Hoy hablaremos de una de las viejas locomotoras del ferrocarril Bédar-Garrucha, injustamente olvidada: la «Chimpún». Se trataba una pequeña locomotora de gasolina para maniobras adquirida tardíamente por la compañía minera, pocos años antes de la paralización de las labores, pero que tuvo un papel importante en la construcción del puerto de Garrucha durante los difíciles años de preguerra y durante la guerra civil.
Representación artística de la «Chimpún» en las obras de construcción del puerto de Garrucha elaborada a partir de una de las dos fotografías conocidas en las que aparece esta locomotora (abajo). Probablemente estaría pintada en verde oscuro (Deutzgrün), pues era el color corporativo característico de Deutz en esa época y no hay constancia de que fuera pintada a su llegada a Garrucha.
Es posible que recibiera algún nombre de bautizo, aunque no se hace referencia alguna en la documentación conservada. Según testimonios orales (Trenes, cables y minas de Almería, 2000) parece que se la conocía popularmente como la «Chimpún», a causa del característico ruido de su motor a gasolina.
En 1922, la Unión Bedareña compró un tractor diésel Deutz con el número de serie 4224 con motor C XIV F de 10 caballos de potencia para las maniobras en la estación junto a Garrucha. Esta compra formó parte de un gran esfuerzo de inversión de capital, tras la Primera Guerra Mundial, que pretendía modernizar las instalaciones, con un ambicioso plan de nuevas infraestructuras y material. Sin embargo, y a pesar del dinero invertido, los trabajos se demoraron demasiado y el mercado internacional no permitió que la actividad se mantuviera, paralizándose los trabajos en 1923.
Anuncio de locomotoras de combustión con motor Otto-Deutz de 1921. La ilustración muestra una locomotora del mismo tipo que la adquirida por la Unión Bedareña.
Pero no acabó aquí la vida útil de esta locomotora. En 1933 fue arrendada para el servicio en una desconocida línea de ferrocarril de transporte de yesos de 2,8 km de longitud, para unas canteras pertenecientes a los Berruezo cercanas a Garrucha sobre la que pronto publicaremos un artículo dando todos los detalles. Posteriormente, fue adquirida por la empresa constructora del puerto de Garrucha por 6.400 pesetas, siendo utilizada en las obras de construcción del puerto. Las dos únicas fotografías conocidas (hasta el momento) que nos muestran esta locomotora lo hacen a cierta distancia, lo que nos impide apreciar los detalles, pero parece que fue intensamente utilizada para el acarreo de piedras hacia los espigones desde la cantera junto a Garrucha.
Marca de fábrica de la portada de la carpeta que sobre esta locomotora se guardaba en las oficinas de la Unión Bedareña, aunque no contenía documento alguno, probablemente por haberse entregado tras la compra por la empresa constructora del puerto.
Le perdemos la pista durante la guerra civil , aunque es de suponer que se utilizó durante todo el conflicto en dichas obras del puerto, ya que los trabajos se continuaron todo el tiempo, ya que en los documentos de la Unión Bedareña se registra la venta de los repuestos que disponían para la misma al nuevo propietario. No sabemos si la «Chimpún» fue desguazada o si el nuevo propietario le buscó otro destino, pero en todo caso desaparece de la historia conocida. Al igual que pasa con las «gemelas» (las dos locomotoras 020T del ferrocarril Bédar-Garrucha), su final sigue siendo un misterio.
El Pinar de Bédar: Historias y rutas mineras.El Pinar de Bédar: A detailed history and the resurgence of a former internationally renowned Spanish mining villageLas rutas de senderismo de Bédar (Almería): Circuito urbano y ruta del aguaAtlas ilustrado de las fundiciones del Levante almeriense (ss. XIX-XX): Historia y rutas turísticas. Atlas ilustrado de las fundiciones del Levante almeriense (ss. XIX-XX): Historia y rutas turísticas. Edición de lujo.Las rutas mineras de Bédar y Los Gallardos (Almería): Historia, secretos y curiosidades
¡Gracias a todos los que han adquirido nuestros libros y guías! Todos están disponibles en Amazon. Un nuevo proyectos está en preparación, les mantendremos informados.
Hoy hablaremos de una de las viejas locomotoras del ferrocarril Bédar-Garrucha, injustamente olvidada: la «Chimpún». Se trataba una pequeña locomotora de gasolina para maniobras adquirida tardíamente por la compañía minera, pocos años antes de la paralización de las labores, pero que tuvo un papel importante en la construcción del puerto de Garrucha durante los difíciles años de preguerra y durante la guerra civil.
Una de las dos fotografías en las que se ve la «Chimpún» en las obras de construcción del puerto de Garrucha.
Es posible que recibiera algún nombre de bautizo, aunque no se hace referencia alguna en la documentación conservada. Según testimonios orales (Trenes, cables y minas de Almería, 2000) parece que se la conocía popularmente como la «Chimpún», a causa del característico ruido de su motor a gasolina.
En 1922, la Unión Bedareña compró un tractor diésel Deutz con el número de serie 4224 con motor C XIV F de 10 caballos de potencia para las maniobras en la estación junto a Garrucha. Esta compra formó parte de un gran esfuerzo de inversión de capital, tras la Primera Guerra Mundial, que pretendía modernizar las instalaciones, con un ambicioso plan de nuevas infraestructuras y material. Sin embargo, y a pesar del dinero invertido, los trabajos se demoraron demasiado y el mercado internacional no permitió que la actividad se mantuviera, paralizándose los trabajos en 1923.
Anuncio de locomotoras de combustión con motor Otto-Deutz de 1921. La ilustración muestra una locomotora del mismo tipo que la adquirida por la Unión Bedareña.
Pero no acabó aquí la vida útil de esta locomotora. En 1933 fue arrendada para el servicio en una desconocida línea de ferrocarril de transporte de yesos de 2,8 km de longitud, para unas canteras pertenecientes a los Berruezo cercanas a Garrucha sobre la que pronto publicaremos un artículo dando todos los detalles. Posteriormente, fue adquirida por la empresa constructora del puerto de Garrucha por 6.400 pesetas, siendo utilizada en las obras de construcción del puerto. Las dos únicas fotografías conocidas (hasta el momento) que nos muestran esta locomotora lo hacen a cierta distancia, lo que nos impide apreciar los detalles, pero parece que fue intensamente utilizada para el acarreo de piedras hacia los espigones desde la cantera junto a Garrucha.
Marca de fábrica de la portada de la carpeta que sobre esta locomotora se guardaba en las oficinas de la Unión Bedareña, aunque no contenía documento alguno, probablemente por haberse entregado tras la compra por la empresa constructora del puerto.
Le perdemos la pista durante la guerra civil , aunque es de suponer que se utilizó durante todo el conflicto en dichas obras del puerto, ya que los trabajos se continuaron todo el tiempo, ya que en los documentos de la Unión Bedareña se registra la venta de los repuestos que disponían para la misma al nuevo propietario. No sabemos si la «Chimpún» fue desguazada o si el nuevo propietario le buscó otro destino, pero en todo caso desaparece de la historia conocida. Al igual que pasa con las «gemelas» (las dos locomotoras 020T del ferrocarril Bédar-Garrucha), su final sigue siendo un misterio.
Aunque la historia minera de Bédar se remonta hasta la antigüedad, la explotación a gran escala empezó con la llegada de la Compañía de Águilas para la explotación de varias minas de plomo en Almagrera y Bédar. Fue la 2ª División de la Compañía de Águilas la encargada de gestionar estos negocios. Arriba, una de las cabeceras utilizadas en 1889, una de las más antiguas conservadas. Abajo, otra de ellas, especificando que se trataba de una sociedad anónima, hacia 1900.
Arriba, otra de las cabeceras de la 2ª División de la Compañía de Águilas a finales del siglo XIX, esta vez indicando la dirección telegráfica de contacto.
No hay que olvidar que la matriz de la Compañía de Águilas era francesa, con su sede social en el número 5 de la calle Jules Lefebvre de París, contando, además, con una oficina en Madrid para sus negocios españoles. Capital social: 7.500.000 francos.
La Compañía de Águilas creó una filial para la explotación de las minas de hierro de Serena, tras no dar los resultados esperados la de las minas de plomo. Como se observa en la imagen superior (finales del siglo XIX), aunque las oficinas estaban en El Pinar, también disponían de oficinas en Vera.
Como filial de la Compañía de Águilas, la Sociedad de explotación de minas de hierro de Bédar también tenía sus oficinas en Madrid, donde estaba el domicilio social. Vemos su capital a principios del siglo XX, 50.000 pesetas.
La otra sociedad minera en Bédar fue la empresa del industrial Víctor Chávarri, estableciéndose en 1896 con la instalación de un ferrocarril a la playa de Garrucha (Mojácar), donde estableció sus oficinas.
Inicialmente con la denominación Chávarri Lécoq y Cía, pasó a denominarse Chávarri Hermanos tras el fallecimiento de Víctor Chávarri en 1900. Las oficinas estaban en la conocida como finca del Moro Manco. Aunque se indica Garrucha, realmente el palacio de los Chávarri estaba ubicado en el término municipal de Mojácar, pero Garrucha no dejaba de ser el principal puerto de exportación y, por lo tanto, el más conocido internacionalmente.
La creación de la Unión Bedareña en 1916 fue un intento de asegurar una continuación de la explotación con la unión de la empresa de Chávarri y la filial de la Compañía de Águilas. Aunque el domicilio estaba en El Pinar de Bédar, en las oficinas de La Compañía de Águilas y de su filial para la explotación de las minas de hierro de Bédar, también disponían de oficinas en Vera y, en un momento determinado, su sede social pasó a estar ubicada en Vera.
Tras la paralización de la actividad minera en Bédar hacia 1923 (cese de la actividad pero no liquidación de la sociedad), y mientras se dedicaban a realizar tareas de mantenimiento de las minas de Bédar mientras esperaban que la situación mejorara, se iniciaron otros negocios en la provincia y fuera. Destaca la explotación de las minas de Mazarrón en los años 30, creándose de esta manera el Servicio de Mazarrón de la Sociedad de explotación de las minas de hierro de Bédar, que se mantuvo hasta que, finalmente, la guerra civil puso fin a la actividad.
Tras el fin de la guerra civil y a causa de la situación del mercado y el expolio del material de las diversas compañías, las compañías mineras comprendieron que la explotación ya no tenía futuro y empezó la desinstalación y venta de toda la maquinaria y efectos, siendo liquidadas las empresas en la década de 1940.
En el evento han estado presentes el alcalde de Mazarrón, Ginés Campillo Méndez, el alcalde de Vera, Alfonso García Ramos, y el alcalde de Cuevas del Almanzora, Antonio Fernández Liria, acompañados por concejales y cronistas de las respectivas corporaciones municipales y numerosos vecinos.
Magda Navarro Arias y nuestra el cronista de Mazarrón, Mariano Guillén Riquelme.
Estuvieron presentes los cronistas Mariano Guillén Riquelme (Mazarrón), Enrique Fernández Bolea (Cuevas del Almanzora) y Gabriel Flores Garrido (Vera).
Los alcaldes y cronistas de los tres pueblos posando para las fotografías con los ejemplares de nuestros libros.
En la ceremonia se rendió tributo a los mineros que marcaron nuestra historia con su esfuerzo y sacrificio, manifestando la oportunidad que este acuerdo representaba para estrechar lazos en temas de turismo, cultura y desarrollo local. Es sin duda launa muestra de la voluntad de trabajar entre pueblos hermanos para preservar la nuestra memoria histórica y el patrimonio que conecta a estos pueblos.
Magda Navarro, Guillén Riquelme, Gabriel Flores y Manuel Caparrós, el técnico responsable del Archivo Municipal de Vera, posan con los libros que intercambiaron durante la ceremonia de hermanamiento.
Durante el acto, los alcaldes se intercambiaron varios presentes característicos de dichos pueblos, pero desde nuestro humilde blog queremos dar las gracias a la representación de Vera por regalar ejemplares de dos de nuestros libros: «Trenes, Cables y Minas de Bédar, Los Gallardos, Garrucha y Mojácar» y nuestro último trabajo «Atlas ilustrado de las fundiciones del Levante Almeriense (ss.XIX-XX)«, que está en venta todavía en Amazon. Adjuntamos algunas fotografías cortesía de nuestra amiga y colaboradora, la investigadora histórica de Vera Magda Navarro Arias.
A nuestro parecer, pueblos como Bédar y Garrucha, con un gran pasado y patrimonio minero, también deberían estar participando de este hermanamiento. Especialmente Bédar tuvo una gran relación con la minería, no solo de Vera y de Cuevas del Almanzora, sino también de Mazarrón. Esperamos que no se olviden de ellos en todos los proyectos que surgan de este hermanamiento, que esperamos que sean muchos y muy fructíferos.
Ayer nos entrevistaron en el programa HOY POR HOY de la SER en Garrucha. Magda Navarro Arias habló de las exitosas visitas guiadas a Vera, participando también como coautora del libro «Atlas ilustrado de Fundiciones del Levante Almeriense, en la que también son autores José Berruezo García y Antonio González Jódar. La entrevista se puede escuchar con el enlace bajo la fotografía. Queremos agradecer a Marina Ginés, la cadena SER y a todos los promotores del programa la posibilidad de hablar de esta obra.
Se trata de un catálogo ilustrado (más de 600 imagenes en sus más de 400 páginas) de las fundiciones con las que contó la comarca del Levante de Almeriense: más de una treintena de fundiciones de plomo, plata, mercurio, cobre y hasta hierro, el único Alto Horno de fundición de hierro con el que contó la provincia. Estas fundiciones se distribuyen por la práctica totalidad de municipios de la zona: Cuevas del Almanzora, Vera, Pulpí, Garrucha, Turre, Antas, Bédar, Los Gallardos, Lubrín y Huércal-Overa.
El libro es de venta exclusiva por AMAZON (es suficiente con escribir «fundiciones levante almeriense), y para su elaboración no se ha contado con ningún promotor, siendo simplemente el retorno a los vecinos del levante (y a todo investigador y aficionado del patrimonio arqueológico-industrial) de un catálogo completo, claro y, esperamos, muy ameno, de esta parte poco conocida del enorme patrimonio almeriense. Todos los aspectos se han tratado con profundidad y seriedad: historia, tecnología, biografías, catálogo de restos conservados, rutas de senderismo, etc. No faltan numerosas novedades y curiosidades referente a estas fundiciones, como lingotes de plomo almeriense en barcos alemanes hundidos en la Segunda Guerra Mundial, fundiciones perdidas o sin nombre, célebres propietarios, tumbas desconocidas, etc.
El libro se presenta en tres versiones, la estándar (más económica, con tapa blanda y con color a calidad normal), la versión premium y que nosotros recomendamos para apreciar bien todas las ilustraciones (tapa blanda y color de gran calidad), y la versión de tapa dura, con color a gran calidad. Para su comprensión, presenta planos guía y cada fundición tiene un esquema básico de la configuración de la misma con un resumen en inglés.
Hoy damos la exclusiva de la publicación prevista de una nueva obra sobre el rico patrimonio minero-industrial de nuestra comarca del Levante. El título de la obra es muy esclarecedor al respecto: «Atlas ilustrado de las fundiciones del Levante almeriense, ss. XIX-XX» y los autores son ya conocidos autores muy conocedores del patrimonio y la historia minera y metalúrgica: Juan Antonio Soler Jódar, Antonio González Jódar, Magda Navarro Arias y José Berruezo García.
Según nos indican los autores, estará disponible a partir del próximo mes de agosto, y consta de más de 400 páginas y más de 600 ilustraciones, entre gráficas, fotografías y reconstrucciones de las diferentes instalaciones. Se tratan los antecedentes históricos y se actualiza la información sobre todas las antiguas fundiciones instaladas en nuestra comarca desde 1839, con un catálogo de restos conservados, con su correspondiente interpretación tecnológica, sus propietarios y todo lo necesario para poder visitarlas (rutas incluidas), interpretarlas y conocer todos sus secretos.
El completo catálogo, profusamente ilustrado, recorre todas las fundiciones instaladas en Cuevas del Almanzora, Pulpí, Huércal-Overa, Vera, Garrucha, Turre, Los Gallardos y Vera. Es una historia muy ligada a la minería en la comarca, y una muestra evidente del gran dinamismo e iniciativa en el Levante almeriense en una época (mediados del siglo XIX y principios del XX) que se considera, generalmente, un periodo de miseria, penalidades y poco interés desde el punto de vista histórico. Nada que ver.
Sin duda, una obra que será indispensable para todo aficionado al patrimonio histórico-industrial y minero y, en general, a todo el que quiera saber un poco más sobre su comarca. Iremos informando en cuanto tengamos más detalles sobre las fechas de publicación.
Las investigaciones que llevamos a cabo sobre la minería en el levante almeriense durante la Guerra Civil (incluyendo también los años de la República previos y la posguerra inmediata) son complicadas debido a la escasa documentación al respecto. Sin embargo, ya contamos con una interesante lista de sindicatos y ayuntamientos de Los Gallardos, Vera, Bédar, Huércal-Overa y Garrucha; organismos gubernamentales y otros extranjeros más sorprendentes que, de una manera o de otra, estuvieron implicados. Es importante recalcar que no se trata de una investigación sobre la Guerra Civil Española, se trata de lo que pasó en una comarca tan minera como es el levante durante esta época y las importantes repercusiones que tuvo.
Los resultados de estas investigaciones serán publicadas a su debido tiempo, pero para ir abriendo boca vamos a desvelar, siguiendo nuestro post anterior sobre «sellos de caucho mineros», varios de los sellos identificados hasta ahora. No indicaremos todavía en qué se relacionan con la minería, pero algunos se pueden intuir y algunos, sin duda, van a sorprender mucho.
Sorprende la cantidad y variedad de sindicatos y organizaciones en Los Gallardos, y por ellos empezamos. En esta un sello de la Juventud Socialista Unificada, decorado con una simple estrella.
Aquí tenemos los de la Sociedad de trabajadores de la tierra y oficios varios, de la Unión General de Trabajadores y el que ya conocíamos previamente, el del Comité Local Antifascista de Los Gallardos.
Aquí tenemos un interesantísimo y raro sello del Regimiento Popular Autónomo de Los Gallardos, firmado en diciembre de 1936. Sobre lo que era y su relación con la minería ya lo trataremos en otra ocasión, pero llama mucho la atención cómo se ha eliminado la corona del escudo y se ha sustituido por una estrella, un hoz y un martillo, denotando sus inclinaciones comunistas.
Los ayuntamientos, posteriormente Consejos Municipales, tuvieron que adaptar la simbología en sus respectivos sellos durante la guerra. La corona-castillo del sello de Bédar no daba muchos problemas, pero la monárquica del sello de Los Gallardos precisaba de un buen borrón en rojo para adaptarse a los tiempos que se vivían.
La Comunidad de Obreros Mineros de la Mina Fuensanta de Mazarrón tuvo una relación más que interesante con una conocida sociedad minera en Almería. La Piqueta, de Garrucha, también tuvo una serie de interacciones, muy relaccionadas con el puerto de Garrucha.
Sellos del Comité Ejecutivo de Enlace del Frente Popular y del ayuntamiento (posteriormente Consejo Municipal) de Bédar.
El sello del muy desconocido Hospital Militar de Vera y el de la Asamblea Local de la Cruz Roja Española de Huércal-Overa, en una carta del ayudante de minas José Pérez Alarcón. Ambos mantuvieron unas relaciones con empresas mineras que desvelaremos en su momento.
Es bien conocida la búsqueda de los alemanes de wolframio para los blindajes de sus tanques, pero también buscaron recursos y el sello habla por sí solo. En ambos casos, hay una historia que contar relacionada con el levante almeriense y su minería. La carta está firmada por un tal Schneider.
Un sello del Sindicato Obrero «Fraternidad» de Oficios Varios de Bédar. El nombre seguramente sonará a muchos bedarenses.
Dos sellos sin duda muy antagónicos. ¿Qué relación pudo tener los Talleres de Fundición «Pablo Iglesias» de Murcia con el levante almeriense durante la guerra? El segundo sellos nos muestra el sello del ayuntamiento de Los Gallardos en la inmediata posguerra.
Ciertamente, la Subsecretaría de Armamento del Ministerio de Defensa Nacional de la República Española en Almería, tuvo también algo que decir. El otro sello es, como se indica, del Distrito Minero de Almería.
Otro de los organismos gubernamentales que vemos implicados es el del Parque Central Automóvil del Ejército n.º 6 (Ministerio de Defensa Nacional, Dirección de Transportes).
Y hasta aquí la selección especial de hoy, esperamos que les haya gustado.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Si echamos mano de la historiografía oficial del levante almeriense, bien podríamos estar contentos de vivir en esta época y no, por ejemplo, en el siglo XIX, época de miseria en las que los trabajadores esclavizados en las minas morían debido a las malas condiciones y a la desnutrición, cuando no echaban jornadas interminables en el campo para alimentar a sus numerosas familias.
Pero ¿era realmente así? En esa época era perfectamente posible viajar en tren desde Garrucha a Bédar y la costa estaba, literalmente, ocupada por establecimientos fabriles que daban trabajo a centenares de personas, especialmente en la costa de Cuevas del Almanzora. La mayor parte de las minas eran tomadas a partido por mineros a cuenta propia o por medio de contratistas y los principales pueblos alcanzaban sus máximos históricos de población con todo tipo de negocios ligados a la actividad minera, especialmente en Sierra Almagrera y Sierra de Bédar. Vera, convertida en el centro administrativo de la región, albergaba ni más ni menos que una de las Escuelas de Capataces de minas además de todo tipo de comercios, gestores, hostales y otras empresas que proporcionaban todos los servicios necesarios a los negocios mineros. Garrucha era un puerto de referencia en los que numerosos viceconsulados controlaban los muchos negocios, no solo de minerales, que tomaban Garrucha este pueblo como su base de operaciones.
Toda esta actividad ha dejado un enorme legado patrimonial en todo el levante que, desgraciadamente, se ha ido perdiendo bajo la voracidad de la actividad urbanística. Y eso no es lo peor, porque el recuerdo colectivo de esa época fue distorsionándose hacia un falso recuerdo de miseria, hambre y explotación laboral que ha hecho que la gente no pueda ni siquiera imaginar que en esa época las industrias y empresas mineras pudieran estar dotadas de los últimos adelantos tecnológicos.
Vista aérea de los restos de la fundición San Andrés y Don Guillermo
En término de Vera, a poca distancia de Vera-Playa se encuentra una de las reliquias de esta época. Los restos de la fundición de San Andrés se han salvado casi milagrosamente (por ahora) de la acción erosiva del urbanismo. De la treintena de fundiciones que se instalaron en el levante almeriense, ya son pocas las que conservan tantos elementos como San Andrés, pudiéndose equiparar solamente a las fundiciones de El Tomillar y Esperanza Segunda en Cuevas del Almanzora.
El interés de estos restos, aparte de su excelente ubicación perfecta para un uso turístico, es el hecho que cuenta con todos los elementos característicos de una fundición de plomo típica de finales del siglo XIX y principios del XX. Cierto que ha perdido su chimenea principal, que era de sección circular, pero todavía conserva varias chimeneas secundarias y, sobre todo, unas impresionantes galerías de condensación de humos que, salvo error en nuestras mediciones, la elevan al récord absoluto de longitud de una galería de condensación en una fundición de este tipo, con unos impresionantes 4,2 km de longitud total en una disposición elíptica muy apretada, superando los 3,5 kilómetros que alcanzó la de la fundición Santa Elisa de Mazarrón.
Y, desde luego, su funcionamiento no es tan sencillo como se podría pensar. La misma distorsión histórica de la que hablábamos al principio puede llevar a pensar que se trataba de hornos rústicos de ladrillo y arcilla alimentados con atochas de esparto y leña, evocando más a los primitivos “hornos boliches” de fundición que tanto abundaron especialmente en sierra de Gádor. Pero nada más lejos de la realidad, porque aunque bien es cierto que, sobre todo en una primera fase, se construyeron hornos boliches y fundiciones para plomo sin muchos medios técnicos, rápidamente las fundiciones adoptaron todos los avances necesarios. Hablamos de maquinaria a vapor y modernos hornos de fundición y desplatación perfectamente adecuados para tratar los minerales plomizos y argentíferos del país, sin olvidar tampoco las numerosas menas cobrizas de la zona.
UNA LARGA HISTORIA, 40 AÑOS DE ACTIVIDAD: 1872-1912
La fundición San Andrés tiene también una larga historia. Instalada en 1872 por Francisco Bravo Alarcón, que fue alcalde de Cuevas del Almanzora, la construcción fue favorecida en su momento por un periodo de estabilidad del mercado iniciado en 1849-1950, tanto por la demanda de plomo como por un aumento de la demanda de cobre en el mercado de Londres. Este contexto favorable se vio reforzado en 1869 con el descubrimiento de la plata nativa de Herrerías. En esta primera fase, la fundición fue dirigida por la empresa Bravo y Compañía, fundiendo sobre todo minerales de Almagrera. La crisis del sector hizo que a principios de la década de 1890 la fundición cesara su actividad, siendo adquirida por los Sres. Manuel Campoy Sánchez y Manuel Giménez Sánchez en 1894. Los nuevos propietarios siguieron un tiempo en actividad beneficiando minerales argentíferos de la mina Virtud de San José de Herrerías. En 1898 falleció el director, Manuel Giménez Sánchez.
En 1901 la fundición fue adquirida por el industrial de origen francés afincado en Cartagena Luis Canthal, pasando a la Sociedad Metalúrgica de Almagrera, una filial de la Sociedad Argentífera de Almagrera, bajo la dirección de Fernando Villasante, que estuvo en el puesto hasta su cese en noviembre de 1903. La nueva sociedad inició los trabajos con el encendido de 10 de los 14 hornos de los que disponía la fundición el 19 de enero de 1902 en una ceremonia en la que el párroco de Cuevas, Santos Mulero, ofició una misa. En 1903 era ya la única fundición del levante en seguir en funcionamiento.
En 1902, la Sociedad Argentífera de Almagrera decidió instalar una dinamo para facilitar el alumbrado de las minas de Sierra Almagrera, así como para suministrar electricidad a Vera y el puerto de Garrucha. Esta instalación se puso en funcionamiento el alumbrado eléctrico de la fábrica, una novedad en la comarca, de manera que podían iluminarse los amplios patios de la fundición, además de la extensa galería de condensación. La fábrica proporcionaba energía también para el puerto de Garrucha. Además, la fundición San Andrés era la que abastecía a la Central eléctrica de Villaricos con el carbón necesario para el funcionamiento de sus máquinas. Por lo que se comenta en los periódicos de la época, la imagen de las galerías de condensación iluminadas de la fundición era visible desde muchos puntos de la costa, a modo de serpiente luminosa.
En 1907 se instala también en la fundición una nueva máquina de vapor locomóvil, posiblemente para asegurar el flujo de aire adecuado para los hornos. En 1907 la fábrica fundía con ocho hornos de manga, siempre activos, con un total de 4.806 toneladas de plomo fundido, la mayor parte de la producción de Sierra Almagrera. También se recogen las quejas de los vecinos de Palomares por el riesgo de intoxicación al que se exponían a causa de las humaredas desprendidas por las calcinaciones al aire libre que se estaban realizando en esos momentos, lo que indica que seguía en plena actividad.
En 1910 se contabiliza la producción de 590.317 onzas de plata y hasta 1911 no encontramos otra noticia, la de la instalación de una caldera de vapor en la fábrica. En enero 1912 se recoge también la muerte de un carretero, Juan Egea Martínez, que conducía un cargamento de piedra hasta la fundición.
En un legajo conservado en el Archivo de Vera de marzo de 1915, se recoge un robo efectuado en el almacén de comestibles de la fundición de San Andrés, en la que, aunque sin indicar explícitamente que estaba en funcionamiento, se informa de un basculista que estaba trabajando, indicando también que el director de la fábrica era en esos momentos Juan Gómez Rodríguez.
Entre los diferentes productos ofrecidos por este almacén nos encontramos con cajas de tabaco, cigarros puros, cerillas, alpargatas, calcetines, petacas, sacos de harina, navajas de Albacete y francesas, botones, tijeras, agujas, anteojos, chocolates y latas de ternera con guisantes. Las instalaciones se completarían con edificios administrativos, almacenes y laboratorio, de los que no quedan restos, seguramente por formar parte de la parte de la fundición afectada por la carretera.
Reconstrucción del aspecto de la fundición de la Atalaya en Garrucha.
BREVE RESEÑA SOBRE LA METALURGIA DEL PLOMO Y DE LA PLATA
Aunque no entraremos en una descripción en profundidad de la tecnología de fundición de plomo y recuperación de plata en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, sí que daremos algunos datos para comprender el estado de esta tecnología y de la evolución que experimentó, mucho más compleja de lo que se pudiera pensar.
Los hornos de fundición que prevalecieron durante la fase de minería anterior en sierra de Gádor y en las primeras fases en el levante almeriense, fueron los conocidos como “boliches”. Se trataba de hornos llamados de reverbero (en el que el combustible no se mezcla con el mineral), en los que se obtenía el plomo metálico por una reacción de “reducción por aire” gracias a los cambios de temperatura y control de los accesos de oxígeno por parte de hábiles maestros fundidores. Eran de fácil construcción y no precisaban de un combustible específico, por lo que se podía usar tanto leña como atochas de esparto. Sin embargo, no eran los más efectivos y mucho del plomo quedaba en las escorias (horruras), pero su bajo coste los hizo proliferar ampliamente.
Los boliches precisaban de minerales ricos y desaprovechaban tanto plomo en las horruras que se tuvieron que completar con hornos de cuba (el mineral se mezcla con el combustible) para tratar las horruras de los boliches. Estos hornos, sin embargo, precisaban de carbón exento de elementos volátiles (coque o carbón vegetal) para evitar interferencias en la reacción y también era necesario que el mineral estuviera oxidado (como pasaba con las horruras) y no en estado “crudo” en forma de sulfuro de plomo (galena). Estos hornos también precisaban de una corriente de aire forzado, que se introducía con fuelles (llamadas pavas) por medio de una manga, por lo que también eran conocidos como “hornos de manga”.
Paralelamente a estas fundiciones sencillas (boliches y boliches/hornos de manga), se empezaron a construir otras fundiciones mejor equipadas y que utilizaban como horno principal los más eficaces hornos de cuba en su versión “horno de manga”, además de otras instalaciones accesorias para desplatación o fabricación de productos manufacturados como son los perdigones.
En el levante almeriense, aunque se construyeron también los tradicionales boliches, fueron estas fundiciones más completas las que rápidamente proliferaron, por el sencillo motivo que la galena de Sierra Almagrera era muy rica en plata y era realmente la plata el principal producto. Para obtener esa plata primero se debía obtener el plomo metálico, y para ello no podían permitirse que parte de ese plomo (y la preciada plata que contenía) pasara a las escorias. Como el mineral crudo (la galena, un sulfuro de plomo) no podía usarse directamente, primero tenía que oxidarse en hornos de calcinación con leña, lo que podía hacerse al aire libre en pilas, en recintos o en hornos de reverbero. Ese mineral calcinado se conocía como “parva”, compuestas de óxidos de plomo a la que se añadían fundentes, conformando la carga de los hornos, que se completaba, generalmente, con coque (carbón destilado) de origen inglés o bien producido en las mismas fundiciones en unos hornos de cuba especialmente diseñados para ello. El óxido de plomo junto al carbono aportado por el coque eran los que aseguraban la reacción de reducción y liberación del plomo metálico.
Los hornos para desplatación de esa época eran las “copelas”, que podían ser por el sistema inglés o alemán (variando en la forma en como se accedía a la copela) y en la cual la desplatación consistía en aplicar una corriente de aire caliente sobre la superficie que iba eliminando el plomo en forma de óxidos (litargirios) dejando al final una “torta” de plata como resultado. Estos litargirios aún se trataban en otros hornos, esta vez de tipo reverbero, en los cual se obtenía el plomo metálico que contenían, para aprovechar el plomo como producto secundario a la desplatación.
Las fundiciones producían, por lo tanto, galápagos de plomo (pobre o rico en plata) y tortas de plata sin refinar. A partir de 1850 estas fundiciones empezaron a tratar también minerales de cobre, aprovechando un contexto favorable del mercado, produciendo cobres en mata sin refinar que eran exportados a fundiciones provistas con el resto de hornos necesarios para completar el refino del mineral, ya fuera en Inglaterra o Murcia. La posibilidad de obtener estas matas de cobre es gracias a que la tecnología necesaria era la misma que la utilizada para producir plomo.
La fundición San Jacinto en Vera/Garrucha.
¿ULTIMAS TECNOLOGÍAS?
Nos encontramos, pues, con tres tipos de hornos básicos en estas fundiciones: los de calcinación, los de fusión (hornos de cuba) y los de desplatación (copelas).
Mientras sierra Almagrera fue produciendo plomos ricos en plata todo fue perfectamente, pero cuando las leyes de plata empezaron a disminuir y los precios del plomo empezaron a no ser tan favorables, las fundiciones empezaron a verse obligadas a adaptarse. Esta evolución tecnológica la vemos en los tres tipos de hornos descritos y lo analizaremos uno por uno.
HORNOS DE FUSIÓN
A a la derecha, un horno de manga de la fundición San Jacinto (Garrucha/Vera). A la derecha, un horno Piltz
A la izquierda, esquema de un horno de gran tiro o atmosférico. A la derecha, un horno americano «water-jacket».
Inicialmente, las únicas mejoras en los hornos de fusión fueron las que experimentaron los sistemas de aire forzado, que pasaron de ser accionados por fuelles por medio de sufridos trabajadores a utilizar ventiladores movidos por mulas y, finalmente, eficaces máquinas de vapor.
En cuanto a los hornos, pronto empezaron a producirse avances que permitieron hornos de cuba mucho más eficaces que los tradicionales de manga. La introducción de los hornos de gran tiro o hornos atmosféricos durante la segunda mitad del siglo XIX aportaron la novedad de no necesitar aire forzado, pero pronto fueron desechados por consumir demasiado combustible. Más éxito tuvieron nuevos hornos que empezaron a utilizar refrigeración con agua de las toberas, como fueron los hornos Raschette o Kast, pero fueron los hornos alemanes tipo Piltz los que resultaron más eficaces, empezando a sustituir a los de manga en el levante almeriense hacia finales del siglo XIX. Su eficacia era incontestable, un solo horno Piltz era capaz de fundir tanto como 13 hornos tradicionales de manga. En San Andrés, estos hornos se instalaron hacia 1901 con el nuevo propietario, Luis Canthal, aunque todavía conservaron algunos de manga. Los nuevos hornos precisaron de nuevos sistemas capaces de proporcionar el agua necesaria, algo que ya comenzó a ser preciso con la instalación de las máquinas de vapor.
Posteriormente se introdujeron otros hornos que también utilizaban refrigeración por agua, los hornos americanos “water jacket”, de los cuales tenemos un ejemplo en el levante en la fundición Santo Tomás de Palomares hacia finales del siglo XIX.
HORNOS DE CALCINACIÓN
La evolución tecnológica también llevó a desarrollar nuevos hornos capaces de una calcinación más perfecta y con el menor gasto de combustible, aunque nos consta que el levante almeriense aún se usaban simples recintos rectangulares o incluso se continuaba calcinando en montones al aire libre.
A partir de 1900 se introdujeron nuevos sistemas de calcinación por medio de hornos de reverbero, concretamente los de Huntington y Heberlein. Sabemos que en 1902 se instaló en San Andrés un nuevo “horno reverbero, para poder atender con más grande eficacia y perfección á la producción de calcinar los minerales”, sin duda uno de estos dos nuevos hornos.
Batería de hornos de calcinación muy similar al de la fundición San Andrés.
HORNOS DE DESPLATACIÓN
Sin duda estos hornos son los que sufrieron una mayor evolución. Las tradicionales copelas pronto empezaron a ser insuficientes cuando las leyes de plata empezaron a disminuir. Estas copelas eran completamente ineficaces para el tratamiento de los “plomos pobres”, que por lo general se enviaban a otras fundiciones, en Almería o Inglaterra, con fundiciones capaces de tratarlos.
Para tratar estos minerales pobres en plata, incluidas las tierras argentíferas pobres de Herrerías, solo había dos opciones, o implementar nuevas tecnologías de desplatación o enriquecer los plomos previamente para poder seguir utilizando las copelas.
Una de las primeras novedades fueron los hornos sistema Pattinson, que recuperaban la plata por cristalización, siendo la fundición San Andrés de Adra la primera que instaló uno de ellos, aunque nos consta que también se instalaron en algunas de las fundiciones del levante almeriense. Lo que sí está suficientemente documentado es que en la fundición La Española, instalada en 1882 en la playa de Vera, se aplicó el proceso Parkes para la desplatación (por medio de zinc), sistema introducido por primera vez en Marsella en 1852. También sabemos que en 1899 se creó una sociedad anónima de nombre La Argentina para instalar una planta de lixiviación por cianuro en la antigua fundición Araucana de Herrerías (Cuevas del Almanzora).
Calderas para afino del plomo por el sistema del zinc de la fundición La Española (Vera)
A pesar de la implantación de estos nuevos hornos de tratamiento de minerales pobres en plata, en muchas fundiciones y, especialmente en el objeto de nuestro estudio, la de San Andrés, se seguían sistemas de enriquecimiento previo. Estos sistemas consistían en realizar fundiciones incompletas para obtener productos ricos en plata: las conocidas como matas. Estas matas no eran propiamente escorias, más bien productos mal fundidos pero que podían contener altas concentraciones plata, y de ahí su interés.
En general, el objetivo en los hornos de fusión era el de evitar estas matas, lo que solía deberse a una mala calcinación previa. La persistencia de sulfuros u otros productos indeseables en las parvas interfería en la reducción del óxido de plomo y generaban productos intermedios, que incluían muchos elementos indeseables además de grandes proporciones de plomo y plata. Esto obligaba a tener que tratar las matas de nuevo para extraer los minerales aprovechables que contenían.
Sin embargo, algunas veces el objetivo del procedimiento metalúrgico era, precisamente, la obtención de estas matas como producto deseado, lo que se conocía como «fundir por mata«. Esto lo vemos especialmente en los minerales cobrizos, en los que lo que se pretendía era obtener productos ricos en cobre y no cobre fundido refinado (ya se refinaría posteriormente en otras fábricas) y también interesaba obtener matas como procedimiento de enriquecimiento del plomo argentífero pobre, ya que estas matas argentíferas luego podían añadirse a parvas de plomo calcinado para aumentar su ley en plata.
El procedimiento era sencillo, y su descripción la obtenemos precisamente de las operaciones que se realizaban en San Andrés de Palomares. En 1897 se utilizaban minerales argentíferos de una ley ínfima, hasta de 30 céntimos de onza en quintal castellano, de los vaciaderos de la minas Virtud de San José de Herrerías, logrando su concentración en matas con las que enriquecían los plomos que fundían en otros hornos y que fluctuaba entre 90 a 100 onzas por tonelada. En 1902 se plantea en San Andrés la construcción de dos hornos más para “dar más extensión a la producción de matas”.
Además de en San Andrés, se han documentado en varias fundiciones almerienses otros ejemplos de estas estrategias de enriquecimiento previo de los plomos por matas. Pero a pesar de todo, estos sistemas no debían ser muy eficientes y ya eran criticados en la época, como se recoge en la prensa en un premonitorio artículo publicado el 27 de agosto de 1899 en “El Ferrocarril” de Almería: “no es posible sostener los añejos hábitos de aquel distrito, pagando los minerales pobres de Herrerías y Almagrera a precios excesivos, fundiendo por mata sin plomizos, haciendo plomos demasiado ricos en plata, tratando menas argentíferas muy pobres (hasta de 0,15 y 0,20 onzas) en hornos minúsculos, etc., etc. Así no se puede fundir hoy, y nosotros, que lamentamos mucho lo que está ocurriendo, no podemos menos de recordar a los mineros y metalurgistas de Almería que hoy, y cada día más, lo que no progresa, muere.” Podemos afirmar que estos sistemas nunca llegaron a ser tan eficientes como los nuevos hornos diseñados para plomos pobres.
¿QUÉ APORTAN LOS RESTOS ACTUALES DE LAS FUNDICIONES EN EL LEVANTE?
En el levante almeriense quedan varios ejemplos de estas típicas fundiciones que, casi milagrosamente, se han conservado, pero que todavía no se han puesto en valor como merecen.
Sin contar que todavía quedan diversas chimeneas de fundiciones casi completamente desaparecidas, hemos de destacar como las mejores conservadas las fundiciones Encarnación (El Tomillar), Esperanza Segunda y la Invencible en Cuevas del Almanzora, la fundición del coto de la Atalaya en Garrucha, la fundición Carmen en Bédar, y la de San Andrés en Palomares, en término de Vera.
Si tenemos en cuenta la accesibilidad y la cantidad de restos conservados, las fundiciones de Esperanza Segunda y San Andrés presentan unas condiciones excelentes para convertirlas en referentes de un tipo de establecimiento tan característico de nuestra comarca y que no deberíamos dejar desaparecer.
Sobre Esperanza Segunda ya hemos preparado un trabajo que no tardará en salir a la luz, por lo que nos centraremos en San Andrés de Palomares.
GALERÍAS DE CONDENSACIÓN DE HUMOS
El objetivo de estas galerías era el de proporcionar el tiro suficiente para el horno, alejar los humos tóxicos de los trabajadores y recoger en sus paredes el plomo que por un mecanismo de sublimación (paso directo de vapor a sólido) se iba depositando.
Claro que en esa época no se sabía exactamente por qué el plomo se depositaba en las paredes de la galería, ya que, no alcanzando las temperaturas de fusión del mismo, no esperaban que circularan vapores por ellas. Pero como era evidente que el plomo sí que circulaba, se creía que éste lo hacía en suspensión en las corrientes de aire, lo que motivó que se idearan diversos sistemas de recogida o “trampas de humo” para recolectar más plomo (ramas, rejas, cortinas de agua, etc.). Pero estos sistemas nunca dieron los resultados apetecidos porque, realmente, el plomo tiende a generar vapores a temperaturas por debajo de su punto de fusión.
Lo único que se demostró cierto fue que a más longitud más plomo se recolectaba, pero a cambio de reducir el tiro del horno (a más longitud de la galería, menos tiro) y tener que compensar gastando más combustible para compensar la falta de tiro y conseguir la fusión de los minerales. Es por eso que se buscaban emplazamientos elevados donde instalar las chimeneas (a más diferencia de altura más tiro), para aumentar así el tiro de los hornos y permitir galerías más largas y mejores recolectas de humos sin que supusiera un coste privativo de combustible. Es por este motivo que las chimeneas solemos encontrarlas en puntos elevados, como por ejemplo la chimenea del Calvario de Garrucha. Por el contrario, si estaban obligados a construir las chimeneas a la misma altura de la fundición, éstas debían ser bastante más altas, como ocurría con San Jacinto y La Española.
Estos principios explican el por qué las galerías son tan extremadamente largas y provista de puertas de entrada que permitían a los operarios entrar y “limpiar los humos”, una tarea peligrosa que se realizaba normalmente una vez al año, en la que los operarios los recogían con escobas y espuertas. La galería de San Andrés está especialmente bien conservada, en algunos puntos aún se ven masas grisáceas de humos apelmazados y la longitud, que supera los 4 kilómetros, puede considerarse como récord en este tipo de establecimientos.
La chimenea principal ha desaparecido, pero quedan varias secundarias pequeñas y la galería, de forma espiral muy apretada, conserva los restos de compuertas y otros sistemas que hacen pensar en una auténtica red modificable que podía adaptarse para alargar o reducir la galería en función del número de hornos que estuvieran funcionando. La red estaba también conectada a las baterías de hornos de calcinación y, posiblemente, a los de desplatación, en una red compleja que claramente muestra que se completó en diferentes épocas.
LOS HORNOS Y OTRAS INSTALACIONES
En cuanto a los hornos, se conservan varios hornos de cuba, posiblemente Piltz en los que, obviamente, han desaparecido todos los elementos metálicos. Se conserva también una batería de hornos rectangulares abiertos de calcinación y dos hornos de coquización, con numerosos restos de coque y hulla en los alrededores. Otras instalaciones hacen pesar en los edificios que albergaban las máquinas de vapor y los hornos de copelación y aprovechamiento de litargirios.
A la izquierda, los restos de uno de los hornos de cuba de San Andrés. A la derecha, un crisol de ensayo para minerales de cobre.
Parte de las instalaciones han desaparecido bajo la carretera y las edificaciones de Vera-Playa, pero todavía quedan los restos de una parte esencial de esta fundición, en un lugar privilegiado, que esperamos que se proteja y ponga en valor como es debido, como parte importante del patrimonio de Vera y del Levante almeriense con grandes posibilidades desde un punto de vista turístico.
Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de un equipo de investigadores: Antonio González Jódar, M.ª Magdalena Navarro Arias y José Berruezo García.
Hoy arrojaremos luz, con documentos, sobre un hecho muy poco conocido de nuestra historia. Es comúnmente conocido que durante ese triste episodio de nuestra historia que es la guerra civil, se destruyó el patrimonio de muchas iglesias de nuestra comarca. Pero una se salvó: la iglesia minera de El Pinar.
En la pasada exposición “Luces y Sombras” realizada en Vera, se exponían dos objetos muy curiosos y muy relacionadas con la minería: un copón de eucaristía y una talla de un Sagrado Corazón originarios de la iglesia minera de El Pinar de Bédar. No hay que olvidar que El Pinar de Bédar era en su momento un poblado minero ligado a la Compañía de Águilas, que incluía los talleres, oficinas y todo lo necesario para dar servicio a las minas, como podía ser la cooperativa minera. Como era habitual en esos momentos, la empresa minera también quiso proporcionar auxilio espiritual a sus trabajadores, y para ello habilitó una capilla o iglesia. Aunque desconocemos la fecha en la que se instaló, ya aparece en fotografías de 1910. Y podemos decir que la Compañía de Águilas no reparó en gastos para su iglesia privada, como veremos más adelante, pagando un sueldo al párroco que se encargaba de realizar los oficios.
Reconstrucción de la capilla/iglesia de El Pinar de Bédar. El campanario se puede ver en una fotografía de 1910 y los planos de una empresa minera nos ubican dicha iglesia en el lugar marcado con color azul en la fotografía de las ruinas que acompaña a la ilustración.
Cuando cesó la actividad minera en la sierra de Bédar en 1922 las minas no fueron abandonadas, como se pensaba. La Compañía de Águilas siguió manteniendo las instalaciones y los servicios en el poblado, mientras que una cuadrilla de trabajadores se encargaba de mantener las minas con vistas a una reapertura, que se creyó factible hasta el estallido de la guerra civil en 1936. Y es aquí donde entran las historias que durante tanto tiempo se han contado en Bédar, en las cuales las tallas religiosas de la iglesia minera se salvaron del fuego, literalmente, y cómo parte de esa iglesia fue a equipar la expoliada iglesia de Bédar. En concreto, se sabe que una talla de San Fernando, que era el patrón de El Pinar y una talla de la Virgen de Lourdes.
Fotografía de las ruinas de El Pinar hacia los años 70/80 y ubicación de la capilla/iglesia según unos planos posteriores de la empresa TRAMISA que realizó trabajos en la zona. Con la flecha roja se muestra lo que parece que fue uno de los nichos de la misma. A pesar de lo que indican los planos, es posible que la construcción a la izquierda no fuera más que una vivienda más y que la iglesia solo fuera el edificio central.
Y hasta aquí lo que dice la tradición oral. Pero ¿cómo consiguió salvarse esta iglesia?, ¿es verdad que el retablo actual de la iglesia de Bédar era originariamente el de El Pinar?, ¿es cierto que las tallas de San Fernando y de la Virgen de Lourdes también proceden de esa iglesia?, ¿de dónde proceden los objetos expuestos?, ¿hubo otras iglesias de la zona que recuperaron objetos de esta iglesia?
Hoy contestaremos a estas preguntas porque, aunque sobrevivió a la guerra, la iglesia de El Pinar no sobrevivió al desmantelamiento del viejo poblado minero que ocurrió después de la misma. Pero, aunque el edificio desapareció, no pasó lo mismo con los objetos que albergaba.
Excepcional documento de agosto de 1936 en el que se aclara cómo se salvaron las imagenes de esta capilla.
Un documento excepcional de 2 de agosto de 1936, al poco de comenzada la guerra, nos indica claramente cómo y por qué se salvó esta iglesia. Fue el ingeniero Ismael Fernández el encargado que se quedó en el poblado durante toda la guerra, y fue realmente gracias a él que la iglesia se salvó. En esta carta, el ingeniero escribe al director general de la Compañía, el alemán Alfredo Dörn, que estaba en Mazarrón cuando estalló la guerra. Como súbdito alemán, Dörn no tardó mucho en salir de España por Cartagena, dejando a Ismael como encargado. Ismael relata cómo había estado en Vera para ver al abogado de la Compañía, relatando como las imágenes de todas las iglesias de Vera, que hasta entonces eran las únicas que quedaban en todos los alrededores, habían sido quemadas hacía dos días, y que estaba preocupado por las de la capilla de El Pinar. El abogado, Francisco Ferrer, le había aconsejado que las imagenes de la capilla “las recogiésemos en un edificio o Cueva aislado y que en caso de que vinieran en su busca hiciésemos constar que eran de extranjeros”.
Carta e inventario del párroco de Los Gallardos indicando los objetos prestados por parte de la Compañía de Águilas.
Al parecer, Ismael Fernández no solo consiguió salvar las imágenes, también todo lo demás. Una vez finalizada la guerra, las iglesias de los pueblos colindantes comenzaron a solicitar a la sociedad minera que les prestaran los elementos necesarios para realizar las liturgias, y para demostrarlo presentamos algunos documentos muy esclarecedores al respecto. En una carta del párroco de Los Gallardos de 27 de mayo de 1939, se pide el precio por una serie de elementos que les habían prestado, entre los que se incluía un Vía Crucis y un Confesionario. En otra carta de 14 de mayo de 1940, el párroco de Turre solicitaba al ingeniero el precio de 14 cuadros del Vía Crucis que le habían dejado, así como el Confesionario y dos candelabros. Presumiblemente, tanto el Confesionario como el Vía Crucis son los mismos que se habían prestado anteriormente a la iglesia de Los Gallardos. En otra carta de 20 de septiembre de 1941, el párroco de Antas y Bédar, José Sirvent, solicitaba el cáliz, para poder consagrarlo y usarlo en los oficios.
Carta del párroco de Turre de mayo de 1940 pidiendo precio por 14 cuadros del Vía Crucis y un Confesionario.
Carta del párroco de Antas y Bédar de septiembre de 1941 solicitando un cáliz para los oficios.
Copias de los recibos por la compra de un Confesionario y un Trono por parte del ayuntamiento de Turre.
Recibo de los objetos cedidos al ayuntamiento de Bédar «regalo al pueblo» por parte de la filial de la Compañía de Águilas.
Finalmente, y ante la necesidad de desmantelar todos los edificios, la sociedad minera acabó vendiendo muchos de esos efectos en 1941, como lo demuestran los recibos que hemos recuperado. Así, sabemos que el Confesionario fue adquirido finalmente por la iglesia de Turre por 75 pesetas, además de un Trono por 120 pesetas. Bédar recuperó las imágenes de San Fernando y de una Virgen, dos pilas de agua bendita, el retablo con todas sus repisas, una lámpara del Santísimo, un Sagrario, dos armarios, un Catafalco y una cómoda. Todo estaba tasado en más 1.500 pesetas, aunque fue un regalo para el pueblo.
A la izquierda, el Sagrado Corazón original de la iglesia de El Pinar que fue expuesto en «Luces y Sombras». A la derecha, la Virgen de Lourdes, otras de las imagenes que se salvaron de la quema y que hoy se conserva (restauradada gracias a un particular) en la iglesia de Bédar. La imagen de San Fernando se cayó del Trono durante una procesión y no pudo ser reparado por el mal estado en el que se encontraba.
El Púlpito originario de la capilla de El Pinar fue parte de los objetos cedidos a la iglesia de Bédar. Finalmente fue vendido a un particular y ha acabado como balcón en una casa de Bédar. Allí sigue.
Como curiosidad, en abril de 1935 se presentaron en El Pinar de Bédar unos administradores de una hermandad de Vera, entre ellos Paco Ferrer, para comprar la campana grande de la capilla de El Pinar, además de cinco casullas, una capa y el armario en las que se encontraban. Sabemos que la Compañía consintió en la venta de las casullas, la capa y el armario, pero no vendió la campana, porque temía que la gente del poblado se preocupara al ver desaparecer lo que debía ser entonces algo tan visible y característica. Desconocemos donde acabó dicha campana finalmente.
A la izquierda, retablo de la iglesia de Bédar, antiguo retablo de la iglesia de El Pinar que fue un regalo de la Compañía de Águilas para el pueblo. A la drecha, la iglesia original de Bédar.
Obviamente, no todo se vendió a otras iglesias. Algunos objetos fueron adquiridos por los mismos empleados de la Compañía, y es de ahí de donde proceden los dos objetos expuestos en “Luces y Sombras”: la imagen del Sagrado corazón y el copón de eucaristía. Y no está de más decir que sería de desear que el nuevo equipo de gobierno de Bédar, que se constituye de aquí a pocas horas, dedique un poco de esfuerzo en intentar adquirir la imagen del Sagrado Corazón para que pase a ser patrimonio de Bédar. Si consiguió salvarse de la fratricida guerra civil, bien merecería el esfuerzo.
Copón de eucaristía originario de la iglesia de El Pinar en la exposición «Luces y Sombras» de Vera.
Viendo el actual retablo de la iglesia de Bédar, no es difícil imaginar esa capilla del Pinar de Bédar, que no tenía mucho que envidiar a otras iglesias. Gracias a las pocas fotografías existentes, hemos intentado reconstruir dicha iglesia. Se trataba de un modesto edificio que se encontraba junto a la Cooperativa y que no se diferenciaba mucho de las casas alargadas que eran la vivienda de los mineros, solo identificable por el pequeño campanario del que disponía. Sin duda la Compañía de Águilas no reparó en gastos, viendo el adornado retablo y el hecho que la patena de plata que acompaña al copón de eucaristía es obra de un famoso orfebre de París, Placide Poussielge-Rusand (que llegó a ser el orfebre de su Santidad el Papa) , que contrasta con el humilde y gastado copón bañado en plata que lo acompaña. Creemos, y solo es una hipótesis, que el copón habría tenido también el mismo origen pero que, en algún momento, fue dañado o sustraído y, ya en épocas de menos bonanza, sustituido por un copón más acorde a las posibilidades económicas del momento.
Y hasta aquí esta historia. Hay muchas más cosas que se podrían contar, pero lo dejaremos para otro momento.