta a sus dueños continuarla, fue abandonada el 27 de octubre.”


Fotografía aérea y reconstrucción artística de los restos de la fundición Trinidad junto a los de Don Guillermo en funcionamiento.
Los terrenos fueron adquiridos posteriormente por la Compañía de Águilas cuando adquirió la fundición San Javier, instalándose unos almacenes en donde se encontraba la fundición, tal y como podemos ver en el plano de las propiedades que adjuntamos.
Actualmente no queda absolutamente nada de esta fundición, tampoco hemos localizado fotografías de los restos. Las fotografías aéreas nos muestran varias estructuras alargadas con los típicos arcos de mampostería donde se instalaban los hornos de cuba como los que podemos ver en otras fundiciones de la zona y, posiblemente, se intuye también un patio. En los planos de la Compañía de Águilas se observan depósitos de “horruras” cerca de la misma, cerca de los restos del molino que, aún en día, se sigue confundiendo con los restos de un horno de fundición.
Y hasta aquí la historia de esta efímera, pero interesante fundición.
Reconstrucción artística de antiguo grabado que representa la fundición Carmelita en funcionamiento en Villaricos, con Sierra Almagrera a la derecha.
Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de un equipo de investigadores: Antonio González Jódar, M.ª Magdalena Navarro Arias y José Berruezo García.
Juan Antonio Soler Jódar
30 de julio de 2023
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Si echamos mano de la historiografía oficial del levante almeriense, bien podríamos estar contentos de vivir en esta época y no, por ejemplo, en el siglo XIX, época de miseria en las que los trabajadores esclavizados en las minas morían debido a las malas condiciones y a la desnutrición, cuando no echaban jornadas interminables en el campo para alimentar a sus numerosas familias.
Pero ¿era realmente así? En esa época era perfectamente posible viajar en tren desde Garrucha a Bédar y la costa estaba, literalmente, ocupada por establecimientos fabriles que daban trabajo a centenares de personas, especialmente en la costa de Cuevas del Almanzora. La mayor parte de las minas eran tomadas a partido por mineros a cuenta propia o por medio de contratistas y los principales pueblos alcanzaban sus máximos históricos de población con todo tipo de negocios ligados a la actividad minera, especialmente en Sierra Almagrera y Sierra de Bédar. Vera, convertida en el centro administrativo de la región, albergaba ni más ni menos que una de las Escuelas de Capataces de minas además de todo tipo de comercios, gestores, hostales y otras empresas que proporcionaban todos los servicios necesarios a los negocios mineros. Garrucha era un puerto de referencia en los que numerosos viceconsulados controlaban los muchos negocios, no solo de minerales, que tomaban Garrucha este pueblo como su base de operaciones.
Toda esta actividad ha dejado un enorme legado patrimonial en todo el levante que, desgraciadamente, se ha ido perdiendo bajo la voracidad de la actividad urbanística. Y eso no es lo peor, porque el recuerdo colectivo de esa época fue distorsionándose hacia un falso recuerdo de miseria, hambre y explotación laboral que ha hecho que la gente no pueda ni siquiera imaginar que en esa época las industrias y empresas mineras pudieran estar dotadas de los últimos adelantos tecnológicos.

Vista aérea de los restos de la fundición San Andrés y Don Guillermo
En término de Vera, a poca distancia de Vera-Playa se encuentra una de las reliquias de esta época. Los restos de la fundición de San Andrés se han salvado casi milagrosamente (por ahora) de la acción erosiva del urbanismo. De la treintena de fundiciones que se instalaron en el levante almeriense, ya son pocas las que conservan tantos elementos como San Andrés, pudiéndose equiparar solamente a las fundiciones de El Tomillar y Esperanza Segunda en Cuevas del Almanzora.
El interés de estos restos, aparte de su excelente ubicación perfecta para un uso turístico, es el hecho que cuenta con todos los elementos característicos de una fundición de plomo típica de finales del siglo XIX y principios del XX. Cierto que ha perdido su chimenea principal, que era de sección circular, pero todavía conserva varias chimeneas secundarias y, sobre todo, unas impresionantes galerías de condensación de humos que, salvo error en nuestras mediciones, la elevan al récord absoluto de longitud de una galería de condensación en una fundición de este tipo, con unos impresionantes 4,2 km de longitud total en una disposición elíptica muy apretada, superando los 3,5 kilómetros que alcanzó la de la fundición Santa Elisa de Mazarrón.
Y, desde luego, su funcionamiento no es tan sencillo como se podría pensar. La misma distorsión histórica de la que hablábamos al principio puede llevar a pensar que se trataba de hornos rústicos de ladrillo y arcilla alimentados con atochas de esparto y leña, evocando más a los primitivos “hornos boliches” de fundición que tanto abundaron especialmente en sierra de Gádor. Pero nada más lejos de la realidad, porque aunque bien es cierto que, sobre todo en una primera fase, se construyeron hornos boliches y fundiciones para plomo sin muchos medios técnicos, rápidamente las fundiciones adoptaron todos los avances necesarios. Hablamos de maquinaria a vapor y modernos hornos de fundición y desplatación perfectamente adecuados para tratar los minerales plomizos y argentíferos del país, sin olvidar tampoco las numerosas menas cobrizas de la zona.
UNA LARGA HISTORIA, 40 AÑOS DE ACTIVIDAD: 1872-1912
La fundición San Andrés tiene también una larga historia. Instalada en 1872 por Francisco Bravo Alarcón, que fue alcalde de Cuevas del Almanzora, la construcción fue favorecida en su momento por un periodo de estabilidad del mercado iniciado en 1849-1950, tanto por la demanda de plomo como por un aumento de la demanda de cobre en el mercado de Londres. Este contexto favorable se vio reforzado en 1869 con el descubrimiento de la plata nativa de Herrerías. En esta primera fase, la fundición fue dirigida por la empresa Bravo y Compañía, fundiendo sobre todo minerales de Almagrera. La crisis del sector hizo que a principios de la década de 1890 la fundición cesara su actividad, siendo adquirida por los Sres. Manuel Campoy Sánchez y Manuel Giménez Sánchez en 1894. Los nuevos propietarios siguieron un tiempo en actividad beneficiando minerales argentíferos de la mina Virtud de San José de Herrerías. En 1898 falleció el director, Manuel Giménez Sánchez.
En 1901 la fundición fue adquirida por el industrial de origen francés afincado en Cartagena Luis Canthal, pasando a la Sociedad Metalúrgica de Almagrera, una filial de la Sociedad Argentífera de Almagrera, bajo la dirección de Fernando Villasante, que estuvo en el puesto hasta su cese en noviembre de 1903. La nueva sociedad inició los trabajos con el encendido de 10 de los 14 hornos de los que disponía la fundición el 19 de enero de 1902 en una ceremonia en la que el párroco de Cuevas, Santos Mulero, ofició una misa. En 1903 era ya la única fundición del levante en seguir en funcionamiento.
En 1902, la Sociedad Argentífera de Almagrera decidió instalar una dinamo para facilitar el alumbrado de las minas de Sierra Almagrera, así como para suministrar electricidad a Vera y el puerto de Garrucha. Esta instalación se puso en funcionamiento el alumbrado eléctrico de la fábrica, una novedad en la comarca, de manera que podían iluminarse los amplios patios de la fundición, además de la extensa galería de condensación. La fábrica proporcionaba energía también para el puerto de Garrucha. Además, la fundición San Andrés era la que abastecía a la Central eléctrica de Villaricos con el carbón necesario para el funcionamiento de sus máquinas. Por lo que se comenta en los periódicos de la época, la imagen de las galerías de condensación iluminadas de la fundición era visible desde muchos puntos de la costa, a modo de serpiente luminosa.
En 1907 se instala también en la fundición una nueva máquina de vapor locomóvil, posiblemente para asegurar el flujo de aire adecuado para los hornos. En 1907 la fábrica fundía con ocho hornos de manga, siempre activos, con un total de 4.806 toneladas de plomo fundido, la mayor parte de la producción de Sierra Almagrera. También se recogen las quejas de los vecinos de Palomares por el riesgo de intoxicación al que se exponían a causa de las humaredas desprendidas por las calcinaciones al aire libre que se estaban realizando en esos momentos, lo que indica que seguía en plena actividad.
En 1910 se contabiliza la producción de 590.317 onzas de plata y hasta 1911 no encontramos otra noticia, la de la instalación de una caldera de vapor en la fábrica. En enero 1912 se recoge también la muerte de un carretero, Juan Egea Martínez, que conducía un cargamento de piedra hasta la fundición.
En un legajo conservado en el Archivo de Vera de marzo de 1915, se recoge un robo efectuado en el almacén de comestibles de la fundición de San Andrés, en la que, aunque sin indicar explícitamente que estaba en funcionamiento, se informa de un basculista que estaba trabajando, indicando también que el director de la fábrica era en esos momentos Juan Gómez Rodríguez.
Entre los diferentes productos ofrecidos por este almacén nos encontramos con cajas de tabaco, cigarros puros, cerillas, alpargatas, calcetines, petacas, sacos de harina, navajas de Albacete y francesas, botones, tijeras, agujas, anteojos, chocolates y latas de ternera con guisantes. Las instalaciones se completarían con edificios administrativos, almacenes y laboratorio, de los que no quedan restos, seguramente por formar parte de la parte de la fundición afectada por la carretera.
Reconstrucción del aspecto de la fundición de la Atalaya en Garrucha.
BREVE RESEÑA SOBRE LA METALURGIA DEL PLOMO Y DE LA PLATA
Aunque no entraremos en una descripción en profundidad de la tecnología de fundición de plomo y recuperación de plata en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, sí que daremos algunos datos para comprender el estado de esta tecnología y de la evolución que experimentó, mucho más compleja de lo que se pudiera pensar.
Los hornos de fundición que prevalecieron durante la fase de minería anterior en sierra de Gádor y en las primeras fases en el levante almeriense, fueron los conocidos como “boliches”. Se trataba de hornos llamados de reverbero (en el que el combustible no se mezcla con el mineral), en los que se obtenía el plomo metálico por una reacción de “reducción por aire” gracias a los cambios de temperatura y control de los accesos de oxígeno por parte de hábiles maestros fundidores. Eran de fácil construcción y no precisaban de un combustible específico, por lo que se podía usar tanto leña como atochas de esparto. Sin embargo, no eran los más efectivos y mucho del plomo quedaba en las escorias (horruras), pero su bajo coste los hizo proliferar ampliamente.
Los boliches precisaban de minerales ricos y desaprovechaban tanto plomo en las horruras que se tuvieron que completar con hornos de cuba (el mineral se mezcla con el combustible) para tratar las horruras de los boliches. Estos hornos, sin embargo, precisaban de carbón exento de elementos volátiles (coque o carbón vegetal) para evitar interferencias en la reacción y también era necesario que el mineral estuviera oxidado (como pasaba con las horruras) y no en estado “crudo” en forma de sulfuro de plomo (galena). Estos hornos también precisaban de una corriente de aire forzado, que se introducía con fuelles (llamadas pavas) por medio de una manga, por lo que también eran conocidos como “hornos de manga”.
Paralelamente a estas fundiciones sencillas (boliches y boliches/hornos de manga), se empezaron a construir otras fundiciones mejor equipadas y que utilizaban como horno principal los más eficaces hornos de cuba en su versión “horno de manga”, además de otras instalaciones accesorias para desplatación o fabricación de productos manufacturados como son los perdigones.
En el levante almeriense, aunque se construyeron también los tradicionales boliches, fueron estas fundiciones más completas las que rápidamente proliferaron, por el sencillo motivo que la galena de Sierra Almagrera era muy rica en plata y era realmente la plata el principal producto. Para obtener esa plata primero se debía obtener el plomo metálico, y para ello no podían permitirse que parte de ese plomo (y la preciada plata que contenía) pasara a las escorias. Como el mineral crudo (la galena, un sulfuro de plomo) no podía usarse directamente, primero tenía que oxidarse en hornos de calcinación con leña, lo que podía hacerse al aire libre en pilas, en recintos o en hornos de reverbero. Ese mineral calcinado se conocía como “parva”, compuestas de óxidos de plomo a la que se añadían fundentes, conformando la carga de los hornos, que se completaba, generalmente, con coque (carbón destilado) de origen inglés o bien producido en las mismas fundiciones en unos hornos de cuba especialmente diseñados para ello. El óxido de plomo junto al carbono aportado por el coque eran los que aseguraban la reacción de reducción y liberación del plomo metálico.
Los hornos para desplatación de esa época eran las “copelas”, que podían ser por el sistema inglés o alemán (variando en la forma en como se accedía a la copela) y en la cual la desplatación consistía en aplicar una corriente de aire caliente sobre la superficie que iba eliminando el plomo en forma de óxidos (litargirios) dejando al final una “torta” de plata como resultado. Estos litargirios aún se trataban en otros hornos, esta vez de tipo reverbero, en los cual se obtenía el plomo metálico que contenían, para aprovechar el plomo como producto secundario a la desplatación.
Las fundiciones producían, por lo tanto, galápagos de plomo (pobre o rico en plata) y tortas de plata sin refinar. A partir de 1850 estas fundiciones empezaron a tratar también minerales de cobre, aprovechando un contexto favorable del mercado, produciendo cobres en mata sin refinar que eran exportados a fundiciones provistas con el resto de hornos necesarios para completar el refino del mineral, ya fuera en Inglaterra o Murcia. La posibilidad de obtener estas matas de cobre es gracias a que la tecnología necesaria era la misma que la utilizada para producir plomo.

La fundición San Jacinto en Vera/Garrucha.
¿ULTIMAS TECNOLOGÍAS?
Nos encontramos, pues, con tres tipos de hornos básicos en estas fundiciones: los de calcinación, los de fusión (hornos de cuba) y los de desplatación (copelas).
Mientras sierra Almagrera fue produciendo plomos ricos en plata todo fue perfectamente, pero cuando las leyes de plata empezaron a disminuir y los precios del plomo empezaron a no ser tan favorables, las fundiciones empezaron a verse obligadas a adaptarse. Esta evolución tecnológica la vemos en los tres tipos de hornos descritos y lo analizaremos uno por uno.
HORNOS DE FUSIÓN


A a la derecha, un horno de manga de la fundición San Jacinto (Garrucha/Vera). A la derecha, un horno Piltz


A la izquierda, esquema de un horno de gran tiro o atmosférico. A la derecha, un horno americano «water-jacket».
Inicialmente, las únicas mejoras en los hornos de fusión fueron las que experimentaron los sistemas de aire forzado, que pasaron de ser accionados por fuelles por medio de sufridos trabajadores a utilizar ventiladores movidos por mulas y, finalmente, eficaces máquinas de vapor.
En cuanto a los hornos, pronto empezaron a producirse avances que permitieron hornos de cuba mucho más eficaces que los tradicionales de manga. La introducción de los hornos de gran tiro o hornos atmosféricos durante la segunda mitad del siglo XIX aportaron la novedad de no necesitar aire forzado, pero pronto fueron desechados por consumir demasiado combustible. Más éxito tuvieron nuevos hornos que empezaron a utilizar refrigeración con agua de las toberas, como fueron los hornos Raschette o Kast, pero fueron los hornos alemanes tipo Piltz los que resultaron más eficaces, empezando a sustituir a los de manga en el levante almeriense hacia finales del siglo XIX. Su eficacia era incontestable, un solo horno Piltz era capaz de fundir tanto como 13 hornos tradicionales de manga. En San Andrés, estos hornos se instalaron hacia 1901 con el nuevo propietario, Luis Canthal, aunque todavía conservaron algunos de manga. Los nuevos hornos precisaron de nuevos sistemas capaces de proporcionar el agua necesaria, algo que ya comenzó a ser preciso con la instalación de las máquinas de vapor.
Posteriormente se introdujeron otros hornos que también utilizaban refrigeración por agua, los hornos americanos “water jacket”, de los cuales tenemos un ejemplo en el levante en la fundición Santo Tomás de Palomares hacia finales del siglo XIX.
HORNOS DE CALCINACIÓN
La evolución tecnológica también llevó a desarrollar nuevos hornos capaces de una calcinación más perfecta y con el menor gasto de combustible, aunque nos consta que el levante almeriense aún se usaban simples recintos rectangulares o incluso se continuaba calcinando en montones al aire libre.
A partir de 1900 se introdujeron nuevos sistemas de calcinación por medio de hornos de reverbero, concretamente los de Huntington y Heberlein. Sabemos que en 1902 se instaló en San Andrés un nuevo “horno reverbero, para poder atender con más grande eficacia y perfección á la producción de calcinar los minerales”, sin duda uno de estos dos nuevos hornos.
Batería de hornos de calcinación muy similar al de la fundición San Andrés.
HORNOS DE DESPLATACIÓN
Sin duda estos hornos son los que sufrieron una mayor evolución. Las tradicionales copelas pronto empezaron a ser insuficientes cuando las leyes de plata empezaron a disminuir. Estas copelas eran completamente ineficaces para el tratamiento de los “plomos pobres”, que por lo general se enviaban a otras fundiciones, en Almería o Inglaterra, con fundiciones capaces de tratarlos.
Para tratar estos minerales pobres en plata, incluidas las tierras argentíferas pobres de Herrerías, solo había dos opciones, o implementar nuevas tecnologías de desplatación o enriquecer los plomos previamente para poder seguir utilizando las copelas.
Una de las primeras novedades fueron los hornos sistema Pattinson, que recuperaban la plata por cristalización, siendo la fundición San Andrés de Adra la primera que instaló uno de ellos, aunque nos consta que también se instalaron en algunas de las fundiciones del levante almeriense. Lo que sí está suficientemente documentado es que en la fundición La Española, instalada en 1882 en la playa de Vera, se aplicó el proceso Parkes para la desplatación (por medio de zinc), sistema introducido por primera vez en Marsella en 1852. También sabemos que en 1899 se creó una sociedad anónima de nombre La Argentina para instalar una planta de lixiviación por cianuro en la antigua fundición Araucana de Herrerías (Cuevas del Almanzora).


Calderas para afino del plomo por el sistema del zinc de la fundición La Española (Vera)
A pesar de la implantación de estos nuevos hornos de tratamiento de minerales pobres en plata, en muchas fundiciones y, especialmente en el objeto de nuestro estudio, la de San Andrés, se seguían sistemas de enriquecimiento previo. Estos sistemas consistían en realizar fundiciones incompletas para obtener productos ricos en plata: las conocidas como matas. Estas matas no eran propiamente escorias, más bien productos mal fundidos pero que podían contener altas concentraciones plata, y de ahí su interés.
En general, el objetivo en los hornos de fusión era el de evitar estas matas, lo que solía deberse a una mala calcinación previa. La persistencia de sulfuros u otros productos indeseables en las parvas interfería en la reducción del óxido de plomo y generaban productos intermedios, que incluían muchos elementos indeseables además de grandes proporciones de plomo y plata. Esto obligaba a tener que tratar las matas de nuevo para extraer los minerales aprovechables que contenían.
Sin embargo, algunas veces el objetivo del procedimiento metalúrgico era, precisamente, la obtención de estas matas como producto deseado, lo que se conocía como «fundir por mata«. Esto lo vemos especialmente en los minerales cobrizos, en los que lo que se pretendía era obtener productos ricos en cobre y no cobre fundido refinado (ya se refinaría posteriormente en otras fábricas) y también interesaba obtener matas como procedimiento de enriquecimiento del plomo argentífero pobre, ya que estas matas argentíferas luego podían añadirse a parvas de plomo calcinado para aumentar su ley en plata.
El procedimiento era sencillo, y su descripción la obtenemos precisamente de las operaciones que se realizaban en San Andrés de Palomares. En 1897 se utilizaban minerales argentíferos de una ley ínfima, hasta de 30 céntimos de onza en quintal castellano, de los vaciaderos de la minas Virtud de San José de Herrerías, logrando su concentración en matas con las que enriquecían los plomos que fundían en otros hornos y que fluctuaba entre 90 a 100 onzas por tonelada. En 1902 se plantea en San Andrés la construcción de dos hornos más para “dar más extensión a la producción de matas”.
Además de en San Andrés, se han documentado en varias fundiciones almerienses otros ejemplos de estas estrategias de enriquecimiento previo de los plomos por matas. Pero a pesar de todo, estos sistemas no debían ser muy eficientes y ya eran criticados en la época, como se recoge en la prensa en un premonitorio artículo publicado el 27 de agosto de 1899 en “El Ferrocarril” de Almería: “no es posible sostener los añejos hábitos de aquel distrito, pagando los minerales pobres de Herrerías y Almagrera a precios excesivos, fundiendo por mata sin plomizos, haciendo plomos demasiado ricos en plata, tratando menas argentíferas muy pobres (hasta de 0,15 y 0,20 onzas) en hornos minúsculos, etc., etc. Así no se puede fundir hoy, y nosotros, que lamentamos mucho lo que está ocurriendo, no podemos menos de recordar a los mineros y metalurgistas de Almería que hoy, y cada día más, lo que no progresa, muere.” Podemos afirmar que estos sistemas nunca llegaron a ser tan eficientes como los nuevos hornos diseñados para plomos pobres.
¿QUÉ APORTAN LOS RESTOS ACTUALES DE LAS FUNDICIONES EN EL LEVANTE?
En el levante almeriense quedan varios ejemplos de estas típicas fundiciones que, casi milagrosamente, se han conservado, pero que todavía no se han puesto en valor como merecen.
Sin contar que todavía quedan diversas chimeneas de fundiciones casi completamente desaparecidas, hemos de destacar como las mejores conservadas las fundiciones Encarnación (El Tomillar), Esperanza Segunda y la Invencible en Cuevas del Almanzora, la fundición del coto de la Atalaya en Garrucha, la fundición Carmen en Bédar, y la de San Andrés en Palomares, en término de Vera.
Si tenemos en cuenta la accesibilidad y la cantidad de restos conservados, las fundiciones de Esperanza Segunda y San Andrés presentan unas condiciones excelentes para convertirlas en referentes de un tipo de establecimiento tan característico de nuestra comarca y que no deberíamos dejar desaparecer.
Sobre Esperanza Segunda ya hemos preparado un trabajo que no tardará en salir a la luz, por lo que nos centraremos en San Andrés de Palomares.
GALERÍAS DE CONDENSACIÓN DE HUMOS
El objetivo de estas galerías era el de proporcionar el tiro suficiente para el horno, alejar los humos tóxicos de los trabajadores y recoger en sus paredes el plomo que por un mecanismo de sublimación (paso directo de vapor a sólido) se iba depositando.
Claro que en esa época no se sabía exactamente por qué el plomo se depositaba en las paredes de la galería, ya que, no alcanzando las temperaturas de fusión del mismo, no esperaban que circularan vapores por ellas. Pero como era evidente que el plomo sí que circulaba, se creía que éste lo hacía en suspensión en las corrientes de aire, lo que motivó que se idearan diversos sistemas de recogida o “trampas de humo” para recolectar más plomo (ramas, rejas, cortinas de agua, etc.). Pero estos sistemas nunca dieron los resultados apetecidos porque, realmente, el plomo tiende a generar vapores a temperaturas por debajo de su punto de fusión.
Lo único que se demostró cierto fue que a más longitud más plomo se recolectaba, pero a cambio de reducir el tiro del horno (a más longitud de la galería, menos tiro) y tener que compensar gastando más combustible para compensar la falta de tiro y conseguir la fusión de los minerales. Es por eso que se buscaban emplazamientos elevados donde instalar las chimeneas (a más diferencia de altura más tiro), para aumentar así el tiro de los hornos y permitir galerías más largas y mejores recolectas de humos sin que supusiera un coste privativo de combustible. Es por este motivo que las chimeneas solemos encontrarlas en puntos elevados, como por ejemplo la chimenea del Calvario de Garrucha. Por el contrario, si estaban obligados a construir las chimeneas a la misma altura de la fundición, éstas debían ser bastante más altas, como ocurría con San Jacinto y La Española.
Estos principios explican el por qué las galerías son tan extremadamente largas y provista de puertas de entrada que permitían a los operarios entrar y “limpiar los humos”, una tarea peligrosa que se realizaba normalmente una vez al año, en la que los operarios los recogían con escobas y espuertas. La galería de San Andrés está especialmente bien conservada, en algunos puntos aún se ven masas grisáceas de humos apelmazados y la longitud, que supera los 4 kilómetros, puede considerarse como récord en este tipo de establecimientos.




La chimenea principal ha desaparecido, pero quedan varias secundarias pequeñas y la galería, de forma espiral muy apretada, conserva los restos de compuertas y otros sistemas que hacen pensar en una auténtica red modificable que podía adaptarse para alargar o reducir la galería en función del número de hornos que estuvieran funcionando. La red estaba también conectada a las baterías de hornos de calcinación y, posiblemente, a los de desplatación, en una red compleja que claramente muestra que se completó en diferentes épocas.
LOS HORNOS Y OTRAS INSTALACIONES
En cuanto a los hornos, se conservan varios hornos de cuba, posiblemente Piltz en los que, obviamente, han desaparecido todos los elementos metálicos. Se conserva también una batería de hornos rectangulares abiertos de calcinación y dos hornos de coquización, con numerosos restos de coque y hulla en los alrededores. Otras instalaciones hacen pesar en los edificios que albergaban las máquinas de vapor y los hornos de copelación y aprovechamiento de litargirios.


A la izquierda, los restos de uno de los hornos de cuba de San Andrés. A la derecha, un crisol de ensayo para minerales de cobre.
Parte de las instalaciones han desaparecido bajo la carretera y las edificaciones de Vera-Playa, pero todavía quedan los restos de una parte esencial de esta fundición, en un lugar privilegiado, que esperamos que se proteja y ponga en valor como es debido, como parte importante del patrimonio de Vera y del Levante almeriense con grandes posibilidades desde un punto de vista turístico.
Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de un equipo de investigadores: Antonio González Jódar, M.ª Magdalena Navarro Arias y José Berruezo García.
Juan Antonio Soler Jódar
22 de julio de 2023